Por Daniela Sansón, especialista en Economía feminista y Máster en estudios de las mujeres y de género
El primer movimiento zapatista en Chiapas, México, fue el de las mujeres, buscando revolucionar su condición y posición social en sus comunidades. Esta revolución al interior del zapatismo chiapaneco tuvo sus primeros frutos con la aprobación de la Ley Revolucionaria de Mujeres de 1993, y ha continuado hasta hoy, con notables mejoras para ellas en el ámbito sanitario y educativo.
Todo ello implicó un proceso complejo y largo de concienciación, de generar propuestas para ir configurando una ley concreta con acuerdos colectivos a pesar la diversidad. Y paralelo a ese trabajo en red, se trataba también de enfrentar la resistencia de los hombres de sus propias comunidades.
A partir de entonces los derechos de las mujeres zapatistas tomaron relevancia en una serie de procesos políticos destacables en los que lograron reconocimiento jurídico y el reconocimiento explícito de la triple opresión que sufren como mujeres, indígenas y pobres.
Las mujeres indígenas de otras comunidades del sur se sintieron identificadas con las zapatistas y para mayo de 1994 se reunieron cerca de 50 mujeres líderes de distintas etnias de Chiapas para participar en el Taller “Los derechos de las mujeres en nuestras costumbres y tradiciones; reflexiones sobre el artículo 4º constitucional”. Allí fue en donde las mujeres indígenas pronunciaron las siguientes y significativas palabras: “No todas las costumbres son buenas. Hay unas que son malas, las mujeres tienen que decidir cuáles costumbres son buenas y deben respetarse y cuáles son malas y deben olvidarse”.
Una unión en permanente evolución
Estas palabras germinaron y para 1995 la presencia en las reuniones se triplicó, estando presentes 260 mujeres indígenas representantes de etnias de 12 estados de México en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres de la Asamblea Nacional Indígena Plural para la Autonomía (ANIPA). Allí debatieron los derechos de las mujeres versus los usos y costumbres y radicalizaron el concepto de autonomía al proponer que este se aplicara en todos los niveles: comunal, municipal, regional, estatal, nacional y personal.
Este encuentro derivó en que México se volviera referente para las mujeres indígenas de otros países, realizándose así en 2002 la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas, celebrada en el estado de Oaxaca a finales de 2002 con la asistencia de 400 delegadas indígenas representante de 24 Estados.
De dicha cumbre se desprendió una Declaración y un Plan de acción en el cual las mujeres indígenas latinoamericanas hablan del derecho a la autodeterminación de los pueblos, el reconocimiento de sus derechos individuales, el llamado a los Estados para operativizar convenios firmados en materia de infancia, biodiversidad, la igualdad de las mujeres, entre otros asuntos.
A lo largo de los años la labor y las redes de las zapatistas ha venido creciendo y ha traspasado el aspecto del ser indígena y/o campesina, convirtiendo a estas mujeres en una de las vanguardias para las mujeres indígenas de otras latitudes.
Las zapatistas son un ejemplo destacado de las luchas de las mujeres originarias del continente americano: https://perifericas.es/blogs/blog/los-feminismos-indigenas-en-latinoamerica