Por Escuela de feminismos alternativos PeriFéricas.
En el caso de los proyectos de cooperación al desarrollo, la transversalización del género es fundamental. Debe estar presente tanto en el diseño de las políticas como en su aplicación, monitoreo y evaluación. Hay que garantizar que tanto el personal de las ONG´s como las comunidades beneficiarias de su ayuda entiendan que dicha perspectiva es fundamental para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres.
Desigualdades en la cooperación al desarrollo
Siempre que se inicia un proyecto de cooperación se debe partir de una constatación fundamental: no existe actualmente ninguna sociedad donde la equidad de género sea una realidad, es decir, donde las mujeres dispongan de las mismas oportunidades que los hombres. Ellas posen solamente una décima parte del dinero que circula por el mundo, y apenas una centésima de las propiedades. Realizan más de la mitad del trabajo a nivel mundial, pero solo la tercera parte del mismo es remunerado. Además, y como dato de plena actualidad teniendo en cuenta la preocupante situación de conflicto bélico que se vive en diversas partes del mundo, cerca del 80 por ciento de las personas refugiadas en el mundo son mujeres y menores. Teniendo en cuenta estas brechas de género tan marcadas, el empoderamiento femenino debería ser clave en la consideración de cualquier proyecto de cooperación internacional. El análisis de género, entendido como un examen sistemático de los roles específicos de ambos sexos a nivel económico, legal, político, social y cultural, es clave para entender esas desigualdades de forma clara y fundamentada, poniendo de manifiesto cómo la capacidad de decisión de unos y otras es muy dispar y condiciona toda la realidad. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, lo deja bien claro: “si las estrategias encaminadas a reducir la pobreza no potencian a las mujeres, no lograrán beneficiar a toda la sociedad”, habida cuenta de que son ellas las que en una gran mayoría de casos actúan como sustentadoras principales de la familia, además de encargarse de la manutención y educación de sus hijos. Se trata, en definitiva, de que ellas participen, en pie de igualdad con los hombres, en la creación de un desarrollo sostenible.
Cómo trabajar la cooperación al desarrollo desde una perspectiva de género
Para lograr un desarrollo humano con la igualdad de género como base, el análisis de las diferencias entre sexos debe estar presente desde el inicio de cualquier proyecto, recogiendo de forma clara las necesidades de las mujeres de forma separada y explícita, para así favorecer su empoderamiento. Cuestiones como la feminización de la pobreza, el desigual acceso a los recursos o la falta de presencia femenina en puestos de decisión han de estar presentes en cualquier proyecto de cooperación al desarrollo. El análisis de los roles de género dentro de una determinada comunidad, entendiéndolos como las actividades y funciones que esta asigna social y culturalmente a cada sexo, solo se puede hacer con eficacia a través de la interlocución permanente con mujeres y organizaciones locales. El fallo de muchos proyectos de desarrollo es, justamente, que se realizan desde una perspectiva que tiene a Occidente como centro, obviando las particularidades de cada contexto, algo que han criticado duramente los feminismos decoloniales durante las últimas tres décadas. De poco sirven los conceptos y teorizaciones si no resultan aplicables para un contexto concreto o si pueden incluso ser percibidos como invasivos por las comunidades destinatarias, como sucedió con las acciones por la erradicación de la mutilación genital femenina en diversos países africanos, que en muchas ocasiones se veían como un ataque contra las tradiciones propias y por tanto tuvieron en un principio escaso éxito. El análisis del género en la cooperación al desarrollo tiene que ser capaz de identificar las necesidades prácticas más inmediatas pero también los objetivos estratégicos a largo plazo en materia de planificación familiar, empoderamiento político o acceso a la educación, intereses que las propias mujeres tienen que identificar como protagonistas que son de su desarrollo. Lo que para una ONG española puede resultar relevante sobre el papel quizás no tenga ningún interés para el grupo de mujeres a quien se dirige.El fallo de muchos proyectos de desarrollo es, justamente, que se realizan desde una perspectiva que tiene a Occidente como centro, obviando las particularidades de cada contexto.
Para ello, es fundamental trabajar con equipos multidisciplinares, en los que se mezcle personal experto en cuestiones de finanzas, políticas públicas, sociología… Todo este personal debe contar con una formación específica en perspectiva de género para garantizar que dicho enfoque esté presente en la totalidad de sus acciones. En la evaluación final de cada proyecto, la perspectiva de género también resulta fundamental: en todos los documentos tienen que estar incluidos preguntas/espacios para el género, y se precisan datos desagregados para medir el éxito de las iniciativas en función del sexo de cada persona receptora, pues lo que para los hombres puede haber sido muy positivo o no haber generado apenas impacto puede ser percibido de manera muy diferente por las mujeres. Ha de prestarse en esta fase especial atención, por ejemplo, a los mecanismos de distribución de la ayuda, las cuestiones de violencia de género, las necesidades específicas de higiene personal o las particulares circunstancias de las embarazadas. Se trata, en definitiva, de que las mujeres sean las protagonistas de su propio desarrollo y de que las inequidades de género se reduzcan al máximo, evitando o minimizando su perpetuación en las futuras generaciones.
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