LA "PATERNIDAD" LITERARIA Y LA MUSA

LA "PATERNIDAD" LITERARIA Y LA MUSA

Por Alba Peñasco, graduada en Filología Hispánica, Máster en Profesorado de Educación Secundaria y experta en género y coeducación

Tradicionalmente gran parte de la teoría de la literatura ha sido implícitamente, en ocasiones incluso explícitamente, patriarcal, y ha perpetuado la idea de que el acto literario era algo intrínsecamente masculino. En palabras de John Irwin, se trataría de “una especie de onanismo creativo en el cual mediante el uso de la pluma fálica en el “espacio puro” de la página virgen (…) se gasta y derrocha continuamente el yo”, según recogen Sandra M. Gilbert y Susan Gubar en su imprescindible obra La loca del desván: la escritora y la imaginación literaria del siglo XIX.

Unas páginas antes, en este mismo ensayo, las autoras hacen referencia a las cartas intercambiadas entre el sacerdote Gerard Manley Hopkins y el poeta R. W. Dixon, donde el primero confiaba al segundo parte de su teoría poética, en la que afirmaba que lo que diferenciaba fundamentalmente a hombres y mujeres era la “ejecución magistral”, el “don creativo” de los primeros, identificando también la sexualidad masculina con la fuerza literaria y al pene con la pluma del poeta.

Todas estas ideas han ido conformando el concepto de paternidad literaria, la cual sitúa al autor masculino a la altura de un dios creador, un progenitor que responde a la “excitación cuasi sexual de su musa” gracias a la cual puede concebir su obra. Esta paternidad distinta de la biológica provoca que considere que este hijo literario es suyo y tenga por él un sentimiento de posesión muy fuerte. El escritor masculino es así dueño y poseedor tanto de la obra como de la atención de lectores y lectoras y de los propios sujetos de su texto.

 

Mother!, la musa maltratada por el genio creador

Ante todo este aparato opresor, resulta fácil imaginar la gran cantidad de obstáculos que las mujeres escritoras se han encontrado a lo largo de la historia para dar rienda suelta a su “genia creadora”. Esta continua identificación de lo femenino con lo natural y lo masculino con lo racional ha relegado a muchas de ellas al anonimato en todas sus facetas y ha perpetuado la idea de que nosotras lo único que podemos engendrar es vida y no arte.

Es, de hecho, en el siglo XIX donde se instaura con más fuerza la distinción entre la mujer “ángel del hogar”, con la Virgen María como máximo paradigma, frente a la “mujer tentadora”, tradicionalmente relacionada con Eva. La primera encarnaba todos los valores eminentemente femeninos: madre abnegada y cuidadora que puede conceder la salvación al hombre, por oposición a los vicios y pecados de la segunda.

Un buen ejemplo de todo ello y del concepto de paternidad literaria es el film de Darren Aronofsky, Mother!, estrenado en 2017, en el asistimos a una inquietante alegoría con muchas capas que, en palabras del director, hace referencia la Madre Naturaleza, Dios y el Edén. Se han hecho numerosas interpretaciones de esta película y resulta muy interesante, a pesar de la incomodidad y ansiedad que pueda provocar su visionado, observarla desde una perspectiva feminista que centre su atención en la relación de violencia que el creador establece hacia su musa.

En este largometraje, Jennifer Lawrence encarna a la esposa de un poeta, interpretado por Javier Bardem, el “genio creador” o Dios, mientras que ella es la perfecta representación del ángel del hogar, una mujer pura mostrada en oposición al personaje de Michelle Pfeiffer, quien encarna a Eva cayendo en la tentación. Javier Bardem, por su parte, encarna al autor engreído, cruel y soberbio que se alimenta del amor que su musa le profesa, gracias a la cual puede engendrar vida y obra sobre las cuales siente un aterrador sentimiento de posesión.

Tal necesidad del autor masculino de crear una obra que trascienda y que pase a la posteridad es definida por Sandra M. Gilbert y Susan Gubar como una “ansiedad por la influencia”, por convertirse en precursor, ser imitado y reconocido, algo que el personaje de Javier Bardem ejemplifica a la perfección. Sin embargo, dada la situación de inferioridad de la que partían las escritoras, su deseo estaba siempre más enfocado a poder desarrollarse como autoras, conseguir ponerse voz y crear una obra que las identificase como sujetos autónomos.

Así, la “ansiedad hacia la autoría” de las mujeres escritoras se ha convertido en un hilo conductor en la historia de la literatura. Una tendencia con la que poco a poco se ha ido rompiendo gracias a la labor de todas ellas por continuar construyendo su voz y, al mismo tiempo, por reivindicar a las que vinieron antes, dándoles el reconocimiento que se merecen.

 

El paso de musas a creadoras es fundamental para el empoderamiento femenino dentro de la cultura: https://perifericas.es/blogs/blog/de-musas-a-creadoras

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