HOY LEEMOS "PUTAS, REPÚBLICA Y REVOLUCIÓN"

HOY LEEMOS "PUTAS, REPÚBLICA Y REVOLUCIÓN"

Por Georgiana Livia Cruceanu, socióloga en proceso de especialización en metodología de la investigación en ciencias sociales y en investigación aplicada en estudios feministas, de género y ciudadanía.

“Abordar el debate de la prostitución de manera constructiva y libre de prejuicios requiere despojarnos de este estigma, que además estará fuertemente relacionado con prejuicios de raza, clase y género” (2021: 17)

La obra que hoy comentamos se presenta como “colectiva y colaborativa” y las autoras que se han sumergido para recuperar la voz de las trabajadoras sexuales del periodo de la II República son Marta Venceslao Pueyo (Gasteiz, 1976), Doctora en Antropología por la Universidad de Barcelona, y Mar Trallero (Barcelona, 1975), Doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Putas, República y Revolución (octubre de 2021, Virus Editorial) se desarrolla en apenas 160 páginas, se estructura en seis grandes capítulos y cuenta con un prólogo escrito por Amalia Luna (trabajadora sexual, miembro del Colectivo de Prostitutas de Sevilla, socióloga y doctoranda en Estudios de Género) y un epílogo de Georgina Orellano (trabajadora sexual y secretaria general nacional de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina).

Dicen que no hay que juzgar un libro por su portada pero en esta ocasión la portada (diseño e ilustración de Lidia Sardà) es una advertencia. Independientemente del posicionamiento político o conocimiento previo sobre la prostitución, este libro no deja indiferente. No es una aproximación humilde a un fenómeno complejo, sino la memoria que acompaña el taconeo de las trabajadoras sexuales.

Es un libro cuidado, con una narración que no permite dejarse a medias. Está repleto de citas bibliográficas, es decir, facilita ampliar la información, leer a otras autoras, convirtiéndose queriendo o sin querer en una obra de referencia obligatoria; está repleto también de fragmentos reales que dejan estupefacta a cualquiera y resulta muy ilustrativo al incluir la novela y la producción cartelística como material de análisis.

En línea con los valores de la Asociación en defensa de los derechos de las mujeres (GENERA), el compromiso político y ético de las autoras les guía a ser transparentes y visibilizar desde dónde observan y quiénes son realmente las protagonistas. Este libro no habla por ellas, este libro son ellas.

 

II República y Guerra Civil: estaban aunque no las veamos

En los debates en torno a la prostitución es habitual ver a la mujer como “víctima y la relación con ella se da desde cierta superioridad moral de forma paternalista” (pág. 14). Considerando inclusive que son culpables de su situación, de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), de la violencia sexual. Y así es como surgen y se legitiman, a través del estigma y los perjuicios sociales, prácticas higienistas, asignación sexual de  lugares y una “responsabilidad social” de salvar, reeducar, convencer, a las PUTAS. En ningún momento se establece un diálogo con ellas: más bien se les considera personas que carecen de “capacidad para pensar o decidir qué es lo que más les conviene” (pág. 87).

Las autoras exponen en la obra la visión sobre la prostitución que defendieron el socialismo, el marxismo, el anarquismo y el libertarismo. Aproximaciones que “redundan en el paternalismo hacia las  mujeres prostitutas y apuestan por la abolición como solución definitiva” (pág. 41). Igual de interesante es el análisis realizado sobre las mujeres en el frente durante la Guerra Civil, ilustrando cómo pasan de romper con el “confinamiento” en la esfera doméstica-privada y adquirir protagonismo (quebrando con los roles de género tradicionales), a ser relegadas a la retaguardia “en base a la suposición de que las milicianas ejercían la prostitución y contagiaban - que no transmitían -  enfermedades venéreas, provocando cuantiosas bajas entre los combatientes” (pág, 73). Pasaron de ser heroínas a convertirse en una amenaza, imponiendo la subordinación femenina. Y la posguerra condujo forzadamente a muchas mujeres a una “economía ilegal, sumergida, carente de derechos y en condiciones de sobreexplotación” (pág. 127). La prostitución responde a la situación de extrema pobreza y se ejerce de manera discreta, clandestina, porque las prostitutas no cumplen con el ideal femenino falangista (lo cual supuso para ellas represión policial, moral y social durante todo el franquismo).

En resumen, este libro es una revisión histórica desde otra perspectiva sobre la prostitución. Señala no solo la violencia ejercida sobre las trabajadoras sexuales (medidas contraproducentes en palabras de Georgina Orellano), sino también que ninguna aproximación (prohibicionismo, reglamentarismo o abolicionismo) implica una fractura con el sistema patriarcal.

Venceslao Pueyo y Trallero creen que “el progreso se consigue a base de superar contradicciones” (pág.135), y Aurora Bertrana afirma, en 1934, que “cuando las madres y las patronas se atrevan y comiencen a mirar cara a cara el problema (...), podremos mirar a las prostitutas con menos lástima; conscientes de sus decisiones, organizadas socialmente, quizás sindicadas, solidarizadas, (...) serán fuertes y poderosas (...); se harán respetar (...)”.

 

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