Por Georgiana Livia Cruceanu, socióloga en proceso de especialización en metodología de la investigación en ciencias sociales y en investigación aplicada en estudios feministas, de género y ciudadanía.
Los días mudos, de Patricia Peral (Zamora, 1993), forma parte de la colección “Los hilos” de Índigo Editoras. Es compañera de Llueve adentro de Laura Bianchi, que leímos la semana pasada. Todos los libros de esta colección están escritos por mujeres poderosas que tienen algo que decir sobre sus vidas (reales o no tanto). Te reencuentras en sus palabras, en sus experiencias, en sus recuerdos. En este caso, la novela de auto-ficción de Patricia Peral nos lleva lejos, y nos habla como si fuera una amiga que nos escribe un mensaje contándonos su día mientras corre a todas partes para llegar puntual. 342 páginas son suficientes (o no) para acompañar a la protagonista desde su niñez hasta la vida adulta y aun así terminar el libro y preguntarse, ¿y cómo se llama? Y entonces vuelves páginas atrás, a la 254, y lees:
“Yo no quería tener un nombre, sin embargo, ellos se empeñaban en recordarme que tenía uno. (....)
- ¿Quiere usted decir que se sentía incómoda cuando le llamaban por su nombre?
- Me sentía menos yo.”
Todas las que tenemos un nombre un poco especial lo entendemos; entendemos cuando nos lo dicen más, cuando no lo dicen porque no se acuerdan o cuando se inventan uno nuevo. La estrategia de la autora es decirlo sin decir nada: “Yo le dije cómo me llamaba y ella dijo, encantada” (página 69).
Podríamos hablar de tantas cosas como mujeres...
En Los días mudos, editado en plena pandemia, en febrero de 2021, Patricia Peral mezcla experiencias con reflexiones propias y se enfrenta no solo a un futuro incierto y a sus propias inseguridades, sino también al machismo presente en todos los ámbitos de la vida. En el primer capítulo, siendo la protagonista apenas una niña, hace visible el estigma de la menstruación. “Mamá, cuando me vio, solamente dijo: ahora ya sabes lo que es el dolor” (página 23), y más tarde reflexiona señalando que “recuerdo aquella presión invisible que nos metían a todas para ser cuanto antes mujeres” (página 97). La menstruación sigue envuelta en tabúes, realidad que poco tiene que ver con la regla de la publicidad. Pero, además, la menstruación parece hacer conscientes a las mujeres de sus propios cuerpos: “Ni siquiera sabía, cuando era una niña, lo que significaba tener cuerpo de mujer. Mamá decía que el cuerpo nos hace esclavos de nuestras circunstancias” (página 114).
La autora también pone en evidencia los sesgos de género en la salud y cómo estos desvalorizan la queja, el dolor, de las mujeres, lo cual tiene un innegable impacto psicosocial en ellas: el cansancio, el sentimiento de culpa, etc.
La permanente conciencia de género se percibe en comentarios que rompen con los estereotipos y roles de género y con los mitos románticos que continúan imperando hoy en día. La protagonista de esta obra busca sobrevivir, encontrar su voz, no tiene como prioridad el amor, al menos no como única meta en la vida. Se enamora, por supuesto, se cruza con personas que la hacen feliz y con otras que se van rápido. Pero no es una historia con un final Disney; es uno real, el de muchas jóvenes que buscamos nuestro hogar. Habla de la cara oscura de emigrar, del miedo, de los hombres que insisten aunque les dice que no, de decisiones difíciles, de la maternidad, la cultura del esfuerzo o el síndrome de la impostora, entre muchos otros temas. Leer a Patricia Peral es no dejar de aprender.
Cada capítulo, diálogos y narrativa atropellada, son especiales, íntimos y en conjunto, Los días mudos, es un abrazo un día nublado mientras los mirlos cantan.
En el itinerario sanitario ofrecemos cursos que reflexionan sobre muchos de los temas abordados en la obra que hoy comentamos: https://perifericas.es/pages/itinerario-sanitario