Por Ana Fernández Quiroga, licenciada en derecho, Máster en Género e Igualdad y coordinadora en terreno de la ONGD Afrikable en Lamu (Kenia)
Desde hace un año aproximadamente vivo en una Isla en el noroeste de Kenia que se llama Lamu, gracias a mi trabajo en una ONGD llamada Afrikable, centrada en el empoderamiento de las mujeres, en la que colaboro como una de las coordinadoras en terreno. A su vez, esta oportunidad me ha permitido realizar mi trabajo de campo de doctorado y, con ello, conocer las historias de resistencia a las violencias machistas de muchas mujeres que aquí viven. Por ello, quiero compartiros dos de estas historias, dos historias de las que hacen poner en duda todo lo que crees saber de las mujeres africanas antes de conocer a algunas de verdad.
Luchas y resistencias en femenino
La primera es una mujer de la tribu Orma, una de las más bajas socialmente por ser una tribu nómada y que se ha dedicado tradicionalmente al ganado, lo que no ha permitido que la mayoría de sus miembros accedan a la educación. Esta mujer fue vendida por su padre cuando tenía 15 años a un amigo que acababa de quedarse viudo. Tuvo que trasladarse de su poblado al poblado de su esposo, donde empezaba su nueva vida. En un momento pasó de ser niña a ser mujer, mujer de un hombre muy mayor, que ya tenía 6 hijos de mujeres anteriores y que era la autoridad del poblado. Sin embargo, pronto consiguió un trabajo en nuestra Ong, fue progresando mucho hasta convertirse en una de las técnicas de calzado, que organiza la producción y cuyo salario ahora le permite cuidar de sus hijos e hijas sin tener que depender de su marido. Pero si algo me dejó impresionada fue su generosidad, ya que cuando le pregunté qué hizo con su primer sueldo, me contó que lo empleó en volver a su poblado y recoger a su hermana, que en ese momento tenía dos años, y adoptarla como una hija más. Actuó así para protegerla de que volviera a repetirse su misma historia, para darle la posibilidad de que estudiara y de que pudiera elegir por sí misma su futuro. Y así ha sido, su hermana tiene ya 16 años y está en el instituto estudiando secundaria. Ella quiere llegar a la Universidad y ser piloto, y no sabe si quiere o no casarse. No sé si llegará a ser piloto, no sé hasta qué edad estudiará, pero sé que su hermana quiso cambiar el rumbo de la tradición familiar y utilizó todos sus recursos para darle un futuro distinto en el que ella misma sea dueña de su destino. El segundo ejemplo que quiero traeros es el de una mujer de tribu Giriama, que se encuentra principalmente en la zona costera y tradicionalmente se ha dedicado a la caza, aunque actualmente se han asentado en poblado a las afueras de núcleos urbanos. Esta mujer había accedido a la educación, llegó a sexto de Primaria, pero tuvo que abandonar por quedarse embarazada. Se casó con el hombre que la había dejado embarazada por decisión propia e intentó comenzar una vida de casada. Pero su marido era violento, bebía mucho y quería escapar de él. En el caso de las parejas cristianas aquí el divorcio legal no está moralmente permitido y quienes lo hacen tienen que pagan unos costes muy elevados social y económicamente. Por tanto, el camino que muchas mujeres siguen cuando se quieren separar es directamente la huida. Con ello saben que pierden cualquier apoyo económico por parte de sus parejas, pero es la forma que tienen de comenzar una nueva vida. Ella tuvo la suerte de contar con el consentimiento familiar y pudo regresar con su madre. Me contaba que el problema de que ahora ellas pudieran elegir con quien casarse es que muchos padres luego se niegan a ayudarte cuando quieres divorciarte porque te habías casado por decisión propia. Desde la casa familiar no paró su lucha por una vida mejor: dejó a su pequeño con su madre y se trasladó hasta Lamu, donde había escuchado que había trabajo, aquí entró en Afrikable y consiguió empleo permanente confeccionando accesorios y zapatos. Sostiene económicamente a su madre y a su pequeño y ha comenzado una relación con una pareja aquí, pero no quiere casarse, no cree en el matrimonio. Quiere una pareja que no le obligue a renunciar a nada de lo que ha conseguido ella sola hasta ahora. Y como estas, podría contaros muchas otras historias, muchas voces de mujeres que no cumplen con los estereotipos que se tienen de las mujeres africanas. Mujeres luchadoras que se han enfrentado a lo que en un primer momento parecía que la vida les deparaba y han buscado un mejor futuro. Y con esa sororidad que a menudo falta en Europa, no solo buscan un mundo mejor para ellas, sino también para las personas que les rodean. Construyendo el feminismo desde casa, con sus recursos, pero tomando el control de sus vidas, enfrentándose a relaciones desiguales, violentas y utilizando este control para dar a otras mujeres la oportunidad de manejar sus propias existencias.
En este post hablamos de la resiliencia de las kenitatas para luchar contra la violencia de género: https://perifericas.es/blogs/blog/la-resiliencia-de-las-keniatas-contra-la-violencia-de-genero