SER VIEJA EN UNA SOCIEDAD MACHISTA

SER VIEJA EN UNA SOCIEDAD MACHISTA

Por Inma Mora Sánchez, periodista freelance especializada en estudios de género y comunicación con perspectiva feminista. Ha trabajado en proyectos relacionadas con los derechos de las personas mayores, el desarrollo rural y la prevención de la violencia de género.

El edadismo es un término que era desconocido por la mayor parte de la población hasta la llegada de la pandemia y de los terribles casos de discriminación que han vivido las personas mayores en su transcurso. La discriminación por razón de edad no es algo que haya surgido a partir de ese momento, pero parece que, por fin, empezamos a hablar de edadismo, gerontofobia o viejismo y a reflexionar más sobre lo que significa ser viejo o ser vieja en nuestra sociedad.

El término “edadismo” (ageism) fue acuñado por Robert Butler en los años 60 para hacer referencia a la discriminación sistemática hacia las personas por ser viejas o demasiado jóvenes. Aunque es habitual que se asocie el concepto edadismo a la discriminación hacia las personas mayores, también las personas jóvenes pueden ser discriminadas por su edad, especialmente las mujeres. De hecho, según el primer informe mundial de la OMS sobe edadismo, un factor de riesgo para ser objeto de edadismo contra las personas más jóvenes es ser mujer. Por ejemplo, es muy frecuente que se cuestione la capacidad de las jóvenes para ocupar puestos de liderazgo o posiciones de alta responsabilidad (¿qué habrá hecho para llegar ahí tan rápido?). Si bien es cierto que la infantilización y la infravaloración de los conocimientos, valía y experiencia de las mujeres es una constante a lo largo de toda la vida, estas conductas suelen recaer especialmente sobre las más jóvenes o las más mayores.

Centrándonos en la vejez, como explica Butler, en una sociedad que ensalza la juventud, el edadismo refleja una repulsión y aversión personal al envejecimiento, a la enfermedad, a la discapacidad y al miedo a la impotencia, a la "inutilidad" y a la muerte. Según la Organización Mundial de la Salud, el edadismo hacia las personas mayores se asocia con una menor esperanza de vida, una salud física y mental más deficiente, una recuperación más lenta de la discapacidad y un deterioro cognitivo.

 

¿Mujeres sin sexualidad ni belleza?

¿Es lo mismo ser vieja que ser viejo? ¿Cómo ser relacionan las variables de género y edad? Si pensamos en los valores que tradicionalmente se han asociado a las mujeres y a lo femenino en nuestra cultura, podemos observar que, la mayoría, tienen fecha de caducidad. En nuestro ideario colectivo, el valor social de las mujeres está vinculado a su belleza (entendida desde unos cánones que ensalzan rasgos como la juventud y la delgadez) y a su capacidad para ser madres. ¿Qué pasa con las que ya no pueden tener hijos y para las que ya es completamente imposible entrar dentro de los cánones de belleza mayoritarios? Simplemente, desaparecen.

Su sexualidad está ausente, sus deseos o inquietudes no interesan a nadie y aparecen representadas en los medios como personas torpes, ignorantes, vulnerables, dependientes. Aunque cada vez son más las excepciones, el valor que se otorga a las mujeres mayores en los productos culturales tienen que ver con el cuidado: son abuelas tiernas que cocinan bien, que escuchan, que se sacrifican en silencio.  

También es frecuente encontrarnos con la figura de la vieja mala y gruñona. Esta contraposición entre la “abuelita tierna” y la “vieja bruja”, podría ser la evolución de la dicotomía de la mujer fatal (mala, misteriosa, atractiva, manipuladora) y la buena madre y esposa (cuidadora, obediente, complaciente y guapa, pero sin pasarse de atractiva). Mientras que en las representaciones de las mujeres jóvenes la belleza o el atractivo siempre están presentes, en la vejez desaparecen. En cualquier caso, su sexualidad siempre está ausente. Ya no resultan atractivas sexualmente a nadie, pero ellas tampoco tienen deseos sexuales. Y, si los tuvieran, aparecerían ridiculizadas.

Todas estas representaciones inciden en la forma en la que se trata a las mujeres mayores, pero también en la visión que tenemos las mujeres sobre nosotras mismas y sobre nuestra propia identidad. Los hombres siguen ocupando puestos de poder y prestigio, tienen relaciones sexuales con mujeres mucho más jóvenes que ellos y siguen siendo considerando atractivos hasta edades mucho más avanzadas. Las mujeres, a medida que van cumpliendo años, van (vamos) desapareciendo. Hay estudios que las excluyen, políticas públicas que no las tienen en cuenta y pocas campañas de prevención de la violencia se dirigen de forma específica a ellas.  Además, la interacción de género y edad también hace que tengan peores diagnósticos, más enfermedades crónicas y peor calidad de vida que los hombres.

Poco a poco, vamos cambiando esta percepción de la vejez y cada vez son más quienes hablan de edadismo y de lo que significa ser vieja desde una perspectiva más realista y, al mismo tiempo, más revolucionaria. La edad también puede ser una etapa de rebelión, de desprenderse de ataduras y de vivir como nos dé la gana. Eliminar nuestros propios prejuicios sobre la vejez nos puede hacer más libres y ayudarnos a vivir mejor durante las distintas etapas de nuestra vida.

 

La violencia de  género es un grave problema de salud para muchas mujeres mayores, que siguen sin embargo olvidadas en las campañas y fondos destinados a este tema: https://perifericas.es/blogs/blog/violencia-de-genero-en-la-tercera-edad
Regresar al blog

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.