SALUD FEMENINA Y MODELO MÉDICO HEGEMÓNICO

SALUD FEMENINA Y MODELO MÉDICO HEGEMÓNICO

Por Eva Margarita García, doctora en antropología social por la Universidad Autónoma de Madrid, con la primera tesis sobre violencia obstétrica presentada en toda Europa. Profesora de PeriFéricas.  

El auge de los feminismos ha traído de la mano la denuncia de las discriminaciones hacia las mujeres en todos los ámbitos: la educación, la representación política, el mercado de trabajo… Esta discriminación se produce igualmente en el ámbito de la salud, lo que tiene repercusiones negativas para el desarrollo de las capacidades y la libertad de elección femeninas en dicho terreno y conduce hacia una violencia contra la mujer poco conocida pero muy presente en nuestras vidas. Sobre esas desigualdades de género en la salud ahondaremos a continuación.  

¿Qué es el modelo médico hegemónico?

  En la mayoría de los países occidentales el sistema sanitario está dominado por la medicina hegemónica, que será el único modelo médico legal, un modelo médico único, monopolístico, con mucho poder, medicalizado, universitario, uniforme, burocratizado, poco democrático, e internacional. Este paradigma sanitario, que atraviesa toda las políticas de salud, puede denominarse biomedicina, medicina hegemónica, o medicina alopática, que contrapone salud a enfermedad y que se centra en la identificación de síntomas y posibles tratamientos, con un sesgo marcado por el positivismo. Aunque es muy común pensar en la medicina como una ciencia “objetiva”, “científica”, “neutral”, que trata a mujeres y hombres por igual, en realidad se trata de una disciplina profundamente etnocéntrica y dominada por el androcentrismo:  
  • Etnocéntrica, porque durante siglos dentro del estudio de la medicina y los sistemas sanitarios se ha llevado a cabo un sesgo consistente en creer que el conocimiento médico occidental representa el culmen del progreso del conocimiento racional aplicado a la medicina, y además el último eslabón en una cadena de modernización lineal. La biomedicina no puede concebirse como el único modelo médico válido, máxime cuando no tiene en cuenta las características culturales de los individuos que trata (es un grave error no ser conscientes de factores como que lo que se considera “normal” en una cultura quizás no lo sea en otra, o ignorar que existen enfermedades que sólo se dan en determinadas culturas, por ejemplo).
  • Androcéntrica, porque ha tenido al varón como norma: los estudios clínicos se realizan en mayor medida con hombres, no interesan las enfermedades “de mujeres” (como la endometriosis), hay una tendencia excesiva a atribuir una psicologización de los síntomas en mujeres (así, por ejemplo, en ellas los síntomas de un infarto pasarán mucho más a menudo por “ansiedad”), etc. Por lo tanto, durante siglos se ha asumido que estudiar a los varones es equivalente a estudiar a los seres humanos, siendo el cuerpo masculino el modelo “neutral” y extrapolando los resultados de los ensayos clínicos a las mujeres, lo que evidentemente las ha situado en una situación total de invisibilidad, por ejemplo respecto a la identificación de sus factores de riesgo específicos.

  Así, las mujeres son “la otredad” dentro de este modelo médico hegemónico, que excluye una perspectiva de género y produce inevitablemente sesgos en el momento del diagnóstico. Y si a esto le añadimos que las personas poseen distintas oportunidades y recursos relacionados con la salud no ya sólo en función de su género sino también de su clase social, territorio o etnia… esto se traducirá siempre en una peor salud por parte de los colectivos menos favorecidos, afectando directamente a su calidad de vida.  

 

¿Cómo afecta el modelo médico hegemónico a la salud femenina?

  Si encendemos la televisión, podemos observar cómo las mujeres parecen estar en el punto de mira, no ya sólo en cuanto a tratamientos estéticos (cremas anticelulíticas o antiedad, productos para adelgazar, lencería que aumenta o que disimula, maquillajes, tintes, tratamientos de depilación, reafirmantes, operaciones de cirugía estética, manicuras… ¡no hay un centímetro de cuerpo que quede libre de esta tiranía!), sino también desde el punto de vista de la salud (¿por qué siempre serán ellas las que sufren de hemorroides, de intolerancia a la lactosa, de gases, de estreñimiento…?). Desde luego, hay poderosos grupos empresariales y profesionales que están haciendo un gran negocio a causa de la salud de las mujeres, lo que Marc Girard llama “el triunfo de la medicalización”. Ello implica la manipulación en torno a todos los momentos de la sexualidad femenina: las mujeres tienen órganos que no sienten como suyos, cuyas funciones les son ajenas, y de los que disponen los entendidos en el terreno que sea. Dentro de la salud femenina cobra especial relevancia la medicalización excesiva de las mujeres en todas las etapas de su sexualidad: se trata de un claro ejemplo de cómo actúan la biomedicina y de sus mecanismos de control social, en este caso con la variable del género añadida, lo que la vuelve doblemente intrusiva respecto al caso de los pacientes varones. Podemos distinguir diversos momentos álgidos de la sexualidad femenina, todos ellos fuertemente patologizados:

 

La menstruación

Desde el momento en que una mujer tiene su primera menstruación, se le advierte de cómo ésta es “dolorosa”, cómo “produce cambios de humor”, etc. En la imaginería popular, se pinta a las mujeres como esclavas de sus ciclos hormonales (curiosamente, no se suele nombrar que las fluctuaciones hormonales en los varones son de lo más comunes). Se habla de la menstruación usando eufemismos patologizadores (“estoy mala”). El síndrome premenstrual y sus consecuencias sigue siendo desconocido para muchas mujeres.

 

El orgasmo femenino

Cuando se habla del orgasmo femenino suele mencionarse cómo conseguirlo heteronormativamente hablando, siempre con un partenaire masculino que, con mayor o menor habilidad, logrará llevar a su compañera a dicho estado idílico: no olvidemos que para Freud el orgasmo vaginal era el único “maduro”, de nuevo con el cuerpo femenino a expensas del masculino y con el coito como una vía para llegar al clímax.

 

Los anticonceptivos

Resulta curioso que uno de los métodos anticonceptivos más usados entre parejas heterosexuales estables sea la píldora anticonceptiva. Es curioso porque, si los hombres son fértiles todo el tiempo y las mujeres sólo un par de días cada mes, ¿por qué son ellas quienes deben poner los medios para evitar un embarazo no deseado? Se excluye sistemáticamente a los hombres de los programas de planificación familiar, porque sólo existen dos métodos anticonceptivos masculinos (el preservativo y la vasectomía) y actualmente ninguno está cubierto por la sanidad pública. Los ensayos de la píldora masculina se han interrumpido porque los efectos secundarios eran similares a los de la píldora femenina, y al parecer tales consecuencias para los varones no resultaban aceptables.

 

El embarazo y el parto

Institucionalizar los procesos reproductivos elimina de un plumazo el protagonismo de las mujeres en su embarazo y parto, desposeyéndolas de sus propios cuerpos. Porque las mujeres, desde el nacimiento de la medicina moderna, han sido pensadas como objetos y no como sujetos, normalizándose de este modo su supuesta inferioridad: la medicina es quien “debe decidir” sobre los cuerpos. El problema es que todo ello ha calado de tal modo en la sociedad que la violencia obstétrica se ha normalizado y, con ello, invisibilizado, pues todo se hace “por el bien de la madre y de su bebé”. La violencia obstétrica no es sólo consecuencia de protocolos obsoletos y mala praxis médica, sino que se trata de una forma más de violencia de género: se infantiliza a las mujeres, tratándolas de un modo paternalista y vejatorio, pero está tan normalizada a nivel social que es difícil la visibilización del problema.

 

La menopausia

En los últimos años, hay un tremendo boom de medicalización de mujeres en la menopausia, cuando cada vez más estudios indican que medicar con estrógenos en esta etapa no sirve absolutamente para nada, al contrario: aumenta el riesgo de cáncer de mama y de enfermedades cardíacas y cerebrales, los sofocos tratados con placebo disminuyen en igual medida que los que se tratan con estrógenos, etc. Por lo tanto, al considerar globalmente todos los efectos, mediante el uso de hormonas femeninas en la menopausia y después de la misma, es posible afirmar que producen más perjuicio que beneficio para las mujeres que las han tomado. Además, están apareciendo voces críticas entre distintos sectores profesionales y organizaciones sanitarias públicas, que desaconsejan el uso prolongado de productos hormonales tras la menopausia.  

 

Conclusiones: Hacia una perspectiva feminista de la salud

  La promoción de la salud es un campo de la sanidad que tiene en cuenta la educación sanitaria, la creación de habilidades mediante las cuales las personas tendrán una actitud saludable hacia su desarrollo vital y hacia su entorno. Una buena promoción de la salud sería, en teoría, contraria a la medicalización excesiva, sobre todo en los procesos vitales (embarazo, parto, lactancia, menstruaciones, menopausia…), apoyando exactamente todo lo contrario: se trataría de proporcionar la suficiente información para que la población sea consciente del desarrollo de sus propios procesos para que los puedan experimentar con plenitud y llevar una vida sana. Ello implicaría que las relaciones médico-paciente cambiaran drásticamente, transformándose en algo colaborativo y permitiendo que todas las personas en general y las mujeres en particular pudieran decidir sobre su propia salud. Resulta además cada vez más imprescindible que los programas y proyectos de cooperación sanitaria incluyan una perspectiva de género, para evaluar de manera diferenciada a hombres y mujeres en relación con la salud, y elevar la conciencia de género sobre el derecho de acceso y control de las mujeres a los servicios de salud. La perspectiva de género como enfoque teórico y metodológico permite analizar y comprender las características que definen a las mujeres y a los hombres de manera específica, sus semejanzas y diferencias. Por lo tanto, hemos visto cómo la medicina hegemónica, o biomedicina, es considerada hoy en día un estándar en este mundo globalizado, y cómo conlleva una perspectiva profundamente etnocéntrica y androcéntrica, ignorando de un plumazo otros modelos médicos diferentes (medicinas tradicionales) y otros sujetos médicos diferentes (las mujeres, a las que se considera una desviación de la norma). No obstante, el modelo médico hegemónico está pasando por una profunda crisis, o más bien, por un replanteamiento de su legitimidad, y se están intentando realizar acercamientos más holísticos, desde una relación médico-paciente de mayor igualdad. Porque una visión holística es imprescindible para considerar transversalmente una síntesis biocultural de factores (biológicos, psicológicos, socioculturales, étnicos, de género, etc.), al contrario de lo que sucede con la biomedicina, que ofrece una versión fragmentada de la salud y la enfermedad, mostrándolas como verdades absolutas dentro de su paradigma científico y supuestamente indiscutible.

Ahonda en estas cuestiones a través de nuestro itinerario sanitario: https://perifericas.es/pages/itinerario-sanitario

Regresar al blog

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.