ROLES DE GÉNERO Y EDUCACIÓN SEXUAL DE MENORES

ROLES DE GÉNERO Y EDUCACIÓN SEXUAL DE MENORES

Por María Amparo Goas, graduada enTrabajo Social y Criminología en la Universidad Pontificia de Comillas y con un curso de Género y Sexualidad con la British Columbia University

Los roles de género, en los que nos vemos socializados desde edades tempranas, influyen en la adquisición de conductas específicas por parte de hombres y mujeres. Por tanto, las construcciones de género que se desarrollan en las relaciones sexuales también se encuentran sujetas a las concepciones patriarcales acerca de la sexualidad.

Asimismo, las conductas que vamos normalizado en las interacciones sociales a pequeña escala influyen también en cómo nos relacionamos en sociedad, de forma que la sexualidad constituye una fuente importante de comunicación e interacción entre las personas.

Sin embargo, cuando hablamos de sexualidad en la sociedad nos enfrentamos al gran tabú. A pesar de que el fenómeno de liberación sexual se inicia en los años 60 alrededor del planeta, sigue existiendo un cierto estigma a la hora de hablar acerca de las relaciones sexuales.

Asumiendo que la sexualidad es parte de la vida cotidiana y que tanto personas adultas como menores mantienen relaciones sexuales cabe plantearnos si el tabú de la sexualidad está ejerciendo una influencia nociva en la educación en sociedad.

La educación sexual consiste en ofrecer a la población los conocimientos necesarios para vivir una sexualidad sana en la que puedan disfrutar de las relaciones sexuales en las que participen; de esta forma, el principal objetivo consistiría en que los seres humanos involucrados en estas relaciones aprendan a conocerse, aceptarse y expresarse de forma sana y satisfactoria.

De esta forma, educar en sexualidad permitiría, sobre todo a las y los menores, desarrollar los conocimientos necesarios sobre sus propios cuerpos y ofrecer herramientas suficientes a la hora de autoexplorar sus gustos. También, ofrecería a esta población adolescente la libertad necesaria para descubrir su placer, sin las influencias patriarcales inherentes a la socialización que reciben desde la infancia.

Las representaciones sexuales que consumimos en contenido multimedia son una forma de socialización, por lo que todo contenido multimedia se encuentra implantando expectativas de comportamiento en el imaginario, especialmente en la población más joven, continuamente sometida al bombardeo de las redes sociales y la pornografía online. Es por esto que al consumir las representaciones que muestran roles de género con una gran diferencia jerárquica o con actitudes específicas de dominación y violencia, normalizamos las conductas que reproduzcan esos roles, de manera especialmente marcada cuando todavía nuestra sexualidad se está formando.

 

La pornografía como socializador sexual

La pornografía actúa como un verdadero socializador sexual para quienes la consumen. De esta forma, las representaciones pornográficas influyen en las expectativas que estas personas van integrando en su imaginario sexual.

El consumo de pornografía, a su vez, también afecta a la adquisición de ciertas prácticas sexuales por encima de otras, por lo que se podría entender que moldea la mente de quien la consume. Por tanto, no es un referente adecuado para el aprendizaje sexual, ya que el grueso de la pornografía muestra prácticas de dominación y violencia de hombres hacia mujeres.

El acceso a la pornografía, desde el auge de las nuevas tecnologías, se ha simplificado hasta el punto de que actualmente cualquier persona con acceso a internet puede consumirla. De esta forma, si no se educa en sexualidad a los y las menores, la pornografía puede ser la fuente de consulta de sus dudas en relación con la sexualidad, antes que la familia o incluso el grupo de amistades.

Al ser la pornografía un medio para reproducir los roles de género desde una perspectiva socializadora es importante entender y analizar dichos roles, así como las nociones acerca de la masculinidad y feminidad esperada que se integran en el imaginario de quién consume el contenido. Por tanto, la ecuación está clara: si la pornografía es vista por gran parte de la población y existe una falta de educación sexual de calidad,  los y las consumidoras, menores de edad en gran parte, a menudo aprenden cómo vivir su sexualidad por las prácticas que en ella observan.

Cuando la educación sexual recibida, por parte de la sociedad en general, son las representaciones pornográficas, es el momento en el que desconectamos de la sexualidad real y caemos en la peligrosa trampa de una sexualidad machista en la que las mujeres somos consideradas meros objetos de consumo para el placer masculino.

Las aulas son un espacio fundamental en el que empezar a trabajar la diversidad de género desde la infancia: https://perifericas.es/blogs/blog/la-diversidad-sexual-en-las-aulas
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