Por Leyre Ovelar, estudiante de Trabajo Social en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e integrante del Talde Feminista de dicha universidad y de Estudiantes en movimiento (Eraldatu)
Tener en cuenta la diversidad sexual en el proceso educativo de menores y jóvenes es fundamental, ya que están en pleno proceso de autodescubrimiento, y estos temas pueden servirles para formar su identidad.
El hecho de realizar dicho trabajo en el aula es necesario para proporcionarles un espacio donde reflexionar y dialogar libremente sobre las emociones, el amor y el deseo para, con ayuda del personal docente, romper estereotipos y prejuicios sobre las relaciones que puedan ir estableciendo a lo largo de sus vidas.
Sin embargo, siguen existiendo muchos tabúes en relación con dicha cuestión que provocan que no se hable con naturalidad de ellas y que las aulas se conviertan a veces en auténticos ‘’armarios’,’ produciendo un ambiente incómodo para el alumnado. Por eso, la comunidad educativa debe ejercer un papel clave para apoyar a sus estudiantes a hablar de ello tranquila y honestamente.
Para tratar las cuestiones sobre diversidad sexual deben enseñarse los derechos básicos de las personas, concretamente los del colectivo LGTBI: poseer información, tener derecho sobre el propio cuerpo, tener derecho a mantener relaciones sexuales con quien se desee… son contenidos que deberían estar muy presentes en las aulas, pues se trata de derechos cuyo conocimiento va a ser útil para mejorar la autoestima de las niñas y niños y que mostrarles que se encuentran respaldados por su comunidad educativa.
Descubriendo las historias del colectivo LGTBI
Visibilizar e informar de la historia y el recorrido de las personas LGTBI enseña al alumnado a vivir las diferentes maneras que tenemos de relacionarnos y entender el amor. De la misma manera, podemos crear aulas repletas de respeto, sin homofobia o transfobia.
Manejar estos temas en dichas aulas las convertirá en espacios seguros y abiertos a la diversidad, mostrando que hay más realidad que la estructura heteronormativa que se ha venido enseñando y transmitiendo durante siglos.
Es importante recordar a todas las personas que lucharon para conseguir los derechos actuales LGTBI, y hacer ver también que en muchas partes del mundo, formar parte de este colectivo sigue siendo motivo de cárcel o incluso muerte. En nuestro propio contexto es importante asimismo hacer referencia a las discriminaciones que sigue sufriendo dicho grupo, para que el alumnado sea capaz de identificaras, no repetirlas y alzar la voz cuando vea una situación de discriminación hacia alguien por su orientación sexual.
Se trata, en definitiva, de enseñar y dejar de ocultar, ya que lo que no se ve y no se nombra no existe. Los niños y niñas vienen sin prejuicios al mundo, y educar de manera transversal desde las aulas servirá para que sean conscientes de los prejuicios producidos por la publicidad, las religiones y sus propios mayores. Mostrar realidades diferentes a la que les rodea de manera mayoritaria es clave, y las aulas juegan ahí un papel fundamental, por ser agentes de socialización de primer orden y porque también, además de a través de los libros, pueden transmitir sus enseñanzas mediante el arte o el discurso y comportamiento del propio personal docente.
Solo así conseguiremos una sociedad libre, sin condicionantes que decidan la manera en la que niñas y niños se socialicen. En conclusión, el hecho de incorporar en la educación las cuestiones de diversidad sexual y los derechos de las personas y colectivos LGTBI da como resultado una mejor convivencia en el aula y una visión más amplia de la realidad y, sobre todo, permite dotar de herramientas a la generación futura para construir un mundo que respete y ame libremente.