PRODUCIR CONOCIMIENTO EN LA ERA DIGITAL: UN GUIÑO AL FEMINISMO DE DATOS

PRODUCIR CONOCIMIENTO EN LA ERA DIGITAL: UN GUIÑO AL FEMINISMO DE DATOS

Por Georgiana Livia Cruceanu, socióloga en proceso de especialización en metodología de la investigación en ciencias sociales y en investigación aplicada en estudios feministas, de género y ciudadanía.

El término "nativas digitales", hoy ampliamente utilizado, aparece por primera vez en el artículo de Marc Prensky titulado "Digital Natives, Digital Immigrants” (2001). En teoría, las nativas nos sumergimos en la tecnología desde nuestro propio nacimiento, mientras que las inmigrantes digitales tienen que adaptarse, actualizarse para no quedarse atrás. Una perspectiva impregnada de edadismo (discriminación hacia las personas mayores) y poco acorde a la realidad aun evidenciando la brecha digital (acceso, uso o impacto desigual de las TICs entre los grupos sociales).

En el ámbito de las ciencias sociales sin embargo, todavía continúa desaprovechándose el potencial de las nuevas tecnologías. Es más, incluso es habitual que se desconozca la e-investigación. Como dice la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Elisa García-Mingo, “no es el futuro, ¡es el presente!”. Un presente que se hizo visible durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, momento en el cual hemos tenido que repensar absolutamente todo. Mientras el ritmo social se ralentizaba, para las y los científicos sociales emergían fenómenos sociales que requieren enfoques, métodos y herramientas innovadoras. Todos los procesos de la investigación se digitalizan, el trabajo de campo se transforma, la red de colaboración entre investigadoras/es es global y la difusión y divulgación de las ciencias sociales se convierte en inmediata.

Por muy de cuaderno de campo que seamos, la digitalización del conocimiento nos exige acercarnos y plantear(nos) cuestiones como ¿qué es la etnografía virtual?, ¿cómo puedo scrapear un blog?, ¿es posible la investigación social en Tik Tok? Autoras como Noortje Marres, Deborah Lupton, Sarah Quinton y Jessie Daniels son pioneras de la Sociología Digital y sus aportaciones son la base de la investigación digital que inicia tímidamente su trayectoria en España.

 

Las investigadoras en la academia digital 

Ahora bien, ¿cómo es la academia digital? En una palabra: desordenada. En dos palabras: ritmo frenético. En tres palabras: desafíos y oportunidades. La producción científica en la era digital se caracteriza por su crecimiento exponencial; esto es, la publicación de artículos científicos a un ritmo vertiginoso, constante. Puede parecer lo esperable teniendo acceso instantáneo a una enorme cantidad de datos e información, pero también deja espacio a interrogantes sobre la calidad de los resultados y la ética de la investigación.

Dice Caroline Criado Pérez en su libro La mujer invisible (2020) que los datos “configuran un mundo hecho por y para los hombres”. De esta manera, tampoco debería sorprendernos que la producción del conocimiento no sea neutra desde una perspectiva de género, y esto es precisamente lo que visibilizan Catherine D’Ignazio y Lauren F. Klein en su obra Data Feminism (2020). Las mujeres investigadoras tienen menos posibilidades de liderar proyectos de investigación (según el Centro de Investigaciones Sociológicas, en 2019 tan solo había 693 investigadoras principales frente a 1428 hombres); existen diferencias y sesgos de género en la financiación (en palabras de Laura Cruz-Castro, “es un hecho que en general las científicas consiguen menos fondos para investigar”) y la sobrecarga de los cuidados, que les afecta en mayor medida al tener que compatibilizar la vida familiar con la carrera investigadora, algo que se señala claramente en el último estudio sobre las jóvenes investigadoras del Ministerio de Cultura y Deporte. Asimismo, desde el feminismo de datos se plantea una crítica interseccional y se reflexiona sobre el peligro que supone hacer uso de datos que podrían reproducir sesgos y estereotipos que llevamos siglos arrastrando. Surge así la necesidad de realizar investigaciones críticas desde el punto de vista de género, tanto en contextos offline como online.

 

Transferencia y divulgación de las ciencias sociales

La digitalización también ha traído la motivación suficiente para que las ciencias sociales se comprometan con la transferencia, difusión y divulgación del conocimiento. Las posibilidades son infinitas y el coste es inferior, pero se requiere de tiempo y esfuerzo, como bien señaló Anna Sanmartín en su ponencia para la mesa redonda sobre la “Transferencia y Divulgación del conocimiento en las ciencias sociales” que tuvo lugar en la Universidad Complutense de Madrid en 2021.

La transferencia en la investigación social es otro pilar de la academia digital y puede definirse como el “conjunto de actividades dirigidas a la difusión de conocimientos, experiencias y habilidades con el fin de facilitar el uso, la aplicación y la explotación del conocimiento y de las capacidades en I+D de las Universidades fuera del ámbito académico” (Mercedes Taravillo Corral, 2021). En otras palabras, pretende evitar que el conocimiento producido termine siendo un fósil que catalogar y para ello, resulta fundamental atravesar los muros académicos para compartir, inspirar y poner en práctica los resultados. De la misma forma, la divulgación de la investigación social busca contribuir a la democratización del conocimiento, una reapropiación social del conocimiento científico que Joaquín Sevilla describe como “bajar el conocimiento de sus torres de marfil y conseguir que circule por los caminos que transitan habitualmente las y los ciudadanos comunes”. En todo ello, la perspectiva de género debe estar siempre presenta para evitar perpetuar sesgos discriminatorios. 

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