Por Carmen Borrego, licenciada en Farmacia, Máster en cooperación y salud comunitaria y Máster en estudios de mujeres, género y ciudadanía
La ginecología feminista nos permite crear estrategias y experiencias para
apropiarnos del cuerpo y la salud propias. Es una herramienta política para rescatar los saberes y conocimientos que a lo largo de la historia el sistema patriarcal ha invisibilizado. El conocimiento nos da la posibilidad de elegir, de tomar partido en nuestra salud y no quedar relegados a meros objetos “pacientes”. La medicina hegemónica ha restringido durante siglos el acceso de las mujeres a sus saberes, por la especialización y la institucionalización de los conocimientos por la que apostaba. Así, se ha creado un concepto de salud ginecológica ajeno a las experiencias de las mujeres e identidades disidentes, aun cuando fuesen sus cuerpos los que eran objeto de estudio, análisis e intervención. Por esta razón, progresivamente fueron apareciendo contradiscursos que apostaban por la autonomía del cuerpo propio, y cada vez más esas reivindicaciones se hacen apelando a la sororidad y a lo grupal.
La ginecología feminista no pretende ser una propuesta para negar los conocimientos creados desde la ciencia, pues existen herramientas y métodos que son interesantes y representan un gran avance para la gestión de la salud. Más bien, reivindica la necesidad de re-apropiarse de saberes propios y de cuestionar las bases paternalistas, machistas, racistas y heteronormativas que imperan en el sistema sanitario incluso hasta nuestros días.
La ginecología feminista es un proceso individual, pero también tiene que ser
colectivizado, pues nos permite crear estrategias de organización y soberanía para poner en común no solo nuestros saberes, sino también experiencias de violencia que ocurren a otras mujeres en el marco de la ciencia médica, encontrando así patrones comunes compartidos.
La colectivización de las experiencias brinda la oportunidad de escuchar otras voces y otras estrategias. El vínculo del grupo es importante para que todo esto se produzca, y se genera desde la escucha, fomentando la participación activa y el respeto. Por otro lado, colectivizar las experiencias nos puede servir también como herramienta para conocer otras estrategias de autogestión de la salud y empoderamiento colectivo. Por ello, es importante fomentar la participación colectiva a través de dinámicas, trabajos en grupo, debates, la redacción de relatos, las narraciones grupales….
Algunas recomendaciones para lograrlo
Para crear saberes ginecológicos colectivos es esencial que los cuidados estén en el centro y que se valoren las aportaciones de todas las mujeres presentes, cada una con sus propias experiencias y subjetividades. Los saberes colectivos se construyen teniendo en cuenta que cada cuerpo sabe y conoce sus sentires específicos.
El grupo podrá estar formado por una diversidad de personas, de criterios, creencias y tradiciones. Por tanto, nosotras debemos respetar cada forma de existencia, cada entidad, cada pensamiento, sin generar un juicio y sin intentar imponer nuestras convicciones. Los saberes creados desde lo colectivo se plantean como una propuesta de sabiduría que siempre está en construcción, generando debate y contrastando con diversas ideas.
También es muy importante tener presente en todo momento que la ginecología feminista debe realizar una crítica al discurso médico hegemónico desde una perspectiva que no sea solo feminista, sino también interseccional. Solo de esta manera estaremos respetando todas las diversidades posibles, tanto a nivel de origen étnico como de clase social, religión, etc.
Igualmente, es fundamental abogar por saberes que sean respetuosos con el medio ambiente, con el entorno y la cultura. El ecofeminismo nos puede dar en este sentido interesantes herramientas de análisis y reflexión.
En definitiva, la ginecología feminista es un acto revolucionario en un mundo en el que, durante siglos, nuestra salud y cuerpo han sido construidos por los hombres. Trabajar sobre ella de manera colectiva es doblemente valioso, pues nos permite reflexionar sobre todos esos saberes ancestrales compartiéndolos con otras compañeras y enriqueciéndonos a partir de sus propias vivencias.