Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista
El pasado 27 de enero se cumplieron 30 años del final de una búsqueda que mantuvo al país en vilo. Las tres niñas de Alcasser (Miriam, Toñi y Desirée, no olvidemos sus nombres) aparecían asesinadas en un paraje aislado. Más de dos meses de búsqueda pero también de lo que hoy sabemos que fue un periodismo macabro y cruel.
Con innumerables conexiones en directo y artículos de opinión abriendo diarios y programas, este caso sirve como un máster en sí mismo sobre lo que no debe ser el periodismo de sucesos. Sin embargo, tanto tiempo después parece que la situación no ha cambiado tanto en lo que se refiere al tratamiento informativo cuando nosotras somos quienes aparecemos en ellas: editoriales que dudan de las víctimas, abordaje banal de ciertos tipos de agresiones como “los pinchazos”, invisibilización de las mujeres como fuentes o protagonistas de las noticias…
Vivimos en una época de crisis global para el periodismo. La feroz competencia de otras fuentes de información, así como el desinterés hacia la información seria, hace que la unión del marketing y los medios acrecienten esta crisis: el periodismo de las fakes news se une al del clickbait en la búsqueda de la interacción en base a titulares sensacionalistas que logren la viralidad sin tener en cuenta la calidad o veracidad del contenido. Esta situación hace que encontrar un periodismo basado en la igualdad se complique, porque la búsqueda del golpe de efecto le gana a la perspectiva de género.
Las periodistas en pie de guerra
De la primera huelga feminista, que tuvo lugar el 8 de marzo de 2018, surgió la iniciativa “Las Periodistas Paramos”, que visibilizó la situación precaria de las mujeres dentro del oficio en España, mediante un manifiesto firmado por más de 8.000 compañeras de diversos ámbitos de la comunicación. Esta convocatoria fue además el germen que dio lugar a asociaciones tan importantes como la Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León, Xornalistas Galegas (“Periodistas gallegas”, en Galicia) o la Asociación de Periodistas por la Igualdad, que nacieron durante ese mismo año, uniéndose a otras de ámbito similar con más recorrido. Este asociacionismo ya no solo centraba su labor en la defensa y reconocimiento de las colegas de profesión, sino que nacía con un objetivo más amplio: el de lograr un periodismo con perspectiva de género que acabase con el machismo en la redacción de las noticias y en el uso sexista de la imagen de la mujer, que se sigue produciendo hoy en día.
La labor de estas asociaciones y de otras iniciativas afines continúa siendo esencial a falta de un organismo regulador o una ética periodística que fomente y obligue a informar con una perspectiva basada en el respeto y la igualdad. Señalar y hacer públicas las malas praxis las elevan a debate público y refuerzan la idea de que otro periodismo es posible.
Se trata de poner el foco en los agresores en lugar de en las víctimas, protegiendo su anonimato, trabajar para que los culpables no encuentren cómplices en los medios, fomentar un lenguaje inclusivo, dejar de idealizar e infantilizar a la mujer y abandonar el uso sexista de su imagen, tanto en noticias como artículos de opinión y editoriales.
No queremos noticias con contenido explícito sobre violencia sexual, artículos de opinión deslegitimando a las víctimas, editoriales que cuestionan la valía de la mujer por el hecho de serlo, la ocultación de los nombres femeninos, ni tampoco que cientos de periodistas y profesionales de la comunicación sean violentadas, amenazadas o ninguneadas en el ejercicio de su labor.
Miles de campañas y medios que se destinan para ayudar a las mujeres a defenderse y a denunciar a sus agresores se vuelven papel mojado cuando los medios minimizan la problemática, relegando la violencia a asuntos personales, o cuando ven en la mujer una causa que justifica un crimen. Discursos romantizados sobre el hombre agresor que vienen de un imaginario de antaño y encuentran aún espacio en ciertos diarios: “Mató al amor de su vida”, rezaba este 2023 el titular de un artículo que ponía nombre e historia al asesino de Eva.
Sabemos que el consentimiento legal para las relaciones sexuales está en 16 años, pero las noticias siguen informando sobre noviazgos de adultos con niñas menores, noticias que hablan de chicos de 30 años y de mujeres de 16. La infantilización de la mujer cuando tiene el poder en la toma de decisiones, frente a su madurez cuando se trata de asuntos de abuso o sexualidad.
Si buscamos una sociedad madura, basada en el respeto y la igualdad, es necesario que los medios pongan de su parte. Y como ciudadanía, debemos rechazar y visibilizar también cuando se producen estas prácticas que no ayudan ni al periodismo ni a nuestra sociedad, evitando compartirlas y difundirlas.
Colaboremos para lograr una prensa responsable.
El periodismo estuvo hasta tiempos muy recientes vetado a las mujeres. Sobre algunas de las pioneras que rompieron esas barreras hablamos en este artículo: https://perifericas.es/blogs/blog/mujeres-que-cuentan