¿POR QUÉ LA EDUCACIÓN SEXO-AFECTIVA FEMINISTA ES CLAVE EN LA INFANCIA?

¿POR QUÉ LA EDUCACIÓN SEXO-AFECTIVA FEMINISTA ES CLAVE EN LA INFANCIA?

Por Lara Rodríguez Pereira, graduada en Estudios Internacionales y estudiante de Máster en Cooperación al Desarrollo, con enfoque en género, derechos humanos y procesos de desarrollo

Existe una concepción profundamente arraigada de que sexualidad e infancia no pueden —ni deben— ir de la mano. Estamos acostumbradas a escuchar frases como “son demasiado pequeños y pequeñas”, “estamos adelantando contenidos” o “aún no toca”. Sin embargo, desde muy temprano crecemos, nos relacionamos y nos desarrollamos en un entorno repleto de discursos y silencios. Y en lo que no se dice también hay mucho de lo que somos y de cómo entendemos el mundo, incluyendo nuestra relación con la sexualidad. Esta nos acompaña en todas etapas de la vida, incluida la infancia, independientemente de si decidimos abordarla o no.

Sin embargo, persiste la reticencia a tratar temas afectivo-sexuales en las aulas, aun cuando este silencio solo agrava la situación, generando desinformación y estigmatización. La falta de educación sexo-afectiva aunada al creciente impacto de las redes sociales y el temprano acceso a la pornografía —que en España se sitúa entre los 9 y 11 años— contribuyen a la reproducción de discursos y prácticas basadas en estructuras tradicionales de poder y normas de género excluyentes que no tienen en cuenta la diversidad o el consentimiento.

La educación sexo-afectiva promueve el desarrollo integral de las infancias, permitiendo abordar cuestiones relativas a su bienestar físico, emocional y social. El modelo adultocéntrico y coitocéntrico ha reducido la educación sexual en las aulas a cuestiones como la prevención de embarazos no deseados o las enfermedades de transmisión sexual (ETS), cuando en realidad abarca un campo mucho más amplio: la comprensión de los cuerpos, las emociones y las relaciones saludables. La niñez es, sobre todo, una etapa de aprendizaje y curiosidad, y como tal, un momento clave para descubrir, aprender y explorar el mundo que nos rodea y a nosotras mismas.

 

¿Qué aporta la lente feminista?

La educación sexo-afectiva desde una lente feminista tiene un enorme potencial transformador: permite desmontar mandatos de género, promover una relación sana con nuestros cuerpos, prevenir violencias, establecer límites y deseos, identificar y expresar emociones, así como construir vínculos sanos y respetuosos. La sexualidad es un elemento de organización social jerárquica, y en ese sentido, la educación sexo-afectiva feminista permite abordar las relaciones de poder presentes tanto en el mundo en el que vivimos como en la propia práctica educativa. 

Educar en estos términos pone foco en los cuidados, los afectos, el consentimiento y la celebración de la diversidad. Es decir, desnaturaliza mandatos de género, brinda herramientas para vivir con autonomía y libertad e incorpora una dimensión interseccional que reconoce la diversidad funcional, la raza o la clase.

En el caso de la educación primaria, en palabras de El Shafi, la educación sexo-afectiva busca proporcionar en la infancia las herramientas necesarias para comprender y gestionar adecuadamente la afectividad, relaciones interpersonales y sexualidad en un contexto saludable y respetuoso. Las nociones que debe incluir la educación sexo-afectiva en estas edades pasan por la promoción del desarrollo integral, la prevención de situaciones de riesgo, el fomento de relaciones saludables, la diversidad y tolerancia, el empoderamiento y la autonomía. Para ello, deben usarse metodologías participativas, activas y reflexivas, así como apoyarse en la formación específica del profesorado.

Desde las pedagogías feministas también se señala la necesidad de revisar nuestras prácticas educativas, preguntándonos ¿qué mensajes transmitimos? y ¿qué silencios sostenemos? Autoras de referencia como bell hooks (1994) entienden la pedagogía como una “práctica de la libertad”. Es decir, conciben la transmisión del conocimiento en las aulas como un acto político con un gran potencial transformador. Por ello, dentro de las comunidades educativas, los centros educativos y el profesorado tienen un papel clave como agentes de socialización y acompañamiento.

En definitiva, si aspiramos a construir sociedades más justas, igualitarias e inclusivas, debemos educar desde la infancia en valores que las sostengan. Integrar la lente feminista es, por tanto, una práctica de justicia social. La educación sexo-afectiva feminista es una apuesta por el derecho de las infancias a a habitar el mundo en condiciones de igualdad y respeto mutuo.

En este otro artículo reflexionábamos sobre cómo las infancias libres y diversas conducen a niñeces felices: https://perifericas.es/blogs/blog/infancias-libres-diversas

 

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