Por Sara Martín Gutiérrez, doctora en Historia Contemporánea, profesora de PeriFéricas y creadora de Naturaleza cósmica, proyecto donde muestra las distintas realidades identitarias de género en conexión con la tierra
Si hay algo que nos ha traído la caída de las estructuras de vida en 2020 ha sido un espacio inmenso para la reflexión, para explorar las experiencias, emocionalidad y procesos pendientes a través de un viaje a nuestro interior.
Conectar con nuestra esencia, reconocernos diversas y valorar la riqueza que ofrecen la inclusión y participación colectiva es uno de los puntos del despertar que estamos viviendo. Mayor reconocimiento a la propia individualidad, ruptura con los códigos de creencias culturales y los sistemas binarios de género… son solo algunos de los procesos que las personas han experimentado antes y después de estos últimos procesos de cambio. En los tiempos actuales hemos visto cómo nuestras niñeces nos interpelan cada vez más, queriendo ser reconocidas tal y como son.
La infancia es uno de los periodos más importantes de nuestras vidas, donde configuramos buena parte de nuestras identidades y asumimos o nos rebelamos contra las formas de ser o los discursos y representaciones culturales que imperan en las sociedades que habitamos. Las experiencias que se viven en esta etapa van a marcar profundamente la salud, el bienestar y el potencial creativo de las personas en su ciclo vital. Asimismo, cualquier límite o alteración en la experiencia del bienestar durante la niñez puede ocasionar complicaciones en las relaciones sociales durante el periodo de la adolescencia, y también en etapas vitales posteriores. Durante este momento la relación con la propia corporalidad, así como con el mundo emocional interno, resultan de gran relevancia para el mantenimiento de la salud integral, particularmente en aquellas infancias que se encuentran menos visibilizadas por una discriminación de género o sexual.
La construcción cultural de las infancias se encuentra atravesada por la mirada occidental, y su naturaleza obedece también a un enfoque adultocéntrico donde no siempre las voces infantiles han podido hacerse escuchar. Es importante que sintamos a las infancias como agentes sociales que participan en la construcción completa de sus vidas, con un potencial natural, creativo y subjetivo determinado, único e inalienable.
La satisfacción que las infancias experimentan con su propia identidad apenas es un tema recurrente en el campo de la investigación. Comenzar a practicar un estilo de comunicación asertivo y un escucha activa supone garantizar el primer paso para revertir esta ausencia. La principal propuesta colectiva pasa por comprender el acompañamiento emocional a través del desarrollo de la asertividad, la autocompasión y la empatía. El desarrollo de la escucha activa y de la comunicación afectiva, sustentada en la amorosidad, resulta relevante para que las infancias crezcan libres, saludables y felices.
Pedagogías por la libertad de ser y el apoyo emocional desde el amor
Favorecer la intuición, el sentir y la libre expresión de las emocionalidades diversas es un reto que en numerosas ocasiones requiere de ayuda profesionalizada. Nuestra propuesta pasa por retomar la educación biocéntrica, en contraposición al antropocentrismo, situando así los procesos de vida en el centro y colocando la vivencia personal como el elemento más destacado del proceso de desarrollo. Este “aprender a vivir” tiene que ver con incorporar la expresión libre de la identidad y la afectividad, con promover la creatividad, la inteligencia afectiva y el razonamiento crítico y con defender el placer de vivir y el disfrute.
Otra de las aportaciones pedagógicas interesantes en “la escuela de la vida” de nuestras infancias es la de María Montessori (1870-1952). Ella afirmaba que las niñeces tienen una personalidad libre y que el sistema educativo, así como el social, solo reprimen su expresión. Su propuesta es radicalmente opuesta a las legislaciones de nuestras sociedades, ya que propone adecuar “el espacio” a las necesidades de las niñeces, de acuerdo a las potencialidades que pueden desarrollar, a sus habilidades innatas.
En definitiva, tenemos que escuchar más a las voces de las infancias, empezar a reconocer su capacidad creadora, y revisar los lenguajes limitantes o de creencias que interfieren en su desarrollo temprano. Acompañar a las infancias diversas en el desarrollo del amor propio es una clave fundamental para garantizar la salud emocional y el “buen vivir” de todas y cada una de las niñeces.
Inclusión, diversidad, y el reconocimiento de las diferencias desde una mirada que valora la riqueza de estas es una de las claves necesarias para escuchar a las infancias. Así estaremos sosteniendo su caminar con autonomía, valentía e independencia.
El respeto a la diversidad sexual durante la infancia es clave para lograr crear adultos y adultas felices: https://perifericas.es/blogs/blog/la-diversidad-sexual-en-las-aulas