PATOLOGIZANDO LAS EMOCIONES FEMENINAS: GÉNERO Y SALUD

PATOLOGIZANDO LAS EMOCIONES FEMENINAS: GÉNERO Y SALUD

Por Alejandra Neira, pedagoga especializada en igualdad e inclusión con perspectiva de género, con experiencia en proyectos coeducativos e intervención con mujeres en situación de violencia de género y/o en riesgo de exclusión social

En una sociedad donde lo masculino ha sido tradicionalmente elevado por encima de lo femenino, las mujeres se han visto relegadas a una posición de subordinación. Los roles de género desempeñan un papel fundamental en este proceso, imponiendo cargas mentales y de cuidado. Junto con otras formas de opresión, contribuyen a una situación de salud más precaria para las mujeres.

Este fenómeno complejo y multifacético muestra cómo se entrelazan privilegios y desventajas en la sociedad. Es frecuente encontrarnos con relatos de mujeres que, enfrentando una variedad de malestares, buscan respuestas en consultas médicas. Estos malestares pueden variar, y en ocasiones se manifiestan en expresiones como "He estado teniendo problemas para dormir", "Últimamente me siento mal", "Estoy lidiando con ansiedad", entre otras. En muchos casos la respuesta simplista por parte de los y las profesionales de la salud es: "Toma esta medicación". Si bien no hay que obviar que en muchos casos la medicación es necesaria, detrás de esta práctica en ocasiones llevada al extremo se oculta un fenómeno preocupante: la patologización de las emociones y la medicalización de los cuerpos de las mujeres.

Carina Escobar, presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), y la doctora Ana López Trenco, médica vocal del Foro Español de Pacientes (FEP), subrayan la existencia de ese problema significativo en el diagnóstico y tratamiento de la salud femenina. Las causas son diversas: algunas mujeres tienden a minimizar sus síntomas, posiblemente influenciadas por las múltiples responsabilidades y cargas que enfrentan a diario, lo que les impide dedicarse tiempo y aguantar debido a ese “no poder parar”. Por otro lado, el personal sanitario puede tener sesgos de género al asociar ciertas patologías principalmente con los hombres, lo que lleva a pasar por alto los síntomas presentados por ellas.

En otras palabras, se recetan más medicamentos y tratamientos a las mujeres, a menudo sin explorar adecuadamente las causas subyacentes de sus síntomas, lo cual contribuye en última instancia a la sobremedicalización y a tratamientos inadecuados. Además, indicadores como el Índice de Igualdad de Género (IGG) revelan que, si bien las mujeres viven más tiempo que los hombres, su calidad de vida es inferior. Este panorama subraya la urgente necesidad de abordar la medicalización con perspectiva de género y de promover enfoques más holísticos y centrados en la persona.

 

 

Más allá de los síntomas

La sobremedicalización de las mujeres acostumbra conducir a un tratamiento inadecuado de las verdaderas causas de los problemas de salud, ya que se abordan los síntomas de forma superficial en lugar de las raíces del malestar. Además, puede contribuir a la dependencia de fármacos, con sus consiguientes riesgos para la salud a corto, medio y largo plazo.

La medicalización excesiva puede ser atribuible a diversos factores, entre los que destacan los sesgos de género arraigados en la práctica médica y la falta de investigación que aborde específicamente las necesidades de salud de las mujeres. Esta disciplina, al igual que muchas otras, ha sido investigada y desarrollada mayormente por hombres y para hombres, lo que ha resultado en una clara visión androcéntrica. Además, se suma la persistente estigmatización que asocia a las mujeres con características emocionales, las percibe como seres subordinados y las condiciona por sus supuestas fluctuaciones hormonales.

Estas percepciones limitadas no solo influyen en la atención médica que reciben las mujeres, sino que también perpetúan desigualdades de género en el ámbito de la salud. Evitarlo implica escuchar activamente a las mujeres, tener en cuenta sus experiencias y circunstancias y trabajar para abordar las causas subyacentes de sus malestares. En última instancia, es necesario promover una cultura de cuidado y autocuidado que reconozca y respete la complejidad de la salud de las mujeres, sin reducirlas a meros síntomas que requieren medicación.

 

Si quieres continuar ahondando en el tema, en este otro artículo reflexionamos sobre salud femenina y modelo médico hegemónico: https://perifericas.es/blogs/blog/salud-femenina-y-modelo-medico-hegemonico
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