Por Ana Fernández Quiroga, licenciada en Derecho y Doctora en Ciencias Sociales especialista en igualdad. Actualmente cursa una beca postdoctoral en Buenos Aires
En los últimos meses de mi estancia en América Latina he llegado a comprender un concepto que me ha causado bastante impresión y al que creo que es necesario aproximarse desde una perspectiva feminista. Es el concepto de necropolítica.
En esta parte del mundo dicho término ha tomado mucha fuerza, hasta el punto de que en el último Congreso de feminismo decolonial celebrado en Buenos Aires en diciembre de 2022 se llevó a cabo una sesión completa sobre esta temática el martes 6 de diciembre, en la que pude participar y en la que realizaba la siguiente reflexión:
La fórmula “hacer morir, dejar vivir‟ de los modos de poder de la soberanía, que invierte sus términos (“hacer vivir, dejar morir‟) bajo el prisma bio/tanato político, encuentra una cruda radicalización en nuestros tiempos, devenidos bio/necropolíticos, bajo una fórmula que reinventa su forma, así como la distribución de sus efectos. ¿Cómo opera la bio/necropolítica en la relación centro periferia en la que se organiza el mundo?, ¿cómo se relacionan la raza y los procesos de racialización con el bio/necropoder?, ¿cómo lo hacen los procesos de sexo-generización?
Algunos casos claves
En los últimos años se han vivido diversos feminicidios que han dado lugar a movimientos sociales con incidencia política. En el contexto de España la mayoría de estos movimientos tenían como objetivo la ampliación de los tipos penales en el ordenamiento jurídico. Es el ejemplo del caso Marta del Castillo, que terminó con la reforma del Código Penal, para incluir la prisión permanente revisable, así como la agravante de ocultación de cadáveres. Podemos realizar una primera aproximación y comprobar que la necropolítica relacionada con feminicidios se han construido en la línea de lo que es llamado el populismo punitivo, que caracteriza al Derecho Penal de la modernidad.
En América Latina, uno de los casos con mayor impacto en los últimos años es el de Marielle Franco, una concejala brasileña que se había convertido en un símbolo en la lucha por los Derechos Humanos, y que fue asesinada el 14 de marzo de 2018 a tiros en el centro de Río de Janeiro. Todavía queda pendiente de resolver el juicio en el que se vislumbre quién ordenó su asesinato, ya que están relacionadas con el crimen personas muy importantes del anterior Gobierno del país. Su familia, en búsqueda de verdad y justicia, comienza a liderar distintas movilizaciones que han tenido relevancia internacional y finalmente terminan con la creación del Instituto Marielle Franco. Desde este instituto han realizado diversas campañas en defensa de los Derechos Humanos, desde una perspectiva de género y de raza, para tratar de continuar con su legado.
Además, su hermana, Anielle Franco, que se convirtió en directora del instituto y con ello en una de las caras visibles del movimiento feminista afro del país, ha terminado siendo nombrada en este nuevo Gobierno brasileño la primera Ministra de Igualdad Racial, un puesto que por el que ha sido elegida como una de las 10 mujeres más influyentes del mundo en la revista Times, la única mujer brasileña afro que ha ocupado alguna vez esta lista.
Con esto me gustaría invitaros a reflexionar sobre cómo será en los próximos años la relación entre la necropolítica, los feminicidios y el movimiento feminista. ¿Confiarán de nuevo los movimientos feministas en el Derecho Penal? Desde mi punto de vista no es la solución, debido a que el Derecho tiene un sesgo de raza, de clase y de género que suele siempre perjudicar a los sectores más oprimidos. Sin embargo, sí tengo esperanzas en que las estrategias feministas frente a la necropolítica y los feminicidios sirvan de llama hacia el avance de los feminismos, como ha ocurrido con el caso de Marielle Franco.
El activismo feminista sigue suponiendo para muchas mujeres, en altos contextos, un alto coste personal: https://perifericas.es/blogs/blog/el-precio-del-activismo-feminista