LOS SESGOS DE GÉNERO EN LA MEDICINA Y SU IMPACTO EN LOS DIAGNÓSTICOS

LOS SESGOS DE GÉNERO EN LA MEDICINA Y SU IMPACTO EN LOS DIAGNÓSTICOS

Por Estefanía Ros Cordón, criminóloga y consultora especializada en prevención de la violencia, compliance e igualdad de género. Es la fundadora de Ethikos & Compliance, desde donde asesora a entidades en la protección de menores y la gestión del riesgo en entornos educativos y empresariales

Los sesgos de género en la medicina son un problema persistente que afecta a la calidad del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades en las mujeres. Históricamente, la investigación médica ha priorizado los cuerpos masculinos como referencia universal, lo que ha derivado en una atención desigual y en la subestimación de ciertos síntomas en ellas. Como consecuencia, muchas afecciones han sido mal diagnosticadas o tardíamente detectadas en mujeres, afectando a su calidad de vida y aumentando su riesgo de complicaciones graves. Este problema, ampliamente documentado en estudios recientes, ha llevado a cuestionar si la medicina del futuro podrá superar dichos sesgos.

Uno de los principales efectos del sesgo de género en la medicina es la diferencia en el tratamiento del dolor entre ambos sexos. Diversos estudios han demostrado que las quejas de dolor de las mujeres son con mayor frecuencia atribuidas a factores psicológicos o emocionales, mientras que en los hombres se interpretan como señales de una afección fisiológica subyacente. Esta diferencia en la percepción del dolor puede derivar en retrasos en el diagnóstico de enfermedades graves como el infarto de miocardio, que en mujeres suele manifestarse con síntomas distintos a los tradicionalmente indicados, incluyendo fatiga, náuseas y malestar general, lo que con frecuencia lleva a diagnósticos erróneos de ansiedad o trastornos digestivos.

Otro ámbito donde el sesgo de género es evidente es en la investigación médica, ya que hasta hace pocas décadas, los ensayos clínicos excluían a las mujeres debido a la variabilidad hormonal asociada al ciclo menstrual, lo que llevaba a desarrollar tratamientos y dosis basadas en la fisiología masculina. Ello ha resultado en una menor eficacia de ciertos medicamentos en mujeres y en un aumento del riesgo de efectos adversos. Por ejemplo, se ha demostrado que algunas dosis de fármacos como el zolpidem (utilizado en el tratamiento del insomnio) deberían ser menores para las mujeres debido a diferencias en la metabolización, un hallazgo que solo se estableció después de años de uso generalizado.

El sesgo también se extiende a enfermedades que afectan mayormente a las mujeres, pero que han sido menos estudiadas y comprendidas en comparación con aquellas predominantes en hombres. La endometriosis, por ejemplo, es una enfermedad crónica que afecta a una de cada diez mujeres en edad reproductiva; sin embargo, su diagnóstico puede tardar hasta diez años en encontrarse debido a la normalización del dolor menstrual en el discurso médico y social. Asimismo, enfermedades autoinmunes como el lupus, que afecta de manera desproporcionada a mujeres, a menudo son diagnosticadas tardíamente debido a la falta de investigación específica y a la diversidad de síntomas inespecíficos que presentan.

En el contexto de la salud mental, las mujeres también enfrentan desigualdades en el diagnóstico. Trastornos como el autismo y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) han sido históricamente subdiagnosticados en ellas debido a que los criterios diagnósticos se basan en estudios realizados mayoritariamente en niños varones, lo que implica que muchas mujeres reciban diagnósticos erróneos de ansiedad o depresión en lugar de un diagnóstico preciso que podría permitirles acceder a tratamientos adecuados.

Algunas soluciones posibles 

Para mitigar estos sesgos, es fundamental que la formación médica y la investigación incorporen una perspectiva de género que contemple las diferencias biológicas y socioculturales entre hombres y mujeres. Asimismo, es crucial que los sistemas de salud promuevan la participación equitativa de mujeres en ensayos clínicos y en la elaboración de guías clínicas que reflejen la diversidad de manifestaciones de las enfermedades en función del sexo y el género.

El impacto de los sesgos de género en la medicina no solo afecta a la salud individual, sino que también tiene consecuencias sociales y económicas significativas, al aumentar los costos asociados a diagnósticos tardíos y tratamientos ineficaces. A medida que se desarrollan nuevas investigaciones y se visibiliza esta problemática, la esperanza es que la medicina del futuro adopte un enfoque más equitativo e inclusivo.

¿Será feminista la medicina del futuro? Sobre ello nos preguntamos en este otro artículo del blog: https://perifericas.es/blogs/blog/sera-feminista-la-medicina-del-futuro

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