Por Georgiana Livia Cruceanu, socióloga en proceso de especialización en metodología de la investigación en ciencias sociales y en investigación aplicada en estudios feministas, de género y ciudadanía.
Series españolas como Vis a Vis y estadounidenses como Orange Is the New Black, dirigida esta por la guionista Jenji Kohan, despertaron cierto interés social sobre la situación de las mujeres en los sistemas penitenciarios, pero no el suficiente. Esto explica, en parte, la “falta de una política global de género en el ámbito penitenciario”, tal y como denuncia Concepción Yagüe Olmos, ex-directora del Centro Penitenciario de Mujeres de Alcalá de Guadaira, en Sevilla.
Una de las maneras más claras de hacer visibles a las mujeres en las prisiones es aportando datos y estadísticas actualizadas. Información sobre la presencia y la tipología delictiva de las mujeres que Ana López Cano, integrante de la red de Investigadoras “Sin Rejas”, ha obtenido junto con otras investigadoras que han reflexionado y teorizado sobre el encierro femenino, como Elisabet Almeda, Vicenta Cervelló, Concepción Yagüe, María Dolores Serrano, Ana Ballesteros, Lucía Nieto…
¿Qué son los módulos de respeto (MdR)?
Ana Ballesteros Pena, en su artículo sobre redomesticidad y encarcelamiento femenino, publicado en Papers, una de las principales revistas de sociología en España, ofrece una definición muy completa que permite entender los elementos claves de un MdR:
Se trataría de una “unidad de separación interior de un centro penitenciario, es decir, en principio, cada MdR se implantará de forma autónoma en el espacio físico que hoy representa un módulo penitenciario al uso. La participación en el mismo es, en principio, voluntaria, a partir de la firma de un «contrato terapéutico», que lleva implícita la aceptación de las normas del módulo. Estas normas regulan las siguientes áreas: personal, referente a higiene, aspecto, vestuario y cuidado de la celda; de cuidado del entorno (tareas del módulo) relativo a la utilización y al mantenimiento de los espacios comunes; de relaciones interpersonales, incluyendo todas las interacciones del sujeto con otras personas internas, con funcionarios, terapeutas y personal del exterior, y de actividades, en la que se regula la programación de actividades de cada persona interna, independientemente de las tareas del módulo que le correspondan a su grupo, de carácter obligatorio, que comprende todos los días de la semana y todas las horas del día, en la que se determinan qué actividades debe realizar en cada momento y se planifican los tiempos de ocio”.
A simple vista puede parecer una alternativa al tratamiento penitenciario con un impacto muy positivo para las mujeres. Pero si algo hemos aprendido las feministas es a no dar nada por sentado y analizar los hechos desde la perspectiva de género, a “permanecer vigilantes toda vuestra vida”, como diría Simone de Beauvoir. En este sentido, ¿se han pensado los MdR con y para las mujeres?
Los MdR surgen en 2001 en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) y “se promueven para las mujeres como si fueran medidas de igualdad de género pero en vez de promover la igualdad, acentúan los roles de género”, según afirma la socióloga Lucía Nieto. Son, en palabras de Ana Ballesteros, una “estrategia de redomesticar a las mujeres”. Finalidad que se consigue aplicando normas estrictas de limpieza, actividades estereotipadas y algo que desde el feminismo hemos intentado cambiar, la competitividad entre nosotras. Si bien se plantean como una alternativa y siendo la participación voluntaria, la realidad es que muchas mujeres están obligadas al no haber otros módulos donde ingresar o tener que ser trasladadas a otro centro penitenciario, con un efecto de desarraigo familiar importante. Además, todo el funcionamiento de los MdR tiene un impacto preocupante en la salud mental y bienestar emocional de las presas, pues estos módulos generan inseguridad, miedo y sumisión.
Como podemos concluir, los MdR no han sido pensados con y para las mujeres, pero hemos sido capaces de encontrar elementos, si bien no de empoderamiento, sí para mejorar las condiciones de vida en ellos. Los MdR se caracterizan por ser módulos más tranquilos, el personal es más amable, hay una actitud menos conflictiva entre las presas y a veces existen más recursos en comparación con los módulos ordinarios.
Es nuestra responsabilidad como científicas sociales ver (y hacer ver) la urgencia de repensar los sistemas penitenciarios y elaborar políticas públicas de igualdad para mejorar la situación de las mujeres presas.
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