LAS REDES SOCIALES COMO PLATAFORMA PARA EL EMPRENDIMIENTO FEMENINO

LAS REDES SOCIALES COMO PLATAFORMA PARA EL EMPRENDIMIENTO FEMENINO

Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista 

Las redes sociales han pasado de ser simples espacios para encontrar amistades, compartir experiencias o expresar ideas a estar profesionalizadas, de modo que cada vez están más llenas de publicidad y marcas que de perfiles de personas concretas.

El uso de las redes varía y sus públicos tampoco son iguales en todas ellas. Así, si TikTok se lleva a la juventud que Facebook ya no engancha, Instagram es la red preferida por las mujeres entre los 25 y 45 años, que buscan en su feed, stories y reels inspiración y tendencias.

Los famosos algoritmos de las redes sociales y sus políticas de privacidad son las que consiguen que los muros de estas aplicaciones se llenen cada vez más de contenido orientado a la consolidación de proyectos personales que apuestan por el emprendimiento.

Y esta orientación hacia la profesionalización está calando en el sexo femenino, ya que en situaciones de crisis económica como la actual, los perfiles más afectados son los de mujeres de mediana edad. Debido a los peor remunerados trabajos feminizados, las reducciones de jornadas y las labores de cuidados, son muchas las mujeres que, ante su empobrecimiento, ven en el mundo virtual una puerta abierta a poder obtener ganancias extras a través de proyectos de emprendimiento.

Sin duda, uno de los peligros de una red social como Instagram en la que prima la imagen es la tendencia a mostrar solo el lado bueno de la vida y de los negocios, creando una burbuja poderosa de ilusión sobre lo fácil, cómodo y rápido que se puede conseguir hacer crecer un sueño hasta convertirlo en un modo de vida.

Si marcas de venta de utensilios de cocina, productos de belleza o bebidas adelgazantes eran el recurso estrella para mujeres que buscaban un dinero extra que entrara en el hogar hasta hace unos años, el repunte de las redes sociales ha hecho que muchas apuesten ahora por sí mismas como creadoras de productos y servicios a los que antes simplemente dedicaban su tiempo libre y ahora quieren profesionalizar. Contenidos basados en manualidades, en difusión de conocimientos, en habilidades… Si hay que vender, que sea en lo que creemos.

Este creciente mercado surge de la necesidad pero también de la ilusión de ser sus propias jefas y tener el control de los tiempos y recursos, una opción a la que se recurre de manera especial cuando las empresas y administraciones siguen sin apostar por políticas reales a favor de la conciliación o de la igualdad de oportunidades.

 

La importancia de la marca personal

El emprendimiento femenino apoyado en las redes sociales tiene como base el deseo interno de romper con el “síndrome de la impostora” por el cual las mujeres no autorreconocemos nuestro valor, nuestro potencial o nuestras destrezas, y nos cuesta darnos a conocer en aquello que dominamos. Es una manera de romper también con muchas puertas y techos de cristal que se nos imponen en la sociedad de manera automática. Pero este emprendimiento nos obliga también a romper con vicios internos y arraigados como ponernos siempre en segundo plano, detrás de la familia y el hogar, y no priorizarnos: la mujer que emprende, como la que escribe, a menudo no tiene una “habitación propia” y eso lastra todo el proceso y la vuelve más esclava aún que antes si termina dedicando excesivo tiempo a sus proyectos de emprendimiento al tiempo que sigue encargándose del hogar o la familia.

Emprender con éxito requiere mucho más que una buena idea, un nombre y unas habilidades, son necesarios unos conocimientos económicos y legales que nos permitan no delegar todos estos aspectos en manos externas. Es necesario ser capaces de construir el discurso por el cual el público a quien nos dirijamos sea consciente del valor de lo que ofrecemos.

Atreverse a dar este paso es posible cuando las redes se usan como altavoz del trabajo, cuando se crean perfiles específicos y se teje una red profesional consistente. Porque más allá del trabajo en sí, trabajar con la difusión en redes sociales implica un tiempo esencial con una labor previa de creación de imagen de marca, identificación de públicos y social media.

Seremos independientes como emprendedoras desterrando esa capa de superheroínas que nos trasladan los perfiles perfectos de las redes sociales ante los que debemos hacer frente para no caer en el desánimo y la decepción con nosotras mismas. Transformar un hobbie en una profesión es el salto que debemos dar para llevar el timón de nuestras vidas y ser capaces de ordenar nuestros tiempos adecuándolos a nuestras necesidades personales, pero también vitales.

El síndrome de la impostora sigue lastrando el talento de las mujeres en pleno siglo XXI: https://perifericas.es/blogs/blog/el-sindrome-de-la-impostora-y-sus-lastres-para-el-talento-femenino

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