Por María Amparo Goas, estudiante de Trabajo Social y Criminología en la Universidad Pontificia de Comillas y con un curso de Género y Sexualidad con la British Columbia University
Los papeles sociales que se deben realizar en el cuidado y mantenimiento del hogar y de los miembros del núcleo familiar se han visto históricamente distribuidos desde la más absoluta falta de corresponsabilidad, soportando las mujeres la carga de dichas tareas.
Es por esto que no resulta sorprendente que sea a ellas a quienes se les presupone la obligación del cuidado de las personas que se encuentran en su entorno más inmediato y necesitan una especial atención.
Los cuidados no profesionales son aquellos que acompañan en la realización de tareas a una persona que muestra cierta dependencia para llevar a cabo actividades básicas de la vida diaria y, a pesar de que pueden ser realizados por cualquier familiar o conviviente de la persona en situación de dependencia, dichas tareas recaen, por lo general, en manos femeninas.
Las mujeres no hemos nacido biológicamente codificadas para ser mejores cuidadoras que los hombres, sino que es la jerarquía social patriarcal, históricamente arraigada, la que nos aboca a una posición de cuidados y nos presupone “altruistas por naturaleza”, por lo que, al aprehender ese altruismo, estamos dispuestas a asumir las cargas de cuidados como si fuese inherente a nuestra condición de mujer.
La feminización de las labores de cuidado ha llevado a que el imaginario social se conforme en base a la idea de que las mujeres somos más capaces a la hora de atender las necesidades de las personas en situación de dependencia. De esta forma, las necesidades del mundo se cargan sobre nuestros hombros.
Las expectativas sociales de cuidados que se han depositado sobre las mujeres dan lugar a diferencias reales a nivel social, ya que el autoajuste a las expectativas orienta las motivaciones y el aprendizaje que realiza cada género, influyendo en su comportamiento. Así es cómo las mujeres hemos acabado siendo el género cuidador en la sociedad actual.
La invisibilización de los cuidados
Las tareas de cuidados, especialmente cuando no están profesionalizadas, se encuentran con poco reconocimiento socioeconómico, de forma que el cuidado no profesional, socialmente atribuido a las mujeres, no contabiliza de forma productiva para la sociedad capitalista, generando así todo un imaginario que minusvalora la importancia de los cuidados.
Los cuidados no profesionales se encuentran completamente invisibilizados, a pesar de requerir un esfuerzo constante por parte de la cuidadora principal, ya que son tareas que se realizan a lo largo del día al completo. Las largas jornadas, sumadas a la falta de reconocimiento económico, suponen todo un escenario desfavorable para las mujeres cuidadoras que, en ocasiones, deben abandonar sus trabajos para poder atender las necesidades de la persona dependiente.
¿Qué pasa si una mujer debe renunciar a su trabajo para realizar las tareas de cuidados no profesionales? En primer lugar, la falta de acceso a los recursos económicos la aboca a una situación de dependencia económica respecto a la persona que obtenga los ingresos en el núcleo familiar (en caso de que exista una persona en el núcleo familiar que pueda mantener a la totalidad de los convivientes con sus ingresos).
De esta forma, las mujeres, una vez más, renunciamos a nuestra independencia económica por el “bien común”, como si nuestro trabajo remunerado valiese menos que el de los hombres que nos rodean y que tienen las mismas capacidades para el cuidado que nosotras.
En segundo lugar, a pesar de que hay mujeres que se sienten realizadas cuidando a otras personas, otras preferirían desarrollar otro tipo de tareas. Las mujeres somos diversas y nuestras aspiraciones también lo son. Es por esto que renunciar a un trabajo que te permite desarrollarte profesionalmente y en el que te sientes cómoda para cuidar a personas de tu entorno no es una obligación exclusiva de las mujeres.
La corresponsabilidad en los cuidados es la meta a la que debemos aspirar como sociedad, involucrando a ambos sexos por igual en las responsabilidades de cuidado, tanto de menores como de personas dependientes.
El autocuidado es un elemento fundamental para el empoderamiento femenino. En este artículo hablamos sobre él como una herramienta de lucha contra el patriarcado: https://perifericas.es/blogs/blog/el-autocuidado-contra-el-patriarcado
2 comentarios
Excelente tu articulo.Desde mi óptica ademas debemos fomentar desde la educación a partir de la escolarización – si esto no parte de la formacion familiar- que la mujer no vino a este mundo a ser cuidadora de otros.Solo con educación lograremos el empoderamiento para vencer el mandato tan arraigado en el patriarcado.Profesora Consulta de Derecho de familia
Estupendo artículo en la forma y en el fondo!!. Acertadísima e interesante reflexión que nos recuerda un modelo de cuidados errónea e injustamente asignados a las mujeres que se hace necesario afrontar como sociedad, para promover su cambio.
Resulta esperanzador que mujeres jóvenes se impliquen en los derechos de las mujeres, aún, en 2022, pendientes de conquistar.
Gracias Amparo.