Por Beatriz García, diplomada en trabajo social, máster en mediación y orientación familiar, máster en sexología y experta en igualdad de género, con especial atención a víctimas de violencia de género e intervención con mujeres migrantes. Actualmente trabaja como responsable del Programa de Protección Internacional de Accem
El estudio de las migraciones femeninas ha cobrado peso en los últimos años, y ha permitido visibilizar poco a poco este fenómeno. Reconocer la participación de las mujeres en los movimientos migratorios es un primer paso, pero todavía existen estrategias difuminadoras del fenómeno en diversos ámbitos. Dichas estrategias, expresadas a través de los medios de comunicación, de las estadísticas oficiales, de los mecanismos de construcción "de la otra", de las políticas de extranjería y sociales, de las construcciones de género en origen y destino, no solo restan peso cuantitativo a la migración de las mujeres, sino que simplifican su complejidad cualitativa, deformándola en estereotipos. La migración de las mujeres se asocia a proyectos masculinos o a estrategias del grupo familiar, y cuando se reconocen las estrategias individuales, el engaño, el tráfico, la explotación y la extrema vulnerabilidad, se convierten en tópicos frecuentes.
La migración procedente del Magreb, por centrarnos en un caso específico, es diversa en su composición, procedencia, bagajes culturales, proyectos, estrategias de inserción… Ante esta diversidad, la respuesta de nuestra sociedad es una recepción limitada por unos discursos y unas prácticas sociales uniformes, que enuncian y sitúan a las personas que de allí llegan a Europa como peligro, enemigo, problema o víctima. Esta última categoría se aplica especialmente cuando nos referimos a las mujeres.
Si bien la migración tradicional de las mujeres del Magreb se daba fundamentalmente dentro de los procesos de reunificación familiar, en los últimos años, y especialmente en los países del sur de Europa, se produce un aumento de la migración de aquellas que viajan solas. Mujeres con diversos proyectos y motivaciones para emigrar. Pero de nuevo en el discurso más extendido se produce un sesgo eurocéntrico y unificador, que contrasta con sus propias narraciones, en las cuales se constata la pluralidad de motivos por los cuales migran. Aspectos que nos empiezan a evidenciar que las razones para salir no son ni unidireccionales, ni lineales y que tampoco están determinadas únicamente por la reagrupación familiar, ni por los problemas económicos.
¿Integración o asimilación?
Probablemente el principal logro de los movimientos feministas magrebíes es haber conseguido que un mayor número de mujeres se conciencien sobre la inferioridad del estatus del que gozan respecto de los hombres y de la necesidad de hacer algo al respecto. Estos cambios no derivan de una asimilación con la sociedad receptora sino de una reinterpretación de los elementos de la sociedad de origen y de las experiencias y valores adquiridos en el nuevo contexto, dando lugar a unas identidades culturales, religiosas y de género, que lejos de ser uniformes y estáticas, son heterogéneas, y en constante construcción. Es importante reseñar que las migraciones constituyen “hechos sociales totales”, en palabras de Marcel Mauss, es decir, reproducen el funcionamiento de la sociedad en su conjunto e implican una suma de procesos, de variado rango, que deben ser considerados en su análisis. La información que proporciona su estudio sobrepasa, por tanto, el fenómeno en sí y nos advierte del funcionamiento general de la sociedad.
El énfasis puesto en las diferencias culturales como barrera a la integración no da cuenta de la multidimensionalidad del proceso de integración, remite más a la asimilación que a la integración, pero a una asimilación en clave cultural que obvia los aspectos socioeconómicos y de participación política, centrales en los procesos de integración/exclusión. La integración no es responsabilidad exclusiva de quienes llegan. La sociedad receptora es la dominante en términos ideológicos, materiales, de poder. Así, ha de realizar los mayores esfuerzos para lograr un proceso de integración.
La occidentalización es valorada como un síntoma de "integración" en las sociedades de acogida. Pero, ¿es esto la verdadera integración o más bien estamos describiendo un proceso de asimilación? Las mujeres magrebíes deben ser vistas en todas sus dimensiones y su pluralidad, sus desafíos deben ser reconocidos y sus logros y aportaciones visibilizados (allí y aquí). Creo que es básico que se realice un trabajo en tres líneas principales, sin perjuicio de incorporar otras tantas: se trataría de incrementar los niveles de coordinación entre las organizaciones de mujeres que trabajan en el ámbito de las migraciones, establecer canales e instrumentos de comunicación y sensibilización entre organizaciones de mujeres Norte-Sur y, finalmente, de fomentar espacios de comunicación entre la comunidad de origen y la de destino.
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1 comentario
Me parece muy importante el enfoque de diferenciar entre asimilación e integración.