LA SEPARACIÓN SEXISTA DESDE LA PRIMERA INFANCIA

LA SEPARACIÓN SEXISTA DESDE LA PRIMERA INFANCIA

Por María Amparo Goas, graduada en Trabajo Social y Criminología en la Universidad Pontificia de Comillas y con un curso de Género y Sexualidad con la British Columbia University

Cuando acceden a los centros educativos, los y las menores comienzan a desarrollar sus competencias para la vida en comunidad. Por ello, cada estereotipo de género que se vaya impregnando en su imaginario va a influir en la forma de relacionarse con dicha comunidad.

La educación es un socializador primario, de forma que lo que se integre en el comportamiento en edades tempranas se convertirá en creencias y pensamientos con dificultad para el cambio en el futuro. Por esto es especialmente importante que la educación en estos primeros años sea feminista y respete la libertad individual de cada menor para descubrir sus gustos y aficiones sin la influencia sexista de las creencias patriarcales arraigadas socialmente.

Las escuelas que se sustentan en la idea de que los y las menores deben educarse de forma separada por sexo se asientan sobre los pilares del patriarcado, haciendo así una distinción en las expectativas y las oportunidades de cada género, como si existiese una predisposición biológica a, por ejemplo, entender las ciencias o a desarrollar el pensamiento artístico.

Al contrario de lo que se pretende, los resultados de una educación separada por sexos conforman la creación de un entramado socializador sesgado según las expectativas que los y las profesionales tienen acerca de las aptitudes de sus alumnos/as en base a dicho sexo.

A pesar de que vivimos en una sociedad que cada vez se muestra más abierta respecto a que no existen actividades para niños o para niñas, los roles de género y las expectativas de comportamiento vinculadas a esos roles se encuentran aun ampliamente arraigados en el imaginario social de muchos progenitores y profesionales formadores.

De esta forma, algunas de las actividades extraescolares que se ofertan en los colegios tienen un gran sesgo de género, no solo en el diseño de la actividad, sino también en la participación que promueven, encontrándonos todavía hoy actividades como el judo, con una aplastante mayoría masculina, o el ballet o la gimnasia rítmica como actividades practicadas con una especial presencia femenina.

Otra de las separaciones que se generan desde la primera infancia en los menores es la vestimenta. En los colegios que tienen uniforme existe una clara separación entre los uniformes de chicos y chicas, siendo los de hombres más prácticos para poder realizar actividades de juego libre por el uso de pantalones en vez de falda.

Además, la vestimenta como forma de expresarnos hacia el mundo parece haberse arraigado a creencias sexistas acerca de las prendas que cada género tiene derecho a utilizar, de forma que al diferenciar los sexos en este ámbito se genera una mayor separación entre cada uno de ellos, dificultando más las opciones de desarrollar una mirada no sexista en la infancia.

 

¿Cómo los sexos por género conforman las expectativas de conducta?

Cuando a los y las menores se les repite que las actividades que realizan potencian las características de su sexo (la fuerza en varones y la delicadeza en mujeres), o se les impone un modelo de vestimenta que les diferencia desde la primera infancia, se establecen dos categorías sociales en base a los genitales con los que nacemos.

Por tanto, se procede a una utilización de las diferencias biológicas para conformar todo un entramado socializador diferencial, creando así los géneros como una categoría social distintiva, arraigada a una serie de expectativas de comportamiento diferenciales, instauradas mediante una educación sexista.

No existen actividades de “niños” ni actividades de “niñas”. Al hecho de que una actividad se encuentre mayormente realizada por mujeres no sigue una explicación biológica acerca de tendencias naturales, sino que la explicación es social.

Mediante la educación se conforma desde el mismo nacimiento el imaginario de los y las menores para modificar e implantar expectativas de comportamiento que se pretende que sigan. De esta forma si, según los cánones sociales, una mujer debe ser bonita y delicada, las menores sentirán un mayor interés por realizar actividades artísticas; por el contrario, si un hombre debe ser fuerte y peligroso, las actividades que realizarán los menores se encontrarán vinculadas a la fortaleza física y a la competición.

 

La coeducación es la herramienta clave para alcanzar la igualdad educativa: https://perifericas.es/blogs/blog/la-coeducacion-llave-para-la-igualdad-en-el-ambito-escolar

 

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