LA PORNOGRAFÍA Y EL DISCURSO DEL PODER

LA PORNOGRAFÍA Y EL DISCURSO DEL PODER

Por Karima Ziali, licenciada en Filosofía y Máster en Investigación antropológica y sus aplicaciones. Actualmente está centrada en escribir su primera novela y colabora con diferentes publicaciones online con artículos centrados en las sociedades musulmanas europeas y la sexualidad dentro de estos contextos

Antes de los 16 años un 75, 8% de los varones españoles ya ha consumido pornografía; en el caso de las españolas hablamos de un 35,5 %, según un estudio llevado a cabo por la Universidad de las Islas Baleares. Además, esta investigación plantea cómo el consumo de pornografía va de la mano del incremento de las conductas de riesgo en el terreno sexual. Este tipo de prácticas son más frecuentes en hombres (5 de cada 10) y hacen referencia a conductas como practicar sexo sin preservativo, intentar practicar sexo en grupo, así como con personas desconocidas.

El estudio apunta a diversas razones por las cuales los varones jóvenes consumen pornografía. Entre ellas destacan su uso para la masturbación, para responder a sus curiosidades y preguntas y para aprender sobre sexo. Para las mujeres, el motivo principal es satisfacer ciertas curiosidades, seguida de la masturbación. Quizás el dato más relevante es que tanto hombres como mujeres jóvenes llegan a la pornografía por Internet y sin estar buscándola.

Pero si se trata de anotar datos que reflejan hasta qué punto la pornografía está presente en nuestras vidas, no debemos pasar por alto el papel que jugaron plataformas como PornHub durante la cuarentena. Este gigante del porno online estimó que España alcanzó el 61% el tráfico en su página web el 17 de marzo de 2020. La cuarentena supuso un aislamiento social sin precedentes que modificó muchos patrones de sociabilización, y ello repercutió sobre nuestras formas de relacionarnos sexualmente. Además, el cierre de los burdeles y clubes por la suspensión del trabajo sexual también contribuyó a buscar amparo en el porno virtual.

La necesidad de sexo y de que permanezca latente, de sentir un orgasmo, fue el foco del marketing más incisivo de PornHub, que lanzó en esos primeros días de confinamiento un acceso libre y gratuito a sus contenidos durante el primer mes. Esta multinacional del porno, hecha y pensada casi en su totalidad para un disfrute masculino con el que algunos hombres y muchas mujeres no se identifican, ha conllevado una relectura de esta industria. Erika Lust, en Porno para Mujeres, reflexiona de la siguiente forma sobre su experiencia al ver porno por primera vez: “En esos filmes no estaba retratado el placer femenino, y la mujer solo aparecía para complacer a los hombres.”

Bajo esta premisa, Lust empieza un proceso de investigación sobre el porno bajo una revisión crítica del material que analiza, y que la lleva a realizar cine X feminista. En los últimos años, la pornografía ha devenido un objeto de estudio con un discurso propio y ha despertado un interés considerable, teniendo en cuenta cómo las TIC han contribuido a hacer permeable la pornografía de una forma eficaz y única.

 

Rosa Cobo y el poder inherente a la pornografía

Para Rosa Cobo, teórica feminista y experta en prostitución y pornografía, el ejercicio del poder y del dominio de los cuerpos son los mecanismos genuinos que se despliegan en el porno, con la intención de convertir a la mujer en una figura irrelevante desde su dimensión más íntima. Lo femenino deviene algo irrisorio, queda reducido hasta el punto de poder ser deformado con fines no solamente comerciales, sino también para recrear desde esta disminución una realidad del cuerpo sexual femenino con el cual hombres y mujeres nos disponemos a relacionamos.

En Pornografía. El placer del poder, Cobo afirma que la violencia inherente al porno es vista como erótica y como un principio legítimo para el sexo. Y quien ejerce de forma activa esta forma de agresión es el hombre, que adquiere su poder de este ejercicio sobre las mujeres, las cuales son resignificadas de forma pasiva y por ello solo capaces de recibir esa violencia masculina.

Pero, si el deseo sexual vertebra toda la práctica sexual, si es el cimiento sobre el que toma forma todo discurso y representación sexuales, ¿de qué forma queda dibujado en la pornografía? Para Rosa Cobo, la clave está en que la pornografía no solo representa, no solo pone delante de nosotros una ficción, sino que por hacer visible la relación de poder que mejor define al patriarcado, el deseo queda secuestrado dentro de la más real de las fantasías: la sumisión radical de la mujer. La pornografía, en definitiva, crea discurso, pero también legitima discursos. Construye una fantasía que se retroalimenta con la realidad, y este vínculo es la forma de definir individualidades sexuales. Este patrón se repite en la prostitución, que se reafirma sobre la idea de que las mujeres son “esclavas sexuales”.

Para Cobo, toda apología de la pornografía y de la prostitución es una forma de defender una explotación sexual que tiene rostro de mujer. El acceso a la pornografía nunca había sido tan fácil como hoy, y las formas que adopta la prostitución son múltiples y cada vez más difíciles de identificar como tales. OnlyFans, una red social pornográfica que dio el salto con la pandemia, muestra cómo se ha ido transformando este sector. La intimidad se hace pública, se expande, pero siempre sujeta a las ventajas de vetar a aquellos usuarios que incumplen las reglas del espacio virtual. La sensación de control sobre el material que los usuarios suben en esta plataforma online es lo que permite construir discursos que alejan estos formatos de pornografía de la mercantilización del sexo. Para Cobo, estamos ante una reformulación de algo que se sustenta sobre la precariedad y que queda definido siempre sobre unas relaciones de dominación.

Por otro lado, el auge de OnlyFans nos pone ante la tesitura de cuestionarnos qué papel juega la voluntad individual a la hora de decidir entrar como usuario o usuaria que emite contenido en esta red. El entramado socioeconómico se articula de tal forma sobre nuestros deseos que es complejo desentramar sus implicaciones, pero posiblemente lo que esto permite entrever es cómo el sexo, íntimo y subjetivo, se desplaza sobre un espacio social y colectivo y hace que afloren en este las ambivalencias y las incomodidades que forman parte del relato sobre la sexualidad.

 

Si quieres seguir ahondando sobre estas cuestiones, te recomendamos otro artículo de este blog, el que se analiza el contenido de la obra Pornoterrorismohttps://perifericas.es/blogs/blog/pornoterrorismo-diana-j-torres
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1 comentario

Buenos días PeriFéricas,

Si es cierto que a mis 22 años creyendo yo que fui adelantada en su momento en mi preadolescencia, me doy cuenta que aun asi por otro lado mis compañeros y amigos hombres me llevaban años de ventaja en cuanto a libertad sexual y se debe en general al consumo temprano de pornografia por parte de ellos (por desgracia muy poco feminista)

También está muy interesante la manera en la que habéis enfocado el tema de OnlyFans, tengo compañeras y amigas que se identifican como feministas pero por otro lado crean contenido para OnlyFans (a parte de tener su trabajo estable) apoyándose en esta falsa idea de sensación de control, tanto de contenido como de usuarios, y aun llevando relativamente poco en ese sector ya han tenido conflictos tanto online como físicos, lo cual me reafirma que esa sensación de control es totalmente ficticia.
Al final no deja de ser una “nueva prostitucion digital” escondida bajo una monetización bastante baja, quitando el porcentaje que se lleva la propia empresa, a cambio de vender tu cuerpo. De nuevo se repiten los mismos patrones de comercialización sexual que explota a las mujeres, sobre todo aquellas en situaciones vulnerables.
Mi pregunta es ¿Hay todavía alguna solución a todo este conflicto? ¿Pueden los gobiernos/estados hacer algo al respecto o la liberalización/legalización del mercado sexual supondría aún más conflicto por detrás? ¿Es la educación la única solución?

Carla

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