Por María Amparo Goas, estudiante de Trabajo Social y Criminología en la Universidad Pontificia de Comillas y con un curso de Género y Sexualidad con la British Columbia University
La adolescencia es una época de cambios para la persona: cambios en la forma de relacionarse con el mundo, búsqueda del propio lugar y, en especial, cambios en la forma en la que los y las menores se muestran a sí mismos al mundo que les rodea.
Las adolescentes se encuentran en esa edad en la que ya no son niñas y, sin embargo, tampoco son adultas. De esta forma, la creación del “yo adolescente” parece ser una prioridad para diferenciarse y a su vez identificarse con el grupo de iguales.
La adolescencia, a su vez, es una edad en la que existe una gran presencia de factores de riesgo que se vinculan con el ámbito del grupo de iguales, ya que la presión de grupo y la búsqueda de encajar en un contexto social, ligadas a una búsqueda de independencia con respecto a las personas que conformaban los vínculos familiares genera que las mujeres adolescentes se encuentren con una especial predisposición a aceptar los imaginarios sociales que se conforman a su alrededor.
Es por esto que la hipersexualización que se genera en torno a sus cuerpos cala en el imaginario social de las menores. que buscan descubrir su lugar en el mundo de los adultos. Los mensajes que reciben acerca de las expectativas que se tienen acerca de su apariencia lleva a que exista una grave afectación de la hipersexualización en una población que todavía no es adulta.
De esta forma, la hipersexualización de las menores adolescentes se desarrolla en el imaginario mediante diferentes discursos que podrían creerse diferentes, pero cuya base es la tradición patriarcal de consumo de mujeres:
En primer lugar, la hipersexualización de esta población se da desde la cultura patriarcal que las ve como objetos de consumo, por lo que su belleza y su cuerpo están constantemente viéndose comparados con los de otras mujeres y su prestigio social tiene mucha relación con la apetencia sexual que generan.
Por otro lado, una serie de movimientos feministas han promovido una idea de liberación de la mujer basada en la libertad para exponer su cuerpo como forma de empoderamiento, discurso que cala en las mentes más jóvenes y lleva a la autoexposición y el despliegue de la erótica propia sin tomar las precauciones necesarias para prevenir futuras victimizaciones.
Por lo tanto, nos encontramos con un sistema de creencias que promueve que las adolescentes caigan en conductas de exposición de sus cuerpos, algo especialmente peligroso en esa etapa de sus vidas.
Autoexposición en redes sociales
Las redes sociales han conseguido que exista una gran cantidad de personas conectadas mediante las nuevas tecnologías, y cada día estas conexiones tecnológicas crecen.
Las redes sociales se han vuelto, también una forma de exponer públicamente nuestra vida con nuestros seguidores, de forma que nace el fenómeno influencer. La hipersexualización de las mujeres en cualquier faceta de la vida cotidiana genera que su valor dependa en gran medida de su aspecto físico, y el hecho de que las redes sociales fomenten que las mujeres con mayor repercusión en redes sociales sean muy similares a los cánones de belleza normativos genera que el imaginario cree los estándares de belleza en base a la repetición e imitación de lo que recibimos en redes sociales.
Normalizar la exposición del cuerpo en redes sociales genera que los estándares de aceptación social se adapten a esa autoexposición, blanqueando la hipersexualización femenina mediante el uso del argumento del empoderamiento. Es decir, nos han vendido la hipersexualización y la cosificación femenina como empoderantes para nuestra sexualidad, y hemos aceptado el discurso lesivo como si de libertad de elección se tratase.
Durante la adolescencia los menores sienten una fuerte presión grupal, por la etapa de autodefinición y de descubrimiento de su propia identidad en la que se encuentran. Por ello, si la forma de encajar en sociedad depende de exponerse en redes sociales, no existe libertad en la toma de decisiones, puesto que dicha libertad se encuentra mediada por los estereotipos y roles de género que presionan para que encajen en el imaginario hipersexualizador.
Además, la exposición de las menores en redes sociales puede generar consecuencias psicosociales de gravedad en sus vidas, relacionadas con la autoimagen y la aceptación social, e incluso, puede terminar en una situación que les victimice utilizando, sin su consentimiento, las imágenes que han compartido de forma lesiva para ellas.
En los últimos años, las redes sociales se han convertido en una peligrosa herramienta de violencia de género, sobre todo entre los sectores más jóvenes de la población: https://perifericas.es/blogs/blog/redes-sociales-y-violencia-de-genero