LA CAZA DE BRUJAS O CÓMO INTENTAR ACABAR CON EL CONOCIMIENTO FEMENINO ANCESTRAL

Por Itziar Aldekoa, Licenciada en Sociología y Máster en Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía  

Durante siglos la historia de la humanidad ha sido escrita desde un punto de vista patriarcal. Desde el feminismo venimos reivindicando que se revise la historia teniendo en cuenta a las mujeres. Así ha ocurrido también con el estudio de la brujería. ¿Quiénes eran las brujas? ¿Por qué miles de ellas fueron quemadas en la hoguera a lo largo de Europa? Varios autores han estudiado el fenómeno de la conocida como caza de brujas, y existen diversas interpretaciones desde las diferentes disciplinas académicas. La historia ha analizado los documentos que registraban los juicios de la Inquisición, la antropología ha estudiado las características de las comunidades de la época y existen también análisis más próximos a la psiquiatría según los cuales la caza de brujas fue la causa de una forma de histeria colectiva. Sin embargo, la mayoría de estos estudios no han realizado un análisis de género en profundidad porque para ello es necesario aplicar una mirada feminista. Como han dejado claro los análisis feministas, no puede ser casualidad que la mayoría de las personas que fueron asesinadas en estos juicios inquisitoriales fueran mujeres.  

La caza de brujas a través de las gafas moradas

Propongo un juego para que veamos la historia a través de nuestras gafas moradas. Imaginemos, por ejemplo, que estamos en una pequeña aldea situada entre montañas al norte de la Península Ibérica, en algún momento a mediados del siglo XVI, trabajamos en el campo y a pesar de que seguimos los preceptos de la Iglesia Católica seguimos manteniendo algunos rituales relacionados con el culto a la fertilidad de la tierra. Llega por ejemplo el día de San Juan y un grupo de mujeres nos reunimos al anochecer alrededor de una hoguera, para cantar y bailar canciones tradicionales, para favorecer que la cosecha de este verano supere la del verano anterior, puesto que hubo demasiada sequía. Imaginemos entonces que hay un muchacho en el pueblo, que está celoso porque hemos rechazado su proposición de matrimonio, porque estamos enamoradas de otro joven del que hemos quedado embarazadas. Imaginemos que una de estas mujeres que nos acompaña en esta reunión nocturna posee conocimientos ancestrales sobre el uso medicinal de algunas plantas y confiamos en ella y nos aconseja sobre el mejor remedio natural para poder interrumpir este embarazo. Imaginemos que el muchacho celoso que hemos mencionado se entera de esta historia y acude a una confesión con el párroco de la aldea, a quién relata lo sucedido. El religioso conoce bien los manuales publicados por la Inquisición en los que se detalla cómo estas prácticas son sin lugar a dudas un ejemplo de brujería. Y así comienza la historia, una historia de la que conocemos el resultado, pero de la que nos han ocultado las causas reales. Desde el análisis que han realizado varias autoras feministas, como por ejemplo Silvia Federici, vemos cómo una de las causas fundamentales fue la lucha de poder que se daba en esta época, una transición que duro siglos, en la que se pasó de un sistema de creencias que en cierto sentido era más amigable con las mujeres y la naturaleza a una cosmovisión en la que lo principal pasó a ser el desarrollo económico capitalista, quedando relegado el papel de las mujeres a su función reproductora de la fuerza de trabajo. Por eso es necesario reescribir la historia de las mujeres, desde lo personal, desde lo político, desde el activismo y la práctica feministas. Porque las brujas no son solo aquellas mujeres de la Edad Media a las que la mayoría ya han olvidado, las brujas también somos nosotras, todas las mujeres que luchamos por la sostenibilidad de la vida, aquellas que mueren asesinadas, las que abortan o las malas madres, las locas y las putas, las lesbianas, bisexuales y transexuales, todas aquellas que nos atrevemos a cuestionar el orden establecido.