Por Paola Petri, nutricionista y entrenadora personal, especialista en alimentación intuitiva y recuperación de trastornos alimenticios
A pesar de que las dietas tradicionales sigan copando el mercado de la (supuesta) salud y la estética, la expresión “hacer dieta” cobra unos tintes cada vez más oscuros y que rechinan a más gente. Pero no por ello la cultura de la dieta ha perdido poder: ha sabido camuflarse para seguir controlando y manipulando a, sobre todo, las mujeres, para robarnos nuestro dinero y libertad. Ahora se usan términos como “estilo de vida”, “sistema” o “cambio de hábitos”.
Hoy vengo a hablar de una tendencia que va por estos derroteros y me parece especialmente preocupante por el hecho de que la promueven principalmente mujeres que, además, creen con ello estar lanzando un mensaje liberador y empoderador, cuando lo que están haciendo en realidad es perpetuar la cultura de la dieta. Hablo del movimiento strong not skinny (“fuerte, no flaca”), cuyo hashtag en Instagram cuenta con más de 9 millones de publicaciones.
Este mensaje tiene sin duda una parte positiva: cuestionar el estereotipo de belleza de la delgadez extrema y, a la vez, romper con el tabú en torno al entrenamiento de fuerza y el desarrollo muscular femenino. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.
Su problema más evidente es que mantiene el foco en el físico. Ensalza otro tipo de cuerpo, pero sigue propugnando un ideal de estética único que solo un pequeño número de mujeres podrán conseguir con su genética y circunstancias vitales (por ejemplo, tiempo para dedicar al entrenamiento); número que se reduce aún más si contamos que muchas mujeres lucirían así simplemente comiendo de manera intuitiva y realizando una actividad física que disfrutaran. Al final, es otra manera de vender programas dietéticos, suplementos y complementos alimenticios y planes de ejercicio y mantenernos con los ojos puestos en todas estas cosas y sus efectos sobre nuestro cuerpo, en lugar de invitarnos a escuchar lo que nuestro cuerpo quiere y necesita y practicar el autocuidado. Es cultura de la dieta para un público objetivo que se le estaba escapando: todas aquellas a quienes nos gusta oír que somos “mujeres fuertes”.
Aprendiendo a respetar nuestro cuerpo
Es prácticamente irrelevante que con este planteamiento se nos “permita” comer más calorías o pesar más. No necesitamos esas concesiones, sino saber confiar en nuestra programación interna y permitirnos respetar nuestro cuerpo, cuidándolo de verdad, no haciéndolo esclavo de imposiciones sociales y odiándolo por no encajar perfectamente en ellas.
Este mensaje además actúa como canto de sirena atrayente para una población especialmente vulnerable: las mujeres en recuperación de trastornos alimenticios. Se convierte en una excusa para seguir manteniendo un estricto control sobre cuánto y qué se come y continuar sobreejercitándose. Te permites más calorías, pero contándolas. Restringes alimentos, pero ahora es en nombre de la salud. Sustituyes el cardio por la fuerza, pero estás atada a una rutina de entrenamiento estricta que, por supuesto, no considera que actividades como caminar o hacer Pilates “cuenten”.
Además, las redes sociales te hacen pensar que este tipo de rutinas de ejercicio constituyen una recuperación (yo misma caí en esa trampa durante un tiempo). El trastorno alimenticio muta y te permite vivir en paz con el aplauso y elogio de los demás, que ahora te consideran un ejemplo de salud. Con ello, se distorsiona aún más la ya sesgada percepción social de qué hábitos son saludables y cómo debería lucir un cuerpo femenino sano.
En definitiva, strong not skinny, lejos de ser un eslogan de empoderamiento, es cultura de la dieta metida veladamente a las mujeres que justo creían estar por fin escapando de ella. Sí: merecemos comer más de lo que se nos ha venido diciendo, poder levantar pesas en el gimnasio sin aguantar burlas de los hombres y poder tener un cuerpo musculado sin que por ello se nos tache de masculinas. Pero estos son en realidad derechos que ya poseemos, y que precisamente este tipo de mensajes no hacen sino cercenar y tratar de convertir en imposición.
Hay voces que incluso consideran que la cultura de la dieta y el régimen gordofóbico pueden llegar a convertirse en una herramienta de presión política del patriarcado. Sobre ello reflexionamos en esta otra entrada del blog: https://perifericas.es/blogs/blog/gordofobia-patriarcado
1 comentario
Felicitaciones. Enviado a mi amiga psiquiatra q trabaja en cirugias bariatricas.