ESO QUE LLAMAMOS CARGA MENTAL: MUJERES, MANDATOS Y CUIDADOS

ESO QUE LLAMAMOS CARGA MENTAL: MUJERES, MANDATOS Y CUIDADOS

Por Constanza Taccari, psicóloga, especialista en formación y orientación laboral y consultora en igualdad, diversidad e inclusión. Como orientadora laboral, acompaña a mujeres migrantes en su inserción y desarrollo profesional en España

El despertador de Mariana suena a las 6:00am. Antes de abrir los ojos, repasa mentalmente la agenda del día: Mateo debe llevar pinturas y pinceles para una actividad escolar, Juan tiene examen de biología (hay que repasar una vez más los conceptos mientras desayuna), y, además, ambos tienen cita con el dentista por la tarde. Importante: hoy vence el plazo para hacer el primer pago del viaje de fin de curso de Juan, y Mateo necesita zapatillas nuevas para básquet. Hay que pasar también por la veterinaria a buscar la medicación del perro, y luego por la gasolinera. En algún momento del día también hay que completar el formulario que han solicitado los del seguro y hacer la compra. ¡Ah! y a última hora deberá acompañar a su madre al médico, porque resulta que ya no quiere ir sola, dice que su memoria falla y que necesita que alguien acuda junto a ella… Mariana respira profundo, abre los ojos y se pone de pie para comenzar.

Este podría ser el comienzo de un día habitual en la vida de una mujer de mediana edad, que trabaja dentro y fuera de su hogar, que se ocupa de tareas domésticas y de cuidado (de niños y niñas, y también de personas mayores) y que, además de todo esto, carga sobre su espalda con el peso de los mandatos, estereotipos y roles de género aún vigentes en nuestras sociedades. Porque, de una u otra manera, es un peso que las mujeres todavía transportamos y que genera múltiples efectos en nuestras vidas. Todo esto es, precisamente, lo que llamamos carga mental. 



El peso de la carga mental: más allá de lo visible

La carga mental es precisamente esa lista de tareas pendientes que nos acompaña desde primera hora de la mañana hasta el final del día. Son recordatorios cotidianos, pequeñas alarmas que se encienden en distintos momentos y que nos recuerdan todo lo que debemos resolver. No la vemos, pero nos va colapsando poco a poco, de manera tal que por las noches acabamos agotadas y sin fuerzas. Y lo decimos en femenino, porque esto nos sigue pasando mayoritariamente a mujeres. Por supuesto que muchos hombres también se encargan de tareas como estas, pero las estadísticas nos indican que, lamentablemente, no son la mayoría. 

En su libro (Mal) Educadas, la escritora argentina María Florencia Freijo define la carga mental como esa enorme cantidad de tareas de logística, coordinación y previsión de tareas que tenemos las mujeres en el día a día, y los malabares que hacemos para cumplir con ellas. Además, explica que nuestra educación nos prepara para, al final de cada día, asegurarnos de haber cumplido con aquello que nos correspondía hacer y que se espera de nosotras, aunque muchas veces en el camino perdamos la atención sobre nuestra propia felicidad. Los costos (reales y simbólicos) que implica la carga mental, y que pagamos diariamente las mujeres, son altísimos. 

A todo lo anterior se suma el peso de los mandatos y roles de género, porque son ellos los que nos silencian y no nos permiten ser conscientes de las situaciones injustas que vivimos a diario, debido al reparto poco equitativo de esa carga. Y, si bien actualmente podemos afirmar que el mandato tradicional de ser mujeres bellas, amables y sonrientes fue poco a poco desterrado, el problema es que en su lugar parece haberse instalado otro mandato, de la misma naturaleza y fuerza opresora que el anterior: el de la mujer “superpoderosa”, que lo puede todo y que acaba sus días agotada y sobrecargada, pero “felizmente empoderada”.

Un empoderamiento poco saludable que hace que ahora, además de ser las principales responsables de las tareas domésticas y del cuidado de otras personas, tengamos que ser también exitosas en nuestra vida profesional, pero sin descuidar nuestra imagen física y nuestra sexualidad. Ningún esfuerzo será suficiente si lo comparamos con estos niveles de exigencia. Las 24 horas del día no alcanzan, y nuestra energía tampoco… y bajo esta lógica es imposible que lo hagan.

La única salida posible a estos rígidos mandatos es permitirnos la pregunta, el cuestionamiento, el signo de interrogación sobre lo que antes era estanco, inamovible. Solo ese cuestionamiento nos permitirá pensar otras formas de educación para nuevas generaciones, una forma de educación que es posible, pero que requiere de una profunda revisión de todos esos mandatos, roles y estereotipos que, todavía hoy, nos siguen encorsetando.

La Navidad es uno de los momentos del año donde la carga mental de las mujeres alcanza su punto álgido: https://perifericas.es/blogs/blog/mujeres-y-carga-mental-navidena

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