Por Mirian del Olmo, trabajadora social especialista en mediación y Máster en igualdad de género. Intérprete en lengua de signos y apasionada de la accesibilidad
Oh, blanca Navidad:
Aquí estamos de nuevo, en el final de año. Estas fiestas navideñas son de nuevo postpandémicas, sin hidrogel ni toque de queda, afortunadamente. Ya toca, de nuevo, la época disparadora de conflictos familiares, de sesgos machistas, de “cuñadisimos”: ellas en la cocina y nosotros en el salón.
Café, copa y puro para ellos, comprar y organizar regalos, preparar comidas y cenas y arreglar agendas y cuadrantes familiares para nosotras.
Así ha sido y así será desde que el capitalismo es mundo.
Escribo desde la comodidad y el privilegio de la tísica clase media española, con todas mis necesidades básicas cubiertas, con trabajo remunerado, ingresos económicos regulares y salud estable. Desde mi heteronormatividad, mi nacionalidad, mi blanquitud y mi amplia, sana e incondicional red de apoyo, es muy fácil escribir en contra de estas fiestas, sin pasar frío y con la tripa llena, lo sé. Soy o intento ser cada día más consciente de que si no tienes un techo eres incapaz de reclamar una habitación propia como pedía Virginia Woolf y mucho menos una habitación propia con wifi, como irónicamente pide Lola Vendetta. “Yo soy yo y mis circunstancias”, que decía aquél, y de nosotras depende que al escucharnos hagamos por mejorar las unas con las otras, juntas, no enfrentadas. Dicho esto, volvemos a poner el foco en mi prisma navideño, donde las cargas domésticas, los cuidados, las vacaciones escolares y los villancicos caen sobre nuestras espaldas.
Ahí vamos, ho,ho,ho.
La “magia de la Navidad” y el trabajo reproductivo femenino
El trabajo doméstico, desde la teorización de la economía feminista denominado también trabajo reproductivo, es todo aquel que se tiene que llevar a cabo de modo no remunerado, ni monetizado, para sustentar la vida. Es lo comprendido dentro de todas las actividades que se realizan para cubrir y llevar a cabo los cuidados y tareas domésticas que son necesarias e imprescindibles dentro del ámbito privado y doméstico, encuadrado en la familia nuclear, principalmente.
Este tipo de trabajo en el inconsciente colectivo es reducido, muchas veces, a únicamente la limpieza y cuidados directos de personas dependientes, pero abarca mucho más. ¿Te suena ese soniquete continuo de hacer la lista de las compras pendientes mentalmente mientras tiendes? ¿Te suena ese run-run de estar repasando lo que falta en la nevera mentalmente de camino al trabajo? ¿Has buscado soluciones a un problema doméstico antes de dormirte? Sí, eso es la carga mental. Ahora coge a tu archiconocida carga mental, ponle espumillón, uvas de la suerte, turrón y mazapán por encima. Ya lo tienes, bienvenida a la Navidad.
Los parámetros de la carga mental navideña vienen siendo, básicamente, muy similares a los de la carga mental del resto del año, ya que el trabajo doméstico comprende todas las actividades de planificación, gestión, cuidado, limpieza, orden, mantenimiento… Es decir, incluye todas las tareas materiales e inmateriales, cuantificables e incuantificables que son imprescindibles para que el desarrollo de la vida en el ámbito doméstico sea. Enfocado todo esto en el contexto navideño sería todo lo que hay que hacer para que la Nochevieja tenga todo su tinglao montado y tu tío Manolo llegue a mesa puesta y solo se tenga que ocupar de quejarse porque están fríos los entrantes y de contar las uvas. Son las actividades de supervivencia, confort y bienestar no solo en cuanto a la cobertura de las necesidades básicas individuales y familiares, como el no pasar hambre o frío, sino en lo referente a la cobertura de necesidades culturales y costumbristas, algo que en las Navidades es especialmente importante.
Montar el Belén, comprar y enfriar la sidra, gestionar el Amigo Invisible, decorar la casa, agendar las citas navideñas, hacer la compra, cocinarla, preparar la casa, limpiar, ordenar, recoger, hacer los centros de mesa, conseguir las bragas rojas, el roscón de Reyes, las uvas de las campanadas… Sociohistóricamente todas estas cargas han sido y son feminizadas, con frases que hemos escuchado desde pequeñas como “ella envuelve los regalos que tiene mejor mano”, “cómpralo tú que te sabes las tallas de toda la familia”, “hazlo tú que lo dejas al punto”, “en casa de mi madre”, “ella lo trae”, “la tía lo cocina”, “la abuela se encarga”. La construcción cultural patriarcal sobre los cuidados, también en estas fechas, hace que las mujeres estemos aún más sobrecargadas, estresadas y saturadas de tareas, actividades y quehaceres para que la magia de la Navidad siga su curso.
Solo un dato para finalizar: las mujeres en España empleamos casi el doble de nuestro tiempo en la realización de tareas “navideñas” tales como cocinar o cualquier tipo de tarea catalogada por el INE como doméstica. Por tanto, delega, toma conciencia y prepárate para tus propias felices fiestas.
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