Por Escuela de feminismos alternativos PeriFéricas.
Mucho se habla de la necesidad de la educación afectivo-sexual en un entorno en el que los jóvenes se inician cada vez más pronto en el sexo. Sin embargo, no son tan frecuentes las aproximaciones desde el punto de vista de la igualdad, considerando cómo esa educación afectivo-sexual puede ayudar a construir relaciones marcadas por el respeto y el empoderamiento. De todo ello hablaremos en la entrada de hoy.
¿Qué es la educación afectivo-sexual?
Comencemos por una breve definición: entendemos por “educación afectivo sexual” un proceso de adquisición de actitudes, creencias y valores en torno a la sexualidad. Pese a que su nombre pueda conducir a asociarlo con etapas tempranas de formación de los seres humanos, lo cierto es que estamos hablando de un aprendizaje constante que debe estar presente a lo largo de toda la vida, al igual que sucede con la propia sexualidad. La educación afectivo-sexual no atiende únicamente al aspecto puramente biológico, sino que se extiende a los dominios socioculturales, psicológicos y conductuales, implicando, pues, una visión holística del tema. Se trata, en definitiva, de conseguir que los seres humanos sean capaces de comunicarse afectivamente de forma adecuada y de tomar decisiones responsables respecto a sus cuerpos y los vínculos que establecen con otras personas. Una buena educación afectivo-sexual va mucho más allá del conocimiento de determinados métodos anticonceptivos: implica comprender los cambios que nuestro cuerpo va experimentado (algo fundamental sobre todo durante la adolescencia), pero también aprender a gestionar los estados de ánimo y a relacionarse adecuadamente con las demás personas. De ahí que el papel de los progenitores y docentes sea fundamental durante las edades más tempranas, abriendo canales constantes de comunicación donde se puedan debatir y cuestionar este tipo de asuntos, así como plantear dudas al respecto.
Cómo la educación afectivo-sexual ayuda a educar en igualdad
Pero si hay un aspecto sobre la educación afectivo-sexual que nos interesa especialmente en PeriFéricas es el de cómo puede ayudar a educar en igualdad a las futuras generaciones. Esta tarea se desarrolla en estrecha relación con el sistema de coeducación, un método de enseñanza que parte del principio de la igualdad entre sexos y supone pues un avance de vital importancia respecto a la simple educación mixta.
¿Cómo puede ayudar la educación afectivo-sexual a conseguir sociedades más igualitarias?
Lo cierto es que de formas enormemente variadas: Para empezar, ofreciendo una educación sobre el propio cuerpo y su sexualidad que huya de estereotipos de género, abandonando ideas tales como que una sexualidad libre es solo aceptable en el caso de los varones o que la homosexualidad resulta sancionable a nivel social y no es “natural”. Reviste especial importancia la puesta de manifiesto de las violencias físicas, psicológicas y sexuales que pueden darse dentro de las relaciones, y que han de ser rechazadas, tanto en el ámbito de la escuela como en el más amplio de la sociedad y asimismo en el mundo virtual, cada vez más presente en la vida de millones de jóvenes. En esa línea de reflexión sobre la igualdad resulta clave el concepto del consentimiento: ha de trabajarse a fondo para que todo el estudiantado entienda sin ningún asomo de duda que solamente a partir de esa base se pueden establecer relaciones sanas, tanto a nivel físico como psicológico. La educación afectivo-sexual es, pues, una herramienta poderosísima en la lucha contra la violencia de género desde edades muy tempranas. No podemos olvidar en ningún momento que las normas y estereotipos de género obedecen a relaciones de poder desiguales con terribles consecuencias para las mujeres y niñas.La educación afectivo-sexual es, pues, una herramienta poderosísima en la lucha contra la violencia de género desde edades muy tempranas.
Evitar el acoso en los centros educativos ha de ser otro de los objetivos de la educación afectivo-sexual. Lamentablemente, en muchos colegios e institutos el acoso relacionado con la orientación sexual o la identidad de género sigue siendo frecuente. Solamente con una actuación desde la base podrán establecerse discursos de rechazo a ese tipo de comportamientos e, incluso, protocolos de protección para el estudiantado especialmente vulnerable. En países donde la asistencia de las niñas al colegio es muy inferior a la de los varones, las instalaciones escolares sensibles al género pueden ayudar a revertir esa situación. Por ejemplo, incluir instalaciones sanitarias adaptadas a la menstruación o aseos separados por sexos pueden ser medidas que favorezcan dicha asistencia. Los programas de educación afectivo-sexual proporcionan al estudiantado conocimientos, aptitudes y actitudes que ayudan a visibilizar las relaciones de poder entre los jóvenes, y que pueden ser muy útiles para concienciar en torno al uso de anticonceptivos, los riesgos de embarazos no deseados o las ETS, pero también sobre la necesidad de establecer relaciones afectivas sanas y respetuosas. En definitiva, la educación afectivo-sexual constituye el primer paso, desde la infancia, de ese largo camino por recorrer que es la igualdad de género.
En el Itinerario educativo te ofrecemos distintas opciones formativas para ahondar en este tipo de cuestiones: https://perifericas.es/pages/itinerario-educativo