¿DÓNDE ESTÁN LAS MENORES MIGRANTES NO ACOMPAÑADAS?

¿DÓNDE ESTÁN LAS MENORES MIGRANTES NO ACOMPAÑADAS?

Por Ana Caro Martínez, graduada en Educación Social con experiencia laboral en el ámbito de las migraciones

¿Qué pasa cuando intentamos buscar información sobre las menores migrantes no acompañadas que consiguen llegar a España? ¿Por qué cuando estamos realizando esta búsqueda encontramos mucha documentación sobre los y las MENAS (menores extranjeros/as no acompañados/as), pero no localizamos casi documentación exclusiva sobre ellas? ¿Es que no cruzan la frontera? ¿Representan estos estudios que hablan de los/las MENAS en general, también la realidad de las niñas?

En la mayoría de investigaciones y estudios académicos sobre migraciones, ellas no están representadas o no son el objetivo de estudio, y la información que se encuentra no suele estar desglosada por sexos. Dicha escasez de documentación se debe, según Esther Martín-Palomino, a tres aspectos principales: la ausencia de una perspectiva que tenga en cuenta las interseccionalidades de género, la invisibilidad de los espacios donde se confina a estas menores y el androcentrismo en la ciencia y las políticas sociales.

Pero las niñas que cruzan la frontera, SÍ ESTÁN y SÍ EXISTEN. Los últimos datos que las recogen proceden del informe de Unicef Los derechos de los niños y niñas migrantes no acompañados en la frontera sur española, que señala que en 2018 llegaron unos 6.063 niños y niñas solos.  Sin embargo, hay que remontarse al año anterior para encontrar los datos desglosados por sexo. Así, en el 2017, el 13.50% de los y las menores que entraron en territorio español eran niñas. Hay que tener en cuenta en todo caso que dichos datos no son muy fiables, pues los pocos recursos humanos y materiales en las distintas instituciones estatales o autonómicas, los procedimientos inadecuados (como la determinación de la edad), y una gran falta de coordinación, hacen casi imposible obtener cifras precisas de este colectivo.

La ya citada Esther Martín-Palomino realizó un estudio más específico sobre el perfil de las menores migrantes no acompañadas que llegaron a Canarias que arrojó interesantes conclusiones: son principalmente de origen africano, se les suele acoger en centros de protección privados o religiosos, tienen poca visibilidad en la vía publica comparada con los niños, su edad oscila entre 14 y 18, llegan en patera y tienen una estrecha vinculación con las redes de trata, pues sin ellas no pueden realizar el trayecto. Por otro lado, Escámez Pastrana, en su estudio sobre las MENAS en Melilla, reconocía que la mayoría eran de origen marroquí, aunque también se habían identificado mujeres provenientes de África subsahariana, mayores de edad, que probablemente hubieran iniciado su trayecto siendo menores.

Si bien las motivaciones para emprender el proyecto migratorio son diversas, todas comparten un triste punto en común: tanto en el origen, trayecto, como en el mismo destino, son vulnerables a caer en redes de trata. Y es que cuanto más largo es el viaje mayor riesgo de sufrir violencia. Las niñas provenientes del Sahel son frecuentemente sometidas a retenciones contra su voluntad y a múltiples tipos de agresiones, tanto por parte de los miembros de las redes como de sus compañeros de viaje. Y aunque las niñas que provienen del Magreb están menos expuestas a esta violencia (por el  trayecto más corto y en algunos casos por estar “más protegidas” debido a las posibles causas de su trayecto migratorio, como el trabajo doméstico o los matrimonios forzados), casi todas sufren castigos de género, y en el caso de las víctimas de trata captadas en el país de origen o en el trayecto, esta violencia tiene como objetivo, además, tenerlas controladas para garantizar la “mercancía” y los beneficios económicos.

 

¿Qué pasa con ellas una vez llegadas a destino?

¿Qué pasa con estas niñas una vez que llegan a destino? ¿Consiguen salir de la violencia sistemática? Y las que son víctimas de trata, ¿consiguen ser identificadas?

En algunos casos cuando entran en frontera, los adultos (posibles tratantes) que las acompañan se hacen pasar por padres, hermanos o incluso parejas, para evitar los controles de las instituciones de protección al menor. En otros casos, la poca interacción en la acogida (rápida e inestable) o las políticas migratorias centradas fundamentalmente en identificar a una persona “ilegal” y devolverla a su país de origen hacen casi imposible identificar a una menor como víctima de trata. De todas formas, en el afortunado caso de que fueran identificadas como menores no acompañadas, esta etiqueta no les dejaría exentas de, al cumplir la mayoría de edad y no tener recursos, verse de nuevo captadas por redes de trata. De hecho, los datos muestran que la trata en España y en la Unión Europea afecta especialmente a mujeres y a niñas. Por tanto, las menores no acompañadas sufren una triple discriminación (ser mujer, niña e inmigrante), que les hace, de nuevo, más vulnerables a acabar en una de estas redes.

La invisibilización de su realidad específica no hace más que fomentar su vulnerabilidad como posibles víctimas de trata, perpetuar la violencia sistémica contra ellas y generar brechas de género en las acciones de protección, dificultando así la puesta en marcha de proyectos adecuados a sus necesidades, y de leyes acordes a la realidad que viven. Por tanto, existe una imperante necesidad de introducir la perspectiva de género en los estudios migratorios, para poder desarrollar acciones efectivas que se adapten y consideren la realidad y necesidad de las  menores migrantes no acompañadas.

El curso "Trata y derecho de asilo de mujeres migrantes" incide en todas estas cuestiones desde una perspectiva de género específica: https://perifericas.es/products/trata-y-derecho-de-asilo-de-mujeres-migrantes 

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