Por Carmen V. Valiña, doctora en Historia Contemporánea y licenciada en Humanidades y Periodismo. Creadora y directora de PeriFéricas y profesora de la asignatura "Movimientos artísticos contemporáneos" en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC)
Dos textos se consideran fundacionales de la historia del arte en clave feminista: el artículo “¿Por qué no han existido grandes mujeres artistas”, de Linda Nochlin, y Diferenciar el canon, de Griselda Pollock. Cabe de entrada formularse entonces una pregunta: ¿Son sinónimos el arte hecho por mujeres y el arte feminista? La respuesta es clara: no. ¿Cuál es la diferencia? Mientras en el primer caso nos encontramos simplemente ante obras de autoría femenina, en el segundo a este factor tenemos que unir la inclusión en dichas obras de mensajes en los que existe la conciencia y rebeldía de una creadora que cuestiona la posición social de la mujer, proponiendo una toma de conciencia en torno a las desigualdades de género, que en última instancia traiga consigo la lucha por cambiar esa situación.
Las artistas feministas entendieron la necesidad de estudiar la imagen femenina como un lenguaje que incide en la construcción de pensamiento y en nuestro yo cultural, a través de la transmisión de los estereotipos femeninos por medio de la imagen. En sus creaciones, por tanto, hay una voluntad explícita de sacar esa imagen de los límites socioculturales en los que estaba recluida en el marco de una sociedad androcéntrica.
Como afirma la escritora y crítica de arte Lucy R. Lippard, “el arte feminista no es un estilo, no es un movimiento. Es un sistema de valores, una estrategia revolucionaria, una forma de vida”. El arte feminista es, por tanto, necesariamente deconstructivo, pues plantea cuestionamientos de base a las reglas estéticas y valores de género existentes, al tiempo que ofrece posibilidades alternativas para la identidad femenina.
¿Cómo conseguir una historia del arte auténticamente feminista? No basta con añadir el nombre de ciertas mujeres en el canon dominante de la historia del arte: se impone una deconstrucción radical de las bases teóricas y metodológicas de la disciplina, que desarticule sus discursos y muestre las dificultades sociales que enfrentaron esas creadoras, pero, también, su capacidad para renegociarlas y conseguir entrar en un terreno que, de acuerdo a la división de las esferas, les estuvo teóricamente vedado durante siglos. Añadiríamos, por así decirlo, “capas” a una historia del arte que tradicionalmente se ha estudiado en base a una serie de hechos cuasi incontrovertidos y sin matices.
Un arte nuevo y rompedor
Si bien ya desde la década de los sesenta el Consejo de Mujeres Artistas de los Ángeles y el primer programa de educación artística feminista a través de la escuela Woman´s Building habían puesto los cimientos para su surgimiento, el arte feminista se desarrollará sobre todo a partir de los años 70 del siglo XX, fundamentalmente en Estados Unidos y Europa, y posteriormente su influencia irá extendiéndose a otra serie de territorios. Además de las formas artísticas tradicionales, fundamentalmente la pintura, las artistas feministas aprovechan las oportunidades que les ofrecen la performance, lo multimedia o el arte de colaboración para trasladar sus propuestas de maneras impactantes y adaptadas a los gustos de un público cada vez más audiovisual.
Una de las grandes aportaciones del feminismo es la conquista del cuerpo, de ahí que las primeras artistas feministas, en los años 70, tengan en la búsqueda de nuevos caminos para tratar este tema uno de sus ejes fundamentales de creación. Sus creadoras ponen en valor elementos corporales específicamente femeninos, como la vagina, o los procesos del organismo femenino que hasta entonces habían sido considerados tabúes, como la menstruación.
En los ochenta surge uno de los grupos feministas que más visibilidad ha alcanzado hasta la fecha, las Guerrilla Girls. Con su cuidada iconografía, con máscaras de gorilas, este grupo combatía los mecanismos de inclusión-exclusión en el mercado del arte, que continuaba sobrevalorando unas obras y despreciando otras. En 1989 crearon uno de sus pósters más icónicos: “¿Las mujeres tienen que estar desnudas para estar en el Museo Metropolitano?”, poniendo de manifiesto que menos del 5% de las artistas en la sección de arte moderno son mujeres, pero que el 85% de los desnudos son femeninos.
Desde las últimas décadas del siglo XX, el activismo feminista en el arte ha luchado por la equidad en los espacios de exhibición, creando sus propios espacios y aumentando su visibilidad a través de conferencias, asambleas y demostraciones públicas. Sus consignas llegaron hasta las puertas de los museos para exigir equidad y reconocimiento. Algunos ejemplos fueron los de Women in Arts (WIA), Women Artist in Revolution (WAR), The Ad Hoc Women Artist Committee y dos décadas más tarde Women´s Art Coalition (WACK), una exposición internacional de arte feminista que en 2007 reunió en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles a más de 120 mujeres artistas y colectivos de todo el mundo.
En el mundo digitalizado de hoy en día las artistas feministas intentan inventar nuevas formas de intervención que utilicen Internet ya no solo como simple vía de difusión, sino como objeto y material. Las nuevas tecnologías son hoy el espacio privilegiado tanto del poder masculino como de la resistencia feminista…
El diseño es otro campo donde las mujeres han estado a lo largo de la historia en posiciones de desigualdad frente a los varones: https://perifericas.es/blogs/blog/mujeres-y-diseno-una-historia-de-desigualdades