CUANDO LA "BUENA PRESENCIA" OPACA LA VALÍA PROFESIONAL

CUANDO LA "BUENA PRESENCIA" OPACA LA VALÍA PROFESIONAL

Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista 

Son muchas las voces que defienden que en occidente la igualdad entre sexos es una realidad, que una mujer, una joven o una niña puede llegar tan lejos como un igual varón, que no hay límites ni barreras para el estudio, el trabajo o el ocio. Sin embargo, desde los micromachismos más cotidianos, pasando por los prejuicios clásicos y sin olvidar los roles de género que no han desaparecido, el caso es que esa igualdad sigue lejos de ser real: no hay más que echar un vistazo a quién ocupa los puestos y cargos de poder político y económico y quién las labores más infravaloradas y peor pagadas, qué sexo ocupa los espacios de representación y quiénes son las personas más invisibilizadas en la estructura de una sociedad.  

Como mujeres, crecemos creyendo en la igualdad, en la liberación y en la corresponsabilidad, pero es sobre todo con la llegada al mundo laboral cuando comenzamos a ser conscientes de esa falsa premisa; es entonces cuando se acentúan los obstáculos, las limitaciones y las barreras representadas por el techo de cristal y el suelo pegajoso, que casi siempre tienen su origen en que una probable maternidad limite nuestras aspiraciones.

Pese a las dificultades, en esta sociedad el ascenso laboral y económico de las mujeres es una realidad y además son muchas las iniciativas para potenciar la presencia femenina en aquellos sectores en los que no cuenta con una representación equitativa, como el ámbito técnico o el del emprendimiento.

Sin embargo, muchas mujeres que han conseguido destacar y forjarse una reputación basada en su profesionalidad ven sin embargo cómo el interés por ellas sigue a menudo estando ligado a su imagen personal por encima de sus aptitudes. La “buena presencia” sigue siendo en muchas ocasiones un requisito ineludible, incluso en ámbitos donde a priori el aspecto físico no debería ser esencial para desempeñar una labor. El cuidado de la imagen personal forma parte de la rutina diaria de millones de mujeres.

Esta dictadura de la imagen está haciendo que cada vez más ellas muestren su repulsa e indignación, expresando su malestar y hartazgo. Las apreciaciones sobre el aspecto físico, que son origen de tantos problemas asociados como el bullying y los trastornos de conducta alimenticia, han traspasado ya los comentarios desafortunados en la vía pública o de familiares poco respetuosos, y se multiplican bajo el anonimato de la web.

 

La imagen profesional en redes sociales

Si hay una red en la que la imagen no debería ser tan relevante es LinkedIn, la red de empleo  líder en la que los perfiles profesionales comparten currículum, habilidades y conocimientos con un objetivo de visibilidad a priori estrictamente laboral. En esta red, cada vez más mujeres se están atreviendo a denunciar los mensajes que día a día reciben por su aspecto personal a partir de los debates que inician o en los que participan. Críticas a sus peinados, canas, edad, talla, maquillaje y un sinfín de propuestas no profesionales que las atacan en un entorno que debería ser seguro, pues no cabe el anonimato y el fin de la participación en él es laboral. Mujeres que se enfrentan a mensajes privados que ignoran sus aportaciones como empleadas o emprendedoras para centrarse en su imagen: mensajes que además reproducen un acoso sexual que intimida y coacciona, limitando la participación femenina en el debate y en la propia red.

El lema “yo sí te creo” es la máxima expresión de la sororidad para unirnos en la defensa de cualquier mujer que se atreve a denunciar el acoso, que reclama su puesto en el mercado laboral superando prejuicios, cuotas y estereotipos. El levantamiento de la mujer que denuncia el acoso o la crítica por su aspecto merece todo el apoyo para acabar con esas limitaciones que podemos autoimponernos al no reconocer nuestra valía y ser siempre víctimas de un síndrome tan sutil como el de la impostora. Se trata de poner voz a lo que nos pasa por ser mujeres, para que otras se sientan identificadas y se animen a alzar la suya propia, para lograr un murmullo que cambie las actitudes desde dentro, porque juntas somos más fuertes y separarnos ya no funciona.

Los cánones de belleza siguen siendo hoy en día una auténtica herramienta del patriarcado contra los cuerpos de las mujeres: https://perifericas.es/blogs/blog/los-canones-de-belleza-como-herramienta-del-patriarcado
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