CUANDO FUI PARTE DE UNA COMUNIDAD DE MUJERES

CUANDO FUI PARTE DE UNA COMUNIDAD DE MUJERES

Por María Jesús Chaparro Egaña, madre, socióloga y feminista. Investigadora y consultora en igualdad de género 

A lo largo de mi trayectoria profesional he pertenecido a diversos grupos de trabajo, por funciones, por proyectos, por ideales, pero hasta hace dos años no había pertenecido a una comunidad de mujeres.

Esta comunidad se constituyó como un espacio innovador, que diera visibilidad al talento femenino, y que proyectara, desde nuestros proyectos profesionales, nuestra capacidad para aportar al resto del territorio.

Comenzamos a definir nuestra misión, objetivos y metas, comenzamos a debatir sobre cuál sería nuestro sueño respecto a esta comunidad. En ese tránsito nos dimos cuenta que de lo primero que teníamos que hablar era de “por qué habíamos llegado hasta aquí”.

Nos dimos cuenta que la necesidad de hablar sobre las experiencias de discriminación, marginación y resiliencia era algo compartido. Cada una había tenido que vencer muchos obstáculos en su carrera profesional.

 

Sororidad y crecimiento mutuo

Y es ahí donde quiero llegar, a cuáles fueron las principales ventajas de esta experiencia de crear una comunidad solo para mujeres.

Primero, el espacio seguro. Poder tener un espacio donde la experiencia vital hace sentido y genera empatía. Sentir que lo que has vivido, en tus luchas, barreras y logros, es una experiencia generalizada.

Segundo, ser consciente de lo que somos capaces las mujeres.  Aprender de la tremenda capacidad de lucha femenina, y al tiempo, rodearse de mujeres diversas, fuertes, que comparten sus formas de llegar a cumplir sus metas. En ese sentido, se trata de valorar los diversos caminos existentes para llegar a los sueños.

Tercero, vivir la sororidad. Vernos como un equipo y no como competencia. Valorar las diversas capacidades y talentos y ver oportunidades de crecimiento y desarrollo mutuo, con ideas, propuestas, intercambios.

Cuarto, segurizarnos. En estos grupos de mujeres el incentivo, la sensación de compañía, el reconocimiento de la otra por tu trabajo, esfuerzo y logro fortalece la confianza, el autoconcepto y la autoestima.

Quinto, empoderarnos estratégicamente. Se trata de generar nuevas oportunidades para nuestros proyectos, lo cual genera un beneficio claro. El networking en estas comunidades se transforma en un curso natural, propio de la empatía, colaboración y apoyo.

Sexto, colaborar con nuestros territorios. Generar comunidades de profesionales, emprendedoras que trabajan en un territorio específico, permite colaborar no sólo con la economía de ese territorio (potenciando negocios y proyectos sociales de este). El aporte de las mujeres a la hora de “hacer comunidad” no sólo queda en estos aspectos profesionales, sino que también colaboran con la comunidad y el tejido social, mostrando diversos roles que estas asumen por sus territorios y barrios.

Séptimo, potenciar nuestras capacidades emprendedoras. En esta comunidad identificamos muy pronto nuestras habilidades y cogimos herramientas y aprendizajes para seguir profesionalizando proyectos e ideas y llevarlos a lo concreto, muchos de ellos con éxito.

Octavo, promover la igualdad de género. Nuestra voz que se nutre de esa fuerza y espacio seguro, promueve el liderazgo y talento femenino, visibiliza la experiencia de las mujeres y fortalece espacios públicos que disminuyen brechas. La unión hace la fuerza, dicen, y esta unión instaló en el “ojo público” a un grupo de mujeres, fuertes, inspiradoras, que son referencia para muchas personas.

En síntesis, crear y conformar esta comunidad de mujeres trajo a mi vida una tremenda experiencia de aprendizaje y proyección profesional. Pudimos juntas constatar la necesidad de generar espacios que nos den seguridad, confianza y voz para seguir forjando nuestras ideas y proyectos.

La invitación, por tanto, es a participar y promover espacios de mujeres, donde nos potenciemos mutuamente, generemos redes en nuestros círculos y redes profesionales, proyectemos juntas objetivos comunes y crezcamos.

Se trata de vencer las barreras que nos pone el sistema patriarcal, que nos silencian y condicionan, y pasa sin duda por buscar sororidad, escucha, seguridad y confianza en nuestras aliadas. 

La sororidad que se genera entre los grupos de mujeres es, sin duda, una gran herramienta de lucha contra el patriarcado: https://perifericas.es/blogs/blog/la-sororidad-como-acto-de-rebelion-contra-el-patriarcado
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