COMPARTIR Y CRECER: EL PODER DE LOS ESPACIOS DE APOYO MUTUOS PARA MUJERES

COMPARTIR Y CRECER: EL PODER DE LOS ESPACIOS DE APOYO MUTUOS PARA MUJERES

Por Alejandra Neira, pedagoga especializada en igualdad e inclusión con perspectiva de género, con experiencia en proyectos coeducativos e intervención con mujeres en situación de violencia de género y/o en riesgo de exclusión social

En un mundo donde las mujeres enfrentan numerosas desigualdades, los grupos de apoyo mutuo y los espacios compartidos se convierten en refugios vitales para la sanación y el empoderamiento. Estos entornos permiten compartir, sanar, hablar, reír y llorar juntas, creando una comunidad que puede tener profundos efectos significativos en nuestras vidas.

Los malestares de género deben ser abordados desde una perspectiva integral. Margarita Rullas, coautora de la Guía de Atención a Mujeres Maltratadas con Trastorno Mental Grave, profundiza en estos malestares desde un conocimiento específico que intersecciona con una realidad social, económica y política que invisibiliza sistemáticamente la historia de las mujeres. Desde la perspectiva de género es fundamental reconocer que los problemas no nos afectan de forma aislada, sino que son experiencias compartidas por muchas mujeres. Este enfoque colectivo ayuda a visibilizar las problemáticas comunes y a encontrar soluciones efectivas que integren las experiencias de cada una.

Entendiendo esta perspectiva de que lo que te pasa a ti no ocurre de manera aislada, sino que es compartido colectivamente, los Grupos de Apoyo Mutuo (GAM) adquieren una relevancia crucial, al proporcionar un espacio donde las experiencias individuales se encuentran y se transforman en apoyo colectivo.

 

Tejiendo reyes de apoyo

Imagina la sonrisa de una compañera o sus ojos vidriosos mientras comparte su historia en busca de sanación, en un espacio seguro de apoyo y ayuda, donde no hay juicios ni señalamientos, y donde compartir el dolor se convierte en un acto sanador. Los grupos de apoyo mutuo (GAM) son cruciales por diversas razones. En primer lugar, permiten compartir experiencias, lo cual fomenta la comprensión y la empatía mutua de manera colectiva.

La comunicación abierta es otro aspecto fundamental que define estos espacios, donde se puede hablar libremente de sentimientos, preocupaciones, alegrías y temores. Reír y llorar juntas no solo libera tensiones acumuladas, sino que también fortalece los lazos entre las participantes.

Todos estos aspectos contribuyen a la creación de redes de apoyo que a menudo trascienden las reuniones de grupo. Estas redes fomentan el aprendizaje mutuo, donde cada participante puede aprender de las experiencias y conocimientos de las demás, facilitando así el crecimiento personal de todas las involucradas.

Los espacios compartidos por los Grupos de Apoyo Mutuo desafían la tradicional relegación de las mujeres al ámbito privado, donde históricamente han sido invisibilizadas. Estos grupos rompen con esa invisibilización al proporcionar un espacio inclusivo y seguro donde las historias y los desafíos de las mujeres no solo son escuchados, sino también comprendidos y valorados. Aquí, cada participante encuentra validación y apoyo, contribuyendo así a la construcción de una comunidad donde los cuidados se sitúan en un lugar central.

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