"BUENAS" Y "MALAS" VÍCTIMAS: EL PODER DE LA PALABRA

"BUENAS" Y "MALAS" VÍCTIMAS: EL PODER DE LA PALABRA

Por Alejandra Neira, pedagoga especializada en igualdad e inclusión con perspectiva de género, con experiencia en proyectos coeducativos e intervención con mujeres en situación de violencia de género y/o en riesgo de exclusión social

En nuestro día a día nos vemos rodeadas de noticias de diferentes medios, ya sean digitales, audiovisuales o impresos. ¿Qué influencia tienen estas informaciones en nuestra percepción del mundo que nos rodea?

Los medios desempeñan un papel crucial en la configuración de la percepción pública. Como todo agente comunicativo, su responsabilidad no se limita a informar sobre los hechos que acontecen, sino que también se extiende a la forma en que la sociedad interpreta y comprende esta diversidad de temas, incluida la violencia de género. Pero, ¿logran verdaderamente cumplir con esta responsabilidad de manera efectiva, o corren el riesgo de perpetuar estereotipos y prejuicios?

El Manual para el Tratamiento de la Violencia de Género en los Medios de Comunicación revela que estos se encuentran en una encrucijada entre la necesidad de informar de manera precisa y el deseo de atraer a una audiencia amplia. Esta dicotomía puede llevarlos, en ocasiones, a recurrir al sensacionalismo para captar la atención del público. Del mismo modo, esta guía nos revela datos como la prevalencia de la impunidad del agresor y una ausencia de personal especializado en materia de igualdad en la información de estas noticias.

Cuando observamos cómo los medios retratan la violencia de género, nos encontramos con una diversidad de representaciones que van desde la empatía hasta el sensacionalismo, el cuestionamiento y la victimización secundaria. La percepción pública de las víctimas se ve influenciada por estas narrativas mediáticas, generando un continuum de credibilidad en el que las mujeres que sufren algún tipo de violencia han de ser quienes de demostrarlo.

 

Moldeando la realidad de la violencia de género

La distinción entre víctimas consideradas "buenas" y "malas" es un tema complejo que refleja las dinámicas sociales y culturales de nuestra sociedad. Estas etiquetas no surgen en un vacío, sino que son el resultado de una interacción compleja de factores sociales, culturales y económicos. La percepción de quién es considerada una "buena" víctima y quien es “etiquetada" como una "mala" víctima está arraigada en prejuicios y estereotipos de género que persisten en nuestra sociedad vinculados al ideal de  “buena mujer” vs “mala mujer”.

Los factores que contribuyen a la construcción de esta dicotomía son diversos y se interseccionan entre sí: el nivel educativo, los recursos socialmente aceptados, el consumo de alcohol u otras sustancias, su lugar de procedencia, la vestimenta… Por decirlo de manera muy resumida, aquellas mujeres más cercanas a los roles tradicionales de género tienen más probabilidad de ser “etiquetadas” como una “buena víctima”.

Es fundamental señalar cómo los medios de comunicación, en ocasiones, no abordan la violencia de género como un problema estructural dentro de una sociedad desigual, patriarcal y jerárquica.  A pesar de las estadísticas que revelan un porcentaje insignificante de denuncias falsas se sigue poniendo el ojo sobre nosotras y nuestra credibilidad.

Es indudable el poder de las palabras en la construcción de la narrativa sobre la violencia de género. Los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en cómo se percibe y se entiende este fenómeno social, desde la clasificación inicial como “víctimas” y la segregación posterior como "buenas víctimas" o "malas víctimas" hasta la perpetuación de estereotipos y prejuicios sobre ellas.

Es importante reconocer que la terminología utilizada y las representaciones mediáticas pueden afectar a la propia percepción de las mujeres que están en situación de violencia, así como a su credibilidad y la respuesta de la sociedad ante dicho fenómeno. También debemos ser conscientes de que los medios a menudo no abordan adecuadamente la complejidad y las causas estructurales de este problema, lo que lleva a culpar a las víctimas y estigmatizar a ciertos grupos, pues de forma frecuente se señala el origen migrante tanto del agresor como de la persona agredida. Esto puede conducir a la idea de que la violencia de género se perpetúa en ciertos colectivos pero no en otros, algo totalmente erróneo, ya que este tipo de violencia está presente en todos los grupos sociales y contextos.

El reto radica en tejer una narrativa más inclusiva, sensible y precisa, una que abrace la diversidad de vivencias de las mujeres y evite caer en la trampa de homogeneizarlas. Es frecuente que las experiencias de las mujeres sean agrupadas sin tomar en cuenta sus particularidades individuales, como si la violencia les afectara a todas por igual y se manifestara siempre de la misma manera. Es esencial recordar que el periodismo no solo refleja realidades, sino que también las moldea y las construye, teniendo la posibilidad de visibilizar aquello que durante mucho tiempo ha sido silenciado.

En este otro artículo reflexionamos sobre cómo los medios de comunicación representan a las mujeres víctimas de delitos violentos: https://perifericas.es/blogs/blog/como-representan-los-medios-de-comunicacion-a-las-mujeres-delincuentes-y-victimas
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