Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista
Llega marzo, el mes de la mujer trabajadora, el mes en el que la sociedad en su conjunto la hace centro de su discurso.
El morado tiñe los logotipos de marcas, el femenino luce en cada iniciativa social y los medios difunden estudios, datos y análisis sobre la situación de la mujer en el mundo.
Parece un contexto perfecto para reivindicar nuestra situación, para reducir la desigualdad, eliminar la brecha salarial, lograr la violencia cero. Sin embargo, año tras año se repiten los mismos discursos, los mismos clichés y las mismas noticias con datos que no representan apenas variación y cada marzo es un mes de oportunidades comerciales más que de lucha.
¿Qué nos quedó entonces de la gran huelga feminista mundial que hace 5 años supuso un hito bajo el lema “Sin mujeres se para el mundo”? Aquella huelga de trabajo, de consumo y de cuidados, aquella huelga que parecía que iba a marcar un antes y un después y cuyas ideas parece que ya se han volatilizado.
De aquella fecha de 2018 surgieron movimientos y asociaciones, nos quedó la sororidad y el sentimiento de que las mujeres unidas podemos mantenernos en un entorno seguro en el que expresarnos con libertad y en el que ser cada una el sostén de la otra.
Aquella manifestación descubrió cuestiones silenciadas e ignoradas, y han surgido otras nuevas que se han convertido en centro del debate como el aborto en centros públicos, la gestación subrogada o la violencia obstétrica. El feminismo es ahora parte del debate en el día a día aunque la polarización existente ha hecho que se use como arma arrojadiza con el objetivo de dividir y separar en base a unas ideologías muy posicionadas que sesgan cualquier posible intervención, sin posibilidad de conseguir apenas avances. Y es que la política y los medios no consiguieron estar a la altura del grito de reivindicación de aquellas manifestaciones masivas.
Una larga lista de retos pendientes
La lucha de las mujeres continúa en los mismos términos y parece que los avances son demasiado lentos. La mujer sigue siendo la principal cuidadora, la que no cuenta con respaldo para unir trabajo y maternidad, es quien lleva el peso del hogar y la carga mental. La mujer sigue siendo cuestionada en casos de violencia sexual, sigue sufriendo acoso y presión. La violencia de género, que sigue aumentando cruelmente, no cesa, es negada y cuestionada por sectores de la sociedad cada vez más jóvenes. La brecha salarial sigue existiendo, los trabajos feminizados son los peor valorados y pagados, se cuestionan las cuotas y la discriminación positiva, que sigue siendo necesaria para que la presencia de la mujer no desaparezca, ya que sin mujeres en la esfera pública nuestras demandas se quedarán sin apoyo y visiblidad.
La eliminación de los estereotipos sigue siendo complicada y la educación infantil está llena de ellos, lo cual hará que la igualdad sea todavía lejana. Es por eso que continúan surgiendo grupos y asociaciones feministas para defender los aspectos invisibles en el día a día, para luchar contra la discriminación y la violencia en el hogar, en hospitales y centros de trabajo. Somos las propias mujeres las que tenemos la obligación de ser altavoz de las luchas de tantas compañeras de cualquier ideología, edad o nación. Las redes de apoyo son las que nos ayudan a dar el impulso que necesitamos. Redes como las de periodistas que usan sus medios para lograr una comunicación inclusiva y no sexista; redes de artistas y científicas para hacerse ver, pero también tribus de madres que se apoyan y ayudan en el cuidado de sus criaturas cuando comienzan a formar sus familias y son esenciales para afrontar una posible depresión postparto y enfrentarse al voraz marketing en torno a embarazo y bebés. Grupos de mujeres que crean entornos seguros en viajes y estudios.
El 8 de marzo de 2018 fue el año de entender que el feminismo estaba en cada una de nosotras y que somos nosotras las que unidas venceremos y cambiaremos el mundo. Hagamos de este nuevo 8M otra reivindicación histórica.