Por Alejandra Neira, pedagoga especializada en igualdad e inclusión con perspectiva de género, con experiencia en proyectos coeducativos e intervención con mujeres en situación de violencia de género y/o en riesgo de exclusión social
"Hablamos a menudo del autocuidado, pero ¿realmente consideramos el impacto que tiene en otras mujeres?, se preguntaba Mirian del Olmo en una reciente sesión de la Comunidad PeriFéricas. Al hilo de su intervención, me surge la siguiente pregunta: ¿Quiénes son esas “otras mujeres” a quienes estamos oprimiendo al priorizar nuestro autocuidado?
El 30 de marzo se celebra el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, una jornada dedicada a reconocer la labor esencial desempeñada por estas mujeres y a impulsar la lucha por sus derechos laborales, frecuentemente pasados por alto. La feminización total de dicho sector, como sucede en muchos casos, coincide con la alta precarización que enfrenta.
Por tanto, esta jornada ofrece una oportunidad para reflexionar sobre su contribución fundamental a la sociedad, a menudo realizada en condiciones laborales difíciles y enfrentando desafíos únicos. Estas trabajadoras desempeñan un papel crucial en el funcionamiento de nuestros hogares y comunidades al proporcionar cuidado y atención tanto a las infancias como a personas mayores, además de encargarse de tareas domésticas esenciales. Es un momento para reconocer su labor invisible y vital, así como para abogar por mejores condiciones laborales y derechos para todas ellas.
Género, clase y raza
En el año 2017 se registraron 565,000 personas empleadas en labores de cuidado doméstico y de personas mayores y niños en domicilios particulares, de las cuales 356,000 declararon no ser nacidas en España, tal y como establecen Magdalena Díaz Gorfinkiel y Raquel Martínez-Buján (2017) en su artículo "Mujeres migrantes y trabajo de cuidado: transformaciones del sector doméstico en España". Este dato pone de relieve una tendencia destacada que ha sido respaldada por expertas como la antropóloga Carmen Gregorio (2017); su análisis, basado en numerosos estudios cualitativos, señala una conexión directa entre los cuidados domésticos y las migraciones transnacionales. Estos estudios indican que satisfacer las demandas de esta labor implica operar en un contexto global, donde se requieren personas dispuestas y disponibles a tiempo completo, sin lazos territoriales específicos, para cumplir con estas responsabilidades de manera efectiva.
El sector de las trabajadoras del hogar se ve moldeado por diversos factores como el género, la clase social y la migración, entre otros. Es importante destacar que muchas de estas mujeres provienen de sectores socioeconómicos bajos, lo que refleja las profundas desigualdades presentes en nuestras sociedades.
Las migraciones desempeñan un papel crucial en este contexto. Las trabajadoras del hogar migrantes a menudo enfrentan condiciones laborales precarias, discriminación y violaciones de sus derechos laborales y humanos. La falta de regulación y protección laboral agrava aún más su situación, dejándolas en una posición vulnerable y expuestas a explotación.
Las sociólogas Magdalena Díaz Gorfinkiel y Raquel Martínez-Buján (2018) han estudiado el contexto español, señalando que la interacción entre la estructura social de los cuidados y la migración es un caso particular en nuestro contexto en comparación con otros países europeos. Ante la necesidad de abordar las crecientes demandas de cuidado en España, el sistema migratorio se ha adaptado para satisfacer estas necesidades, facilitando, en algunos casos, la regularización de las mujeres involucradas en estos trabajos. Específicamente, se ha observado una tendencia a la regularización de trabajadoras del hogar de nacionalidades latinoamericanas, que constituyen la mayoría de la fuerza laboral en este sector.
Para abordar la creciente demanda, se tiende a emplear la mano de obra de mujeres no blancas y no europeas. Esta práctica, inherentemente racista, perpetúa la explotación y la discriminación que enfrentan estas trabajadoras, dejándolas en una situación de extrema vulnerabilidad. Es fundamental destacar que no todas las situaciones son idénticas y evitar generalizaciones; sin embargo, es necesario reconocer y abordar las desigualdades sistémicas que subyacen en esta problemática.
Es esencial reconocer y valorar el trabajo de las trabajadoras del hogar, así como abordar los desafíos y las desigualdades que enfrentan. Ello incluye garantizar condiciones laborales dignas, protección social y derechos laborales para todas, independientemente de su origen o situación migratoria. En este Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar y todos los días de años, recordemos la importancia de su labor y comprometámonos a trabajar hacia un futuro donde todas las personas que realizan trabajos de hogar sean valoradas y respetadas.
La feminización de las migraciones es un fenómeno en auge para dar respuesta a las necesidades de trabajadoras del hogar en los países del Norte global: https://perifericas.es/blogs/blog/la-feminizacion-de-las-migraciones-un-fenomeno-en-auge