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RAP CON VERSOS DE MUJER

Por Karima Ziali, licenciada en Filosofía y Máster en Investigación antropológica y sus aplicaciones. Actualmente está centrada en escribir su primera novela y colabora con diferentes publicaciones online con artículos centrados en las sociedades musulmanas europeas y la sexualidad dentro de estos contextos

A finales de los setenta el rap emergió como estilo musical enmarcado en la cultura del hip hop, en los barrios más marginados de Nueva York. Es difícil indicar quién fue la persona precursora del rap, pero sí podemos afirmar que nació para poner voz a muchos conflictos sociales que se vivían en barrios como el Bronx, de donde procedían las primeras voces que rimaban poéticamente a la realidad del día a día.

En un panorama excesivamente masculino y muchas veces plagado de versos con connotaciones machistas y agresivas sexualmente, las mujeres han sido imprescindibles para renovar y dar continuidad a este movimiento. Desde que Roxane Shante cogiera un micrófono para rapear, las mujeres se han ido consolidando como referentes en este género musical. Danay Suárez, rapera cubana, se define a sí misma como representante del hip hop con conciencia feminista y más cerca nos queda el legado de Gata Cattana, que con su fusión única hizo del lenguaje un vertiginoso juego de rimas para hablar de feminismo, de política, de filosofía y del arte como una forma de superar la realidad histórica.

El rap siempre ha mantenido este sello, es el espacio donde las palabras se conviertan en imágenes que se retroalimentan de todo aquello que ocurre a nuestro alrededor. Es por eso por lo que ha estado en el foco de muchas represiones, pero lo que de alguna forma también justifica y hace comprensible la necesidad de esta forma de transmitir ideas.

 

Raperas desde el norte de África

Mayam Mahmud, una joven egipcia, rapea con letras que hablan sobre las contradicciones de la sociedad de su país. “Tú flirteas, tú acosas, y no ves nada malo en ello. Pero incluso si solo son palabras, no son flirteos, son piedras”: así define la complicidad de los hombres con el machismo, siempre secundando ciertas actitudes que en las mujeres reprobarían fácilmente. Habla de sexualidad, de acoso y de la necesidad de que haya más mujeres raperas que por qué no, usen hiyab como ella. En Egipto se la ha tachado de “infiel”, algo que ya sugiere que llevar velo no es suficiente para entrar dentro de los estándares del patriarcado en contextos musulmanes.

Una prueba más de que el rap se ha convertido en un medio de expresión para hablar sobre lo que vive la sociedad lo encontramos en Arabia Saudí. En todas queda grabada la fecha del 24 de junio de 2018, “crees que estoy bromeando. ¿Lo has olvidado? Hoy no hay taxis. Mis manos están sobre el volante. Mis pies sobre el acelerador. Ya no pido que nadie me lleve. Me valgo sola. Ya tengo la licencia". Así eran las rimas de Leesa, una joven saudí con las manos al volante que celebraba por fin la libertad que le confiere poder conducir. En ese año más de 120.000 mujeres saudíes iniciaron los trámites para sacarse el carné.

raperas

Sonita Alizadeh entonaba: “Estoy confundida por la tradición de mi pueblo. Venden a chicas por dinero. La mujer no tiene elección. Seré la esposa del mejor postor. Como otras chicas, estoy enjaulada. Como un cordero criado para alimentar a otros". Brides for sale, que así es como se llama la canción que incluye este fragmento, tuvo un impacto enorme en la vida de esta rapera y activista afgana. A los 10 años evitó un matrimonio forzado con un hombre mayor, al estallar la guerra en 2001. Cuando contaba con 15 años, relata como su madre trató de venderla de nuevo en un matrimonio que ella no había escogido. Fue gracias a esta canción y sobre todo por la proyección en festivales internacionales de Sonita, un documental donde narra su historia, que logró huir a Estados Unidos. 

La persecución de las raperas es una constante en la trayectoria de este género musical que fomenta entre el público joven un espíritu crítico. Cuestionar la autoridad ha sido el principal aliciente del rap, pero en boca de una mujer se convierte en un arma todavía más subversiva y poderosa.

El movimiento de la Primavera Árabe catapultó muchas carreras musicales, pero en países como Marruecos, para que un rap suene en la radio, para que pueda disfrutar del mundo sin fronteras de la red o para acceder a los concursos musicales televisivos, hay tres temas que nunca deben ser tocados: el rey Mohammed VI, la religión y el Sáhara occidental. Soultana, una rapera marroquí, se salta uno de estos principios y en sus últimas canciones habla sin tapujos de la pérdida de identidad religiosa entre los jóvenes, así como del extremismo que impera en el Islam. La censura que pesa sobre sus canciones le ha impedido cantar en algunos de los escenarios de su país.

Muchas cosas no funcionaron porque somos mujeres en el país de la polla”, dice Houda Abouz, conocida como Khtek, que ha defendido abiertamente los derechos de las personas LGBT en Marruecos, algo que le ha costado numerosas críticas en los medios de comunicación. Para ella, el rap es una forma de luchar contra la represión y el patriarcado.

Es difícil imaginar el rap sin que esté envuelto en las tensiones sociales. Pero si el arte funciona precisamente porque hay un público que lo busca, que lo exige y que funciona como un llamamiento para su creación, queda claro de entrada que el rap tan solo habla de todo aquello que confronta a la gente ante su espejo. Las mujeres raperas, lejos de lecturas politizadas, han tomado un protagonismo sin precedentes en la última década porque aportan precisamente este enfoque sobre el arte y su proyección social.

 

En nuestro Itinerario humanístico reflexionamos sobre cómo la cultura es una poderosa herramienta en favor de la igualdad de género: https://perifericas.es/pages/itinerario-humanstico

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