RADIOGRAFIANDO LA NUEVA LEY DE LIBERTAD SEXUAL

RADIOGRAFIANDO LA NUEVA LEY DE LIBERTAD SEXUAL

Por Karima Ziali, licenciada en Filosofía y Máster en Investigación antropológica y sus aplicaciones. Actualmente está centrada en escribir su primera novela y colabora con diferentes publicaciones online con artículos centrados en las sociedades musulmanas europeas y la sexualidad dentro de estos contextos

La nueva Ley de Libertad Sexual todavía está pendiente de aprobación en el Congreso, pero ha colocado el consentimiento como eje fundamental sobre el que definir los delitos contra la libertad sexual. De esta forma, la pasividad no es sinónimo de consentimiento y la autodefensa o resistencia física o verbal no serán claves a la hora de hablar de abuso o agresión sexual.

Este planteamiento ya ha despertado el interés público, y en el ámbito más intelectual, el debate se centra en el análisis acerca del sexo consentido. Definir el “Sí” de una relación sexual se convierte en una cuestión ética que refleja además los patrones sociales que tenemos acerca del sexo. Este cambio legislativo todavía en debate muestra la necesidad de introducir una perspectiva de género en las cuestiones sexuales, algo que en cierto modo no estaba en el centro de los intereses del feminismo.



Revolución sexual y libertad sexual

Nadie podría negar que el movimiento feminista hunde sus raíces en la revolución sexual que tomó fuerza allá por los años 60, aunque ya se viniera fraguando desde hacía tiempo. Deberíamos por lo tanto hablar de Margaret Sanger, enfermera de profesión e impulsora de la planificación familiar, junto a Marie Stopes y Katharine McCormick, esta última sufragista, junto a otras muchas otras mujeres que reivindicaron el derecho a voto. Pero si hablamos de la revolución sexual, deberíamos también hacer hincapié en el impacto que tuvo el psicoanálisis sobre la sociedad, ya que colocó el deseo sexual en un lugar preeminente para comprender la psique humana.

Sanger, la fundadora de la revista La Mujer rebelde (1913), allanó el camino para el descubrimiento, los posteriores ensayos clínicos y la legalización de la píldora anticonceptiva. Fue la puerta abierta al desarrollo de un ordenamiento familiar que permitió a las mujeres tomar decisiones acerca de su maternidad, algo que por supuesto estaba vinculado a su exponencial participación en la vida laboral. El mundo anglosajón vivió estos cambios sexuales de forma directa y profunda, y desde ahí fue tomando forma en el resto del continente europeo, siempre con un avance complejo teniendo en cuenta el contexto de cada país. En España, no era un momento nada fácil y todo lo foráneo era catalogado de peligroso para la cohesión nacional abanderada por la dictadura de Francisco Franco.

La píldora anticonceptiva supuso un antes y un después, pero sobre todo supuso una clara diferenciación entre sexualidad y reproducción. Junto a este proceso, el psicoanálisis contribuyó a definir a todo sujeto en tanto que sexual. El análisis científico de la sexualidad ya no estaba limitado a la cuestión de la fecundidad y a la procreación, sino que se abría a la investigación estructural tanto biológica como cultural del comportamiento sexual. Las patologías no eran sino desajustes sexuales, patrones represivos que se originaban en nuestro inconsciente a edades muy tempranas. La sexualidad se convertía en un campo autónomo de conocimiento.

El boom sexual de los años 60 que supuso una liberación para las mujeres en muchos sentidos implicó destapar el tabú que pesaba sobre el sexo. En 1976, sin embargo, la historiadora, sexóloga y feminista Shere Hite publicó el famoso Informe Hite. Estudio de la Sexualidad femenina, donde pone en entredicho que la revolución sexual hubiera supuesto más comprensión para las mujeres acerca de su sexualidad. Un informe que elaboró a lo largo de cuatro años, y en el que pregunta a más de 3.000 mujeres estadounidenses acerca de su forma de vivir el sexo. Su trabajo puso de relieve el poco autoconocimiento que estas tenían sobre sus cuerpos, así como las frustraciones sexuales y el desencanto vivido con las relaciones, aun cuando estas afirmaban ser consentidas.

En todo caso, la revolución sexual y la realidad del informe Hite, más que presentar una contradicción, mostraron la necesidad de que fueran las mujeres las que construyeran un discurso acerca de su sexualidad, siendo este el punto de partida para su liberación sexual.

Más allá de ello, una consecuencia inmediata de la revolución sexual fue la legitimidad que adquirió la descripción científica de la conducta sexual humana, algo que en seguida se identificó con el relato moral sobre la sexualidad. Es algo que todavía hoy podemos ver en la “educación sexual”: el discurso sobre la sexualidad, científico y basado en evidencias permitía justificar una noción de lo que es moralmente correcto en el ámbito sexual.

Sin embargo, el feminismo que fue de la mano de la revolución sexual empezará a tomar un derrotero distinto cuando en 1968, Robert Stoller publica Sex and Gender. Se establece así el sistema sexo/género, que suposo una clara diferenciación entre la categoría biológica (sexo) y la categoría cultural (género). La sexualidad biológica tenía un correlato cultural y era este el que terminaba por orientar nuestro comportamiento y nuestros roles sexuales.

Dicho enfoque permitió aportar una perspectiva de género para entender la subordinación de la mujer en el sistema patriarcal. La cuestión sexual en todo caso quedó relegada a la cuestión de género. Es en este punto, especialmente con la obra de Ann Oakley, que el feminismo toma un rumbo centrado en revertir estas concepciones de la sexualidad basadas en una determinación cultural. Se trataba de transformar la sexualidad a través del género, algo que se lograría a través de la ocupación de espacios de poder públicos, institucionales y políticos. La cuestión sexual en términos de liberación sexual queda relegada a un segundo plano o como mínimo solo aparecería instrumentalizada, como es el caso de los debates acerca de la prostitución.



Libertad sexual y consentimiento en el debate feminista

La cuestión del consentimiento sexual en España vivió un punto álgido con el caso de la mujer agredida sexualmente en Pamplona, que destapó lo que se denominó “La Manada”. El foco mediático sobre los límites del “sí” y del “no” movilizaron a todo el conjunto de la sociedad, que quedó tocada además por las constantes menciones en los medios de comunicación de casos similares. El movimiento MeToo también ha puesto en el centro del debate la necesidad de retomar la cuestión sexual en el debate feminista.

La filósofa Amia Srinivasan, autora del ensayo The Right to Sex: Feminism in the Twenty-Fisrt Century (2021), afirma que el concepto de “consentimiento” es insuficiente a la hora de tratar todas las contradicciones y tensiones que se originan en el sexo. Sostener por lo tanto la ética sexual y cómo esta entronca con la política sexual sobre la cuestión del consentimiento reduce el diálogo sobre una dimensión mucha más compleja. Aun así, resulta imprescindible para definir el abuso sexual, desbancando el ejercicio de la violencia como parámetro válido para ello.

Que las relaciones sexuales sean consentidas no significa que sean queridas. Aquí es donde entra la cuestión de hasta qué punto nuestros patrones sobre el sexo, nuestro imaginario acerca de los que “debería” ser una relación sexual, así como nuestra educación sexual, influyen y dan forma a nuestro consentimiento. Nuestro “sí” o nuestro “no” son campos atravesados por unos discursos y unos hábitos que nos llevan a difuminar sus fronteras.>

Tratar la cuestión del deseo es crucial para poder aportar algo de luz acerca del consentimiento. Lo que se espera de los hombres y de las mujeres en el terreno sexual es algo que está reñido con el principio del deseo, aspecto que se escapa de esta nueva legislación acerca de la libertad sexual y que nunca o casi nunca forma parte de los contenidos en materia de educación sexual.

La cuestión del consentimiento ha vuelto a tender puentes más directos entre sexualidad y feminismo. No obstante, es importante no perder de vista que la ley de Libertad Sexual está abordando una cuestión acerca de la violencia sexual, más que sobre los parámetros culturales y educativos en los que nos movemos acerca del sexo. Este ejercicio es una consecuencia de dicho debate y abre serias cuestiones sobre nuestra percepción del deseo, sobre la relación con nuestro cuerpo, así como sobre los relatos que construimos nosotras mismas acerca de nuestra sexualidad, tal y como Shere Hite mostró sin censura, y que culminaban en una ignorancia y desconocimientos sobre dicha sexualidad. Los hombres han hablado sobre nuestra vagina, pero ya es hora de que nosotras tomemos la palabra.

La sexualidad, el consentimiento y el establecimiento de relaciones afectivas sanas forman parte de los temas que abordamos en nuestras masterclass: https://perifericas.es/collections/cursos/products/pack-de-41-masterclass-online

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