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PENÉLOPE YA NO ESPERA, ELLA TAMBIÉN NAVEGA

Por Antía Fernández, doctoranda en Literatura comparada y Máster en Estudios Literarios

Corría hace algún tiempo por internet una pancarta de una manifestación feminista en la que una de las participantes sostenía un cartel con el lema: “Sal de Ítaca, Penélope, el mar también en tuyo”.

No sé si Penélope, la abnegada, fiel y paciente esposa de Ulises según el relato homérico, ya navega, pero al menos, desde hace unas décadas, su voz, su versión de la historia ha comenzado a oírse cada vez de una manera más frecuente. Desde poemarios emblemáticos como el Ítaca de Francisca Aguirre (1972) hasta novedades editoriales como el más reciente Nostalgia de Odiseo (2012) de Nuria Barrios. Por no hablar de toda esa prolífera literatura del siglo XX que puso en entredicho que el final feliz que nos cuenta la Odisea lo fuera tanto (“¡Cállate! Ahora debo hablar yo. Ahora debo decirte que tu cobardía lo ha perdido todo”, le echaba en cara la Penélope de Buero Vallejo a su Ulises en La tejedora de sueños).

También en la literatura gallega la figura de Penélope tiene una importante presencia. Quizás por eso de que esta es tierra de emigrantes y de marineros, y nuestras mujeres de eso de esperar mirando a la línea del horizonte también saben bastante…

Se suele señalar a Rosalía de Castro como uno de las primeras en (entre otras tantas cosas en las que fue pionera) literaturizar en lengua gallega a la esposa de Ulises. En su poemario Follas novas (Hojas nuevas), publicado en 1880, la última de las secciones que lo integran (la V) lleva el poderoso título de Viúvas de vivos e de mortos (Viudas de vivos y de muertos), y en ella se realiza una ácida crítica y denuncia tanto de la emigración como de la situación de desamparo en la que esta había dejado a las mujeres y a la propia Galicia. Una de las voces del poemario, una desolada voz femenina, exclama: “Tecín soia a miña tea, / sembrei soia o meu nabal” (“Tecí sola mi tela, / sembré sola mi nabal”).

 

Llegan las Penélopes reivindicativas

Poco a poco, fueron llegando las Penélopes navegantes, o, al menos, aquellas que se cuestionaban la larga espera. Sin duda la más famosa y la que más repercusión ha tenido en la poesía posterior, especialmente en la femenina y en la feminista, fue la de la Xohana Torres, hija y mujer de marineros, quien del mar también sabía un poco. En su poemario Tempo de ría (1992), una breve colección de poemas con mucho sabor a salitre, incluye su poema “Penélope”, que acaba con el siguiente verso: “Eu tamén navegar” (“Yo también navegar”), convertido ya en un verdadero emblema de la poesía feminista.  

Otras de las revisiones de Penélope que más me ha conmovido últimamente (y que también tiene una gran herencia de la Penélope de Torres) es la que nos dibujó la fallecida Begoña Caamaño, periodista y feminista, en su libro Circe ou o pracer do azul (Circe o el placer del azul, y que ha sido también traducido al castellano), breve novela que recoge la posible correspondencia entre Penélope, esposa, y Circe, amante, y a través de la cual la relación entre las dos mujeres, que debía ser aparentemente de disputa y confrontación por el amor y las noches de un mismo hombre, se acaba convirtiendo en un alegato de sororidad femenina.

Hay una canción griega de rock muy famosa de Pasjalidis, titulada, justamente, “Penélope”, en la que la mujer de Ulises le dice a este que ya está cansada de esperar veinte años tejiendo el mismo vestido, a lo que el marido, envalentonado y paternalista, contesta retándola: “A ti siempre volveré y si no te es suficiente, hazte barco para hacerme yo puerto, para que vean mis ojos al final quién aguanta y quién mejor su papel interpreta”, y pretende acallar las quejas recordándole que ella, en el fondo, siempre ha sido su musa: “Y lo que no ocurrió no corras a que te dé tiempo a hacerlo, ya que no pudiste nunca entender cómo fuiste siempre, de principio a fin, tú mi escudo, mi arco y mi flecha”.

Hace pocos años, otro cantante, Stacis Drogosis, sacó otro tema con el mismo título. Pero la Penélope que nos dibuja es muy diferente a la de Pasjalidis: “Abandonó su ciudad Penélope. Largo viaje inició, llegará hasta Casiopea. […] Penélope mira las estrellas bañadas por la blanca luz. No espera nada… A nadie ya…”.

Estas nuevas Penélopes están brotando por doquier, no solo en la literatura. Y han aprendido a tomar el timón de su propia historia.

 

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