Por Ana Fernández Quiroga, doctora en derecho y abogada especialista en la intervención con mujeres en situación de trata y asilo. Profesora de PeriFéricas
Hasta hace apenas unas semanas nos invadían las noticias y artículos que hablaban de las “mujeres afganas” y la necesidad de “salvarlas” tras la nueva llegada de los talibanes al poder.
Otra vez Europa cae en el error de tratar a las mujeres como un sujeto único, sin hacer diferencia entre ellas, sin indicar qué religión profesan, qué origen étnico tienen, qué grupos pueden sufrir más discriminación que otros: volvemos a hablar, como un todo, de LAS MUJERES AFGANAS.
Pues bien, tras la nueva victoria talibán comenzaron a llegar miles de personas procedentes de Afganistán a Europa y a España concretamente, en su mayoría mujeres. Se nos informó de que serían derivadas a distintos centros españoles en caso de que soliciten asilo. Lo que sí está claro es que todas se enfrentarán a muchos retos para poder llegar a tener una vida independiente en nuestro país.
Ellas están solicitando asilo y enfrentándose a una entrevista sobe su vida en un campamento base, con la conmoción que pueden sufrir, sin ofrecerles previamente un asesoramiento psicológico adecuado y casi sin tiempo para asesorarlas en la entrevista pues, si bien tienen derecho a realizar la entrevista con intérprete, ello a menudo depende de las posibilidades de cada centro.
Posteriormente serán derivadas a distintos centros según disponibilidad y comenzarán un proceso de adaptación que deben superar a una velocidad frenética, ya que actualmente la ayuda de asilo en primera fase dura solo seis meses, con posibilidad de prorrogarla a nueve en casos excepcionales. Las mujeres, dependiendo de la saturación del centro, podrán acceder a clases de español, a varias entrevistas con la trabajadora social, que si es posible gestionará su tarjeta sanitaria, su empadronamiento y otras gestiones burocráticas.
La exigencia de una adaptación frenética
A los seis meses de la entrevista tendrán un permiso de trabajo provisional, que dependerá de la resolución de su solicitud de asilo, que puede demorarse hasta dos años. Sin embargo, a los nueve meses como máximo, se quedarán sin ayuda social, se quedarán en situación de calle.
En un tiempo tan breve, la orientadora laboral, si existe en el centro, o en su caso la trabajadora social o las educadoras, dependiendo de la saturación y las posibilidades del centro en ese momento, podrán intentar que estas mujeres se den de alta como demandantes de empleo, consigan un número de la Seguridad Social o incluso que comiencen algún curso de formación, si tienen mucha, mucha suerte.
Pero a los nueve meses… se acaba nuestra ayuda. Y ya no volverán a tener derecho a una nueva a menos que finalmente se estime su demanda de asilo, una figura que actualmente se concede solamente a alrededor de un 5- 6% de las personas que la solicitan.
España, a pesar de estar trabajando por la igualdad de género, todavía tiene mucho que trabajar en su sistema de asilo, y las “mujeres afganas”, de las cuales muchas tenían en su país estudios y se encontraban trabajando, van a tener que pasar por un arduo camino para poder llegar a una situación similar a la que poseían anteriormente, si es que ello es posible en algún momento.
Porque no todas las mujeres somos iguales, pero sí debemos tener los mismos derechos.
Si quieres profundizar más sobre las vías para lograr el derecho de asilo de mujeres migrantes como las afganas, Ana Fernández, autora de este artículo, imparte un curso donde tejer juntas estrategias para facilitarles el camino: https://perifericas.es/products/trata-y-derecho-de-asilo-de-mujeres-migrantes