Por Leyre Ovelar, estudiante de Trabajo Social en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e integrante del Talde Feminista de dicha universidad y de Estudiantes en movimiento (Eraldatu)
La mayoría de las películas Disney tienen a princesas como protagonistas. Sin embargo, a menudo no son ellas quienes toman la palabra: los diálogos femeninos son realmente escasos en muchos de los films de la factoría, empezando por La Sirenita, uno de los ejemplos más evidentes, donde dichos diálogos solo ocupan un 30% del total del metraje.
Incluso en películas que han recibido críticas positivas por tener como protagonistas a más de una mujer, como es el caso de Frozen, podemos notar esa desigualdad. Difícil fue hasta hace unos años encontrar en la oferta de Disney una película donde no sobresaliese sobre todo el argumento la necesidad de la protagonista de “encontrar un príncipe”, como si esa fuese la mayor preocupación en la vida de todas las féminas.
En medio de un contexto social y cinematográfico claramente discriminatorio para las mujeres, llama la atención el estreno en 1964 de Mary Poppins, cuya protagonista era una mujer trabajadora que rompía con el prototipo de princesa Disney, pues no se hacía hincapié en su atractivo, ni en la búsqueda de un hombre para sentirse totalmente completa. La protagonista tampoco tenía privilegios ni derechos de sangre. Mary Poppins no es una simple niñera voladora, sino que desde que pisa suelo toma sus propias decisiones y asume responsabilidades, sigue el camino que ella quiere, es amable o severa cuando cree que debe serlo, independiente y en ocasiones sarcástica y hasta maleducada, algo que en la época de estreno de la película se salía de lo establecido por la norma patriarcal en torno a hombres y mujeres.
Uno de los puntos ambivalentes en esta película es la figura de Winfrey Banks, la madre de los hijos, que se nos muestra como una persona excéntrica que deja ''desatendidas'' a sus criaturas mientras acude a las protestas feministas. Esta imagen se ha asociado a menudo con la de una sufragista a la que se presenta como personaje secundario y cómico.
Cuando la película se estrena en plena década de los sesenta, el comportamiento de una mujer que abandona su hogar para ir a manifestaciones feministas seguía siendo muy censurado, y pese a los avances del movimiento, solo podía admitirse dicho comportamiento si la mujer en cuestión regresaba a la hora establecida a cumplir con sus obligaciones del hogar y cuidar a su prole, como bien cantaba el señor Banks todos los días a las seis y tres en punto.
Por otro lado, es bastante conocido que Disney suaviza sus películas. Por ejemplo, en este caso el argumento de Mary Poppins no sigue al pie de la letra el libro en el que se basa, ya que en él se describe al personaje principal como una mujer más severa y fría. Es curioso porque parece que este cambio en la personalidad del personaje de Mary Poppins ayuda a difundir un mensaje que se había tratado de evitar hasta ese momento: que una mujer firme, decidida e independiente puede ser también amable, buena y libre.
Porque este es, en definitiva, el mensaje principal que la película termina transmitiendo: las personas deben ser libres. Libre es la sufragista señora Banks, libre es el deshollinador Bert y libre es la propia Mary Poppins.
De eso va el feminismo, de que cada persona pueda tomar sus propias decisiones en igualdad y de acuerdo a su propia voluntad. Como diría Simone de Beauvoir, es una bella forma de vivir individualmente, pero también de luchar colectivamente.
Los productos culturales a menudo han transmitido imágenes estereotipadas y reduccionistas de las mujeres. En nuestro Itinerario humanístico te ofrecemos herramientas para romper con ellas y crear nuevos modos de contar: https://perifericas.es/pages/itinerario-humanstico