Por Elena Vizcaya, Graduada en Psicología, Máster en Intervención Psicológica en Contextos de Riesgo y Máster en Estudios de Género, Identidades y Ciudadanía
Aunque actualmente nos enfrentamos a discursos negacionistas sobre la violencia machista, es una realidad y un logro de la lucha feminista que las sociedades cada vez se encuentran más sensibilizadas con las violencias que sufrimos las niñas y las mujeres en el mundo. Afortunadamente, hemos avanzado y seguimos sembrando el camino hacia los buenostratos. En ese sentido, cada vez son más las jóvenes, adolescentes y mujeres que se replantean las formas que tienen de relacionarse amorosamente. En los institutos cada vez hay más conciencia feminista. Sin embargo, lo cierto es que, al mismo tiempo, hay mucho trabajo por hacer y mucho que deconstruir. Una de las teorías que explican los mecanismos de la violencia de género en la adolescencia es la escalera cíclica, desarrollada por la socióloga cordobesa Carmen Ruiz Repullo. En su conocidísima investigación, Voces tras los datos, aborda la historia de Pepa y Pepe, para, en base a ese ejemplo, desarrollar la forma en la que se van ejerciendo los diferentes tipos de violencias hasta llegar a las más graves. Una cuestión importante durante la adolescencia es la dificultad que tienen las chicas para identificar las violencias que reciben dentro de sus relaciones de pareja. Obviamente, ello tiene que ver con la naturalización y la romantización de la violencia que interiorizamos mediante la socialización diferencial de género, y que tiene su exponente más conocido en el denominado “mito del amor romántico”.
¿Cómo desarrollar relaciones afectivas y sexuales libres de violencias?
Sabemos que las relaciones afectivo-sexuales suelen comenzar en la adolescencia, como etapa clave del ciclo vital. Por ello, resulta imprescindible ofrecer y trabajar modelos de vinculación libres de violencias. El tipo de violencia más común que ejerce un agresor adolescente contra su pareja es sin duda, la violencia psicológica. La violencia psicológica a su vez, se manifiesta de diferentes formas: la luz de gas (gaslighting), las amenazas, las desvalorizaciones, los silencios, el chantaje emocional, el control, el aislamiento… Resulta fundamental conocer los diferentes tipos de violencias machistas que se cometen contra nosotras y de qué manera persiste aún el modelo de malostratos en las relaciones entre mujeres y hombres y entre chicas y chicos. El modelo de malostratos es el único modelo de referencia que hemos tenido para vincularnos de manera afectiva y sexual durante muchos siglos. El amor romántico sigue instaurado en nuestra cultura y sigue justificando las relaciones violentas. Hablamos constantemente sobre “relaciones tóxicas”, pero sin embargo, no me parece un término adecuado para designar así a relaciones que son abusivas y violentas. Llamemos a las cosas por su nombre. Desde hace años, la psicología y la sexología feminista han tratado de desmontar ese modelo de maltrato, sustentado, entre otras cuestiones, por la masculinidad hegemónica, por la cultura de la violación, por los mandatos de género, por el amor romántico y por la heterosexualidad obligatoria. Algunas autoras que ponen las cartas sobre la mesa en este asunto, y que pretenden dinamitar tal modelo, son sin duda Mari Luz Esteban, Coral Herrera y Brigitte Vasallo. Cada vez más vamos deconstruyendo esas imposiciones socioculturales sobre cómo debemos sentir el amor y con quién(es). Actualmente se están creando grupos de trabajo informales en los que se tratan todas estas cuestiones. Por otro lado, la sexóloga Fina Sanz, autora de varios libros sobre los vínculos amorosos y las relaciones afectivo-sexuales, propone el término de buentrato para referirse a aquellas relaciones que son totalmente opuestas a las relaciones patriarcales y violentas, y que tienen que comenzar a construirse ya desde la adolescencia. Según dicha autora, los buenostratos han de darse sobre tres dimensiones: la personal, la relacional y la social. A las mujeres se nos ha educado en la cultura del agrado a los demás, en la ideología del altruismo y en desvalorizarnos a nosotras mismas. Para la autora, el buentrato a una misma (dimensión personal) es fundamental. El amor empieza en una misma y debe empezar a cultivarse en lo individual y en lo colectivo.
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