Por María Jesús Chaparro Egaña, madre, socióloga y feminista. Investigadora y consultora en igualdad de género
La menopausia, proceso de transición biológica que afecta a casi la mitad de la población, es un tema tabú, invisibilizado y menospreciado tanto en sus efectos potencialmente positivos como negativos.
Sabemos que para muchas mujeres enfrentar la menopausia supone temores, lo cual acaba implicando para ellas acudir a consulta y enfrentar el hecho de que comenzar a vivir este proceso puede significar para ellas un verdadero calvario. Los cambios hormonales y el hecho de dejar atrás una etapa de plenitud sexual biológica pueden generar mucho vértigo.
Es cierto que la menopausia supone una revolución, como tantas que tenemos en nuestras vidas, y como toda revolución tiene ventanas y desafíos.
Los principales desafíos asociados a este proceso se relacionan con los cambios hormonales, y con esto me refiero no sólo a los temidos y desagradables sofocos, sino también a los cambios en la vida sexual, el estado de ánimo, y principalmente a los cambios en nuestro cuerpo.
La pérdida de sensaciones, la sequedad vaginal, la falta de tonicidad son elementos que vemos venir y que nos asustan. Mas allá de que eso sea real, y que los sintamos en mayor o menor grado, existen formas de abordarla que hacen mas llevadera esta etapa. Las recomendaciones sobre alimentación, ejercicios, hormonas, descanso, entre otros, se deberían sumar a espacios para compartir y contener la experiencia que permitan mantener o mejorar nuestra calidad de vida en este tránsito vital.
Lo que sí se transforma en una oportunidad y una clave es conocer nuestro cuerpo y los ciclos que tiene, conocer nuestros deseos, nuestros tiempos y nuestras expresiones, pues todos estos elementos serán clave para acompañarse entre el cuerpo, la mente y el corazón en esta nueva etapa. También es importante generar vínculos en los cuales poder confiar, conversar y compartir. Procuremos que esta revolución sea contenida por nosotras mismas y nuestros afectos.
Otro desafío es enfrentar la vergüenza y el temor porque nos vean viejas o incapaces en lo sexual, unos miedos que enfrentamos muchas veces solas, por el tabú que este proceso significa todavía en nuestros días, en los que la felicidad y la plenitud siguen estando asociadas a la juventud, la belleza física y la sexualidad activas.
Esas tiranías de la juventud, de la belleza y la relación (artificial) de la menopausia con la vejez sin duda dificultan que podamos conversar y abordar dicho proceso con mas naturalidad.
En ese sentido, es preciso que la sociedad vaya incorporando el proceso de manera más normalizada, de tal modo que todo ello nos permita tener mejores condiciones para compartir la experiencia y aprender de ella, al mismo tiempo que vivirla con menos presión. Y es que invisibilizar los procesos sexuales femeninos pueden generar que sus efectos sean mas complejos de lo que debieran ser.
La importancia de crear vínculos
En ese marco, la importancia de construir redes y vínculos con los cuales compartir el proceso es importante, pero también las personas que son parte del sistema sanitario debieran considerar este proceso como uno clave en la vida de las mujeres y que requiere ser acompañado, visibilizado y reivindicado.
El llamado es a no renunciar a vivir este tránsito acompañadas, por redes, afectos y profesionales de la salud que nos ayuden tanto en los efectos físicos, como en los psicológicos y también sociales. Es importante que esta revolución que vivimos podamos contarla, compartirla y resignificar la experiencia en conjunto. Nuestra esperanza de vida nos obliga a incorporar este tránsito como un hito relevante de la segunda mitad de la existencia, pues a las mujeres la menopausia nos acompañará y no debemos resignarnos en silencio a simplemente sufrirla: afrontemos los cambios, tomemos decisiones, informémonos, cuidémonos a nosotras y a otras, y hablemos, hagamos de esta revolución parte de la vida propia y de las demás; en definitiva, avancemos en que este proceso sea visibilizado y acompañado a nivel social. Hagamos de este tránsito una revolución interna y externa.
La gerontología feminista ofrece herramientas para envejecer de una manera activa y teniendo en cuenta los condicionantes de género que, como mujeres, nos afectan en ese proceso: https://perifericas.es/blogs/blog/gerontologia-feminista-envejecimiento-y-genero