Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista
Son tiempos de reflexión, de análisis y toma de decisiones, de cambios de ritmos o de seguir los caminos marcados. Pero recuerda, que no te quiten lo bailado, ni la alegría, ni la ilusión por los nuevos pasos que vas a dar, que los temores sobre tiempos oscuros no te encierren tras los muros.
Mujer, despierta, sal y hazle frente a la vida, te pertenece. No eres una extraña, formas parte del mundo y perteneces a una mitad que desde siempre lucha por abrirse camino más allá de las excepciones y rarezas. Que pelea por ser vista y oída, por reclamar un hueco, un espacio y un estadio y no solo observar desde las gradas.
Niña, crece decidida, inquieta y observadora, que nada limite tus pasos, ni tus sueños, que en esta etapa vuelan libres más allá de la imaginación. Que tus inquietudes sean escuchadas y te lleven por las baldosas que tú quieres pintar, que la tradición que no conoces no sea cadena para tus alas.
Y tú, joven, observa a las que te precedieron y abre camino a las que te siguen, teje alianzas con tus iguales y no dejes que te aíslen para no poder cumplir tus metas. Rodéate de quienes te animan y empoderan, cree en ti y supérate para llegar a donde quieres estar. Piensa en ti, en tus deseos y esperanzas, priorízate tejiendo redes en las que poder apoyarte y apoyar.
Para que cuando llegues a la madurez y eches la vista atrás, que lo que veas no sea que has sido un afluente, sino el río de tu propia vida. Que no pesen más los obstáculos y las decisiones que las que querrías haber tomado. Porque lo que elegiste en el momento era lo mejor entonces, cuando no se sabían las consecuencias. Que la madurez te quite por fin complejos y miedos y disfrutes como nunca de ti misma.
Las mujeres en el centro
Dicen que basta solo una crisis para hacer tambalear nuestros derechos, pero juntas, trabajando en pro de la igualdad, conseguiremos vencer a quienes nos cierran puertas y nos relegan a un lado. Hay que conocer nuestra historia para aprender de los aciertos y evitar las piedras que nos harán volver a caer. Se trata de tomar impulso para gritar que nuestros problemas y nuestros miedos también son los del resto de la humanidad, los de esa otra parte que se cree dueña y que sin nosotras no puede existir.
No somos un colectivo, somos mujeres diversas en origen, economía, formación, ideología, religión, apariencia... Entonces, ¿por qué limitarnos a una serie de clichés anticuados que crean cátedra? ¿Cómo seguimos sin conseguir avanzar en la igualdad? ¿Cómo logran que nos dividamos y no sintamos como prioritaria la defensa de nuestros derechos?
El feminismo no es una moda, ni una novedad, y sigue sin ser un punto central en la política, incluso ahora que la división social está generando un debate real en las calles. El feminismo debe guiar la toma de decisiones abogando por la perspectiva de género a nivel global en cada ámbito de la vida. Solo de esta manera se podrá repensar nuestra sociedad y encaminarla para que sea igualitaria y justa, más allá de los discursos androcentristas que excluyen por sistema la presencia de la mujer y su realidad.
Es nuestro momento, consigamos la unión, que los movimientos “hermana, yo sí te creo” o “Me too” no se queden en el olvido, que esa conexión que ha surgido entre tantas mujeres nos lleve a tejer alianzas más allá de un sector o una causa. Que la defensa de la niña, la joven y la mujer sea mundial, que el dinero o la política no lo valgan todo para silenciar esta lucha por nuestros derechos, que las cuotas dejen de ser necesarias y que por fin las mujeres ocupemos el sitio que nos merecemos.