Por Daniela Sansón, economista, especialista en Economía feminista y Máster en Estudios de las Mujeres y de Género.
La economía desde su nacimiento a finales del siglo XVIII, con la obra del escocés Adam Smith, considerado el "padre" de esta disciplina", carece de la perspectiva de las mujeres. Ello no solo ha tenido como consecuencia la mera ausencia de estas en ella, sino que ha conllevado que lo que se entiende como economía se haya convertido en un aspecto muy limitado de lo que en realidad es. Smith, en su famosa obra La riqueza de las naciones, se plantea una pregunta clave: “¿cómo obtienes tu cena?”. Su famosa respuesta fue que dicho resultado se debe al egoísmo e interés individual de varias personas: del panadero que te vendió el pan, del carnicero que te vendió el filete, etc. Sin embargo, lo que no es tan famoso ni popular acerca de Smith es que vivió siempre con su madre, quien se dedicó a cuidar a su hijo y todo lo que esto implica, entre ello prepararle esa cena de la que hablaba el economista, la cual según él llegó a su mesa por la sumatoria de puros interés individuales; sin embargo, ¿esto se cumple también cuando nos fijamos en los motivos de su madre para hacerle la cena a su hijo? Si fuese así, desde la madre de Adam Smith, hasta todas las demás personas, en su inmensa mayoría mujeres, que hasta la fecha realizan esa cantidad ingente de trabajo doméstico, de cuidados, de autoconsumo, comunal y de voluntariado, han tardado ya en recibir el pago. Desde entonces, hasta la fecha, la ciencia económica ortodoxa —que dicta el funcionamiento de nuestra economía, que diseña y gestiona los modelos económicos que rigen la producción, distribución y consumo de los bienes materiales que requerimos para vivir— conserva dicho sesgo, lo que la economía feminista denomina la "naturaleza patriarcal del pensamiento económico"; por no mencionar también el sesgo occidental (el origen y control de la ciencia económica está en manos de universidades, instituciones internacionales y thinktanks del Norte global que imponen a otras culturas que la única forma de desarrollo es la economía capitalista y la incorporación abierta a los mercados internacionales).
¿Capitalismo feminista?
- “Pero si el capitalismo ya es feminista, Zara ya nos vende camisetas con frases feministas”. Es verdad que recientemente, ante el auge del movimiento feminista, vemos que las grandeS marcas se han subido al tren. El feminismo se ha convertido en una moda, se utiliza vaciado de significado, solo la palabra cual slogan publicitario. Si bien está sucediendo en muchas industrias, el ejemplo más claro de ello lo tenemos en la del vestido. De pronto se vuelve “cool” utilizar una camiseta con la palabra “Feminista” o consignas feministas bien grandes, como cuando en los noventas se popularizó utilizar ropa que directamente fuesen un gran cartel publicitario con enormes estampados de logos o nombres de las marcas a las que pertenecían las prendas. Al realizar ese gasto gustosas de demostrar nuestro apoyo al feminismo, la pregunta es si estamos siendo congruentes con nuestras acciones y lo que promovemos. ¿Sabemos qué empresas y formas de producción estamos sosteniendo al tomar esa decisión de consumo? ¿El feminismo que promuevo y digo defender lo respaldaría? ¿El llevar en mi camiseta la palabra feminista aporta más a la consecución de los objetivos del feminismo que el evitar el consumo de esa prenda? Pongamos el ejemplo puntual de Zara. La tienda de ropa del grupo Inditex es de las marcas que se ha sumado a la moda y comercialización de prendas “feministas”. Inditex ha forjado su fortuna a través de fórmulas legales de evasión fiscal y sobre todo aprovechándose de la lógica de la economía diseñada por la ciencia económica patriarcal que ha incorporado en desigualdad al mercado internacional a los países del Sur global. Así, es posible que las prendas de Inditex se maquilen en países empobrecidos, explotando mujeres en condiciones de trabajo indignantes que reciben pocos céntimos por elaborar una prenda “feminista” que luego en los países del Norte Zara te venderá con un sobreprecio indignante. Ello no quiere decir que sea malo llevar una camiseta con un estampado feminista: el problema es ignorar que nuestras decisiones económicas, como son las de consumo, están también determinando qué sistema económico queremos. Si nos decimos feministas lo adecuado sería pensar y actuar en congruencia con la consecución de una economía feminista, esto es: que supere los sesgos de la economía ortodoxa, que busque construir una realidad material que proteja la economía de los cuidados de la cual dependemos todas y todos, y que no le permitamos volver a olvidarse de las mujeres.
La brecha salarial es una muestra evidente de las desigualdades económicas entre sexos: https://perifericas.es/blogs/blog/brecha-salarial-de-genero