Por Alejandra Neira, pedagoga especializada en igualdad e inclusión con perspectiva de género, con experiencia en proyectos coeducativos e intervención con mujeres en situación de violencia de género y/o en riesgo de exclusión social
La menstruación ha sido, durante mucho tiempo, un tema tabú, rodeado de mitos y estigmatización. Muchas culturas han impuesto restricciones y creado narrativas negativas en torno a este proceso natural, contribuyendo a la vergüenza y al silencio. ¿Quién con un cuerpo menstruante no ha escondido una compresa para que nadie la vea o ha intentado disimular una mancha en el pantalón? Este silencio que rodea la menstruación es el resultado de una sociedad que invisibiliza y desvaloriza las experiencias de las mujeres, una vez más.
Dicha estigmatización no solo afecta a la percepción personal y social de la menstruación, sino que también tiene consecuencias tangibles en la vida cotidiana de las personas que menstrúan. Los cuerpos menstruantes, a menudo vistos como territorios de disputa por el patriarcado, son también capitalizados en una sociedad que convierte todo en un producto. La menstruación ha sido explotada por un sistema capitalista y productivo que encuentra formas de comercializar cada aspecto de la experiencia femenina.
La industria de productos menstruales es un claro ejemplo de esta capitalización. Desde tampones hasta compresas, los productos menstruales son un negocio multimillonario. Además, si nos detenemos a observar los anuncios que los promocionan, reproducen un ideal de la menstruación falso: mujeres con cuerpos canónicos, sin un ápice de retención de líquidos o cualquier otra sintomatología, que hacen bailes y sangran azul ¿Realmente alguien se puede sentir identificada con esta idea? Mi respuesta, desde un punto de vista claramente personal, sería un no rotundo.
Este tema, del que incluso hoy en día muchas veces no se habla abiertamente, se aprende en algunas ocasiones dentro del grupo de iguales, cuya información procede, justamente, de ese tipo de spots donde la sangre es azul y se venden productos bajo el lema de "eliminar los malos olores" ¿Realmente es la sangre lo que huele o son los químicos que portan los propios productos de higiene menstrual, desechables para que entres en una espiral de compra y cambio de compresa para evitar este olor? ¿La sangre tiene olor? La necesidad de una educación feminista sobre salud menstrual parece, pues, un pilar básico.
En esta misma línea y siguiendo lo establecido por Women's Voices for the Earth, los efectos sanitarios de las compresas, tampones y toallitas de usar y tirar son preocupantes. Según esta organización, "todos los productos menstruales desechables tradicionales contienen ingredientes potencialmente peligrosos para la salud". Este hecho subraya la urgencia de fomentar alternativas más seguras y sostenibles y de proporcionar una educación adecuada sobre la salud menstrual.
Alternativas de salud menstrual
Algunas alternativas de salud menstrual no tóxicas para nuestros cuerpos y sostenibles para el medio ambiente incluyen las compresas y salvaslip de tela, que se adaptan a diferentes tipos de sangrado, ya que no todas las menstruaciones son iguales. A diferencia de las compresas desechables, no contienen ningún tipo de tóxico o elemento nocivo para el cuerpo, ofreciendo una opción más saludable y segura.
Otro ejemplo que ha ganado popularidad en los últimos años es la copa menstrual. Este dispositivo, hecho de silicona u otros materiales, tiene una vida útil de aproximadamente 10 años y no genera residuos, lo que lo convierte en una opción muy ecológica. La copa menstrual puede reutilizarse durante años, ofreciendo una alternativa económica y sostenible a los productos menstruales desechables.
Por otro lado, las bragas menstruales están ganando visibilidad como una opción innovadora. Estas prendas, similares a la ropa interior convencional, están diseñadas para absorber el sangrado menstrual. Existen diferentes modelos y materiales que se adaptan a las necesidades y preferencias de cada mujer. Las bragas menstruales pueden usarse solas o como complemento a otros productos menstruales, proporcionando una solución versátil y cómoda.
El uso de estas alternativas no solo beneficia al medio ambiente al reducir los residuos, sino que también ofrece opciones seguras y saludables. Además, el uso de productos reutilizables puede resultar más económico a largo plazo, ya que se evita la compra continua de productos desechables.
Para promover el uso de estos productos, es crucial aumentar la educación y la conciencia sobre sus beneficios. La normalización y la accesibilidad de las alternativas sostenibles y no tóxicas pueden contribuir significativamente a desmantelar los estigmas asociados con la menstruación y a promover la equidad en la salud menstrual.