HIPARQUIA O LA FILÓSOFA FUERA DE LA LEY

HIPARQUIA O LA FILÓSOFA FUERA DE LA LEY

Por Karima Ziali, licenciada en Filosofía y Máster en Investigación antropológica y sus aplicaciones. Actualmente está centrada en escribir su primera novela y colabora con diferentes publicaciones online con artículos centrados en las sociedades musulmanas europeas y la sexualidad dentro de estos contextos

Me acuerdo también de una cínica. Su nombre era Hiparquia, maronita, esposa de Crates, con la que además consumó perrunas bodas en el pórtico Pécile” (Clemente de Alejandría, Stromata, iv, xix, 121, 6)

Hiparquia nace en Tracia, en Maronea, entre el 336 y el 333 a.n.e. Se traslada a Atenas junto a su familia a raíz de la invasión del rey macedonio Filipo. Pertenece a una familia acomodada y conocida públicamente. En la polis (ciudad-estado) griega conocen a Teofrasto, estudiante en el Liceo, la escuela filosófica de Aristóteles. Metrocles, hermano de Hiparquia, con quien tiene una relación muy cercana, empieza a frecuentar a Teofrasto y el Liceo. Sin embargo, nunca estuvo cómodo con el carácter elitista y refinado de la Escuela filosófica y sufre una profunda depresión que lo lleva a abandonar la vida académica y pública. Entonces conoce a Crates, que le invita a conocer la filosofía cínica y su modo de vida. Hiparquia, que ya se formaba en los asuntos filosóficos a través de su hermano, empezó a interesarse por esos a los que llamaban y se denominaban a sí mismos, los kýnes (perros).

La filosofía cínica busca principalmente la autárkeia (autosuficiencia). Es por eso que su crítica va dirigida directamente contra los lujos, los honores y las convenciones sociales, que nos alejan de una vida conforme a la naturaleza. Solo volviendo racionalmente a la propia naturaleza animal podremos alcanzar este fin ético. Además de la autárkeia, la búsqueda de la apatía, a saber, la impasibilidad ante cualquier afección, terminaban de asentar los principios filosóficos básicos de esta corriente especialmente práctica.

El término “perros” parece que entre otros significados que se le ha pretendido buscar, alude a su forma de vivir bajo la ley de la naturaleza en su totalidad, de modo que cualquier nomos (convención) les resultaba no solo totalmente indiferente, sino innecesario. Esto se traduce en acciones cuestionables desde la moralidad consensuada socialmente, como masturbarse, mantener relaciones sexuales en público o comer en el ágora. Tal y como observa Catalina Aparicio en su libro Hiparquia de Maroneo, la “filósofo”,  si a esto le añadimos sus conductas antisociales y sus discursos destinados a subvertir el orden establecido, podemos entender el rotundo triunfo de un apelativo capaz de devenir en nombre de la escuela.

 

Hiparquia y su filosofía de la elección

Hiparquia escoge a Crates y decide que será su marido (aunque no llegan a contraer matrimonio bajo la legalidad establecida). Ante la negativa de sus padres, dado que ya había rechazado otras peticiones más acordes con su estatus social, decidió ponerles un ultimátum: el suicidio o Crates. Metrocles, su hermano, trata de mediar y le pide a Crates que hable con ella.

Y aunque Crates le hubiera descubierto su espalda, que tenía una notable joroba, puesto el zurrón con el báculo y el manto en el suelo y le confesara a la chica que ese era su mobiliario y su figura la que veía: que lo pensara, por lo tanto, detenidamente, para que no tuviera luego motivos de queja, Hiparquia aceptó sin dudar la proposición. Y le respondió que hacía ya tiempo que lo había suficientemente previsto y suficientemente meditado y que en ningún linaje podría hallar un marido ni más rico ni más bello y que la llevara, por lo tanto, a donde él quisiera.” (Apuleyo, Florida, 14)

En este fragmento de Apuleyo destacan dos aspectos que hacen de Hiparquia una filósofa excepcional: por un lado, la aceptación de la coherencia que existe entre los principios filosóficos del cinismo y el tipo de vida que implica; por otro lado, la transgresión del modelo de mujer que la sociedad ateniense prefería por encima de todo. Aristóteles ya sentenció de alguna forma cómo debía ser una mujer afirmando que “el silencio adorna a las mujeres” (Aristóteles, Política, I). La elección de Hiparquía es una toma de posición filosófica y vital. De esta forma, acude junto a Crates a los banquetes, donde participaba en los debates y las conversaciones filosóficas.

Quizás la más controvertida es la que narra el historiador Diógenes Laercio. Al parecer, asistió a un banquete donde se encontró con Teodoro el Ateo y le propuso el siguiente sofisma: “Lo que no cabría llamar delito, si lo hiciera Teodoro, tampoco cabría llamarlo delito, si lo hiciera Hiparquia: Teodoro no comete delito si se golpea a sí mismo, luego Hiparquia tampoco lo comete si golpea a Teodoro”. Él no respondió a la argumentación, pero se apropió de su breve cuestión” (Diógenes Laercio, VI, 97). Acto seguido, Teodoro le arranca el vestido a la espera de una reacción pudorosa de esta. Hiparquia, muy en línea con el principio de apatía cínica, no se inmuta y entonces Teodoro le replica: “¿Esta es la que abandonó la lanzadera en el telar?”, haciendo una clara alusión a la tarea a la que debía encomendarse toda mujer socialmente aceptable.  “Yo Teodoro -responde Hiparquia- ¿es que te parece que he tomado una decisión equivocada sobre mí misma, al dedicar el tiempo que iba a gastar en el telar en mi educación?” (Diógenes Laercio, VI, 98).

De Hiparquia no conservamos ningún texto. Tan solo la conocemos por fuentes secundarias, y valga decir que es la única mujer a la cual Diógenes Laercio dedica un capítulo entero en su obra Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Pero sí sabemos que se dedicó al estudio de la Lógica y se le atribuyen obras como Hipótesis filosóficas (Philosóphon hypothéseis), Epiqueremas (Epicheirémata) y Cuestiones (Protáseis) para Teodoro de Cirene, llamado el Ateo.

 

El antimatrimonio de Hiparquia y Crates

La unión de estos dos filósofos no se estableció a través de un matrimonio convencional, sino a través de lo que ellos llamaron kynogamía, es decir, “matrimonio de perros”. Pero para llegar a este tipo de unión Hiparquia tenía que aceptar plenamente la forma de vida cínica. Crates alenta a Hiparquia constantemente a que se mantenga firma ante las críticas a las que será sometida por la ciudad por seguir una vida fuera de la ley y hace hincapié en que este tipo de matrimonio se sostiene sobre la igualdad entre hombres y mujeres.

Las mujeres no nacen inferiores a los hombres. Las Amazonas, en efecto, que realizaron tan grandes hazañas, no fueron inferiores en nada a los hombres. Así pues, si recuerdas esto, no olvides aquello, porque no nos convencerías diciendo que la mujer es de naturaleza débil. Sería vergonzoso que practiques el cinismo bajo esa condición y que, habiendo gozado incluso de renombre ante las puertas de la ciudad junto a tu marido, cambies ahora de modo de pensar por la riqueza y te vuelvas en la mitad del camino” (Epístola 28, “A Hiparquia”).

Hiparquia, al igual que las Amazonas, vive bajo el amparo de la naturaleza, y ese principio es el que pone en igualdad a hombres y mujeres. Este es un aspecto crucial para entender la filosofía cínica y la importancia de rescatar a Hiparquia y ponerla de actualidad: no es la cultura el lugar desde el cual establecer (o recordar) la igualdad de género, inherente a hombres y mujeres. Única y exclusivamente desde la naturaleza en tanto que principio de vida y orden cósmico y universal se puede hablar de igualdad. La desigualdad de género en todo caso emana de la ley, de la convención social, es decir, del discurso cultural. No es extraño que escuelas filosóficas como por ejemplo El Jardín de Epicuro, que también abogaba por la naturaleza como única ley legítima a la que obedecer, abrieran sus puertas tanto a hombres como a mujeres.

La cuestión del matrimonio era uno de los acontecimientos más importantes para una mujer griega, un contrato que legitimaba (de nuevo la ley consensuada), su paso de “hija de” a “esposa de”. Tener hijos y parirlos con éxito era el siguiente momento clave en la vida de una mujer. Hiparquia contrajo un matrimonio que podríamos calificar de “aconvencional” y, según diferentes testimonios, consumaron su unión bajo el pórtico Pécile sin importarles lo más mínimo las miradas ajenas, algo que al parecer era habitual en la pareja.  

“Mantente, pues, firme y practica el cinismo con nosotros, porque no eres inferior a nosotros, como tampoco lo son las perras a los perros, para que tú también seas liberada por la naturaleza, en tanto que todos son esclavos de la ley o por el vicio (Epístola 29, “A Hiparquia”).

Con esta firmeza que Crates le pide en una de sus cartas, Hiparquia decide prepararse como una atleta para dar a luz a su primer hijo. A partir de ese momento, hay varias referencias de carácter pedagógico en los escritos que se conservan de Crates y que tratan sobre la educación de su hijo desde la perspectiva cínica.

Las únicas palabras en primera persona que se conservan sobre esta filósofa, que más que ocupar un espacio masculino, ocupó el lugar que ella consideró como incuestionablemente suyo, son las que componen este epigrama del poeta griego Antípatro de Sidón, titulado "A las mujeres":

“Yo, Hiparquía, no seguí las costumbres del sexo
femenino, sino que con corazón varonil seguí
a los fuertes perros. No me gustó el manto sujeto
con la fíbula, ni el pie calzado y mi cinta se
olvidó del perfume. Voy descalza, con un bastón,
un vestido me cubre los miembros y tengo
la dura tierra en vez de un lecho. Soy dueña
de mi vida para saber tanto y más que las ménades para cazar”

En el Itinerario humanístico podrás encontrar diversas formaciones que recuperan a mujeres que no hemos estudiado en los libros de texto: https://perifericas.es/pages/itinerario-humanstico

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