Por Alba Peñasco, graduada en Filología Hispánica, Máster en Profesorado de Educación Secundaria y experta en género y coeducación
Mary Richardson, sufraggette apodada por la prensa de la época como Slasher Mary, accedió una mañana de marzo de 1914 a la National Gallery de Londres donde se exponía La Venus en el espejo de Velázquez para asestarle siete cuchilladas y recordarnos lo importante que es no apartar la mirada cuando como sociedad nos situamos frente al espejo y no nos gusta lo que vemos.
Setenta años más tarde, en 1985, se inauguraba en el MoMA( Museum of Modern Art) de Nueva York la exposición “An international survey of painting and sculpture”, que contaba con 169 artistas, de los cuales solo 13 eran mujeres y, solo un puñado de ellas, negras. De poco sirvió la concentración de activistas que se situó a la entrada del museo para denunciar estos alarmantes datos, por lo que un grupo de mujeres pertenecientes al mundo del arte, conscientes de que la revolución feminista de los 60 y 70 no había alcanzado todas sus metas y de que había que replantearse las herramientas del activismo feminista y antirracista, crearon Guerrilla Girls para tratar de cambiar esta situación.
Estas guerrilleras no querían ser conocidas por sus logros personales como artistas, sino por lo que sus acciones como activistas ponían de manifiesto con respecto a la precaria situación global de la mujer en el mundo del arte. A este anonimato que las ha caracterizado durante décadas se hace alusión en Guerrillas in our Midst, el documental de Amy Harrison (1992), quien nos trae a la memoria el mundo del espionaje y también la íntima y muchas veces secreta complicidad que ha caracterizado a la lucha feminista a lo largo de la historia. ¿Quiénes son las Guerrilla Girls? ¿Cuántas son? ¿Dónde se encuentran?
En una reciente entrevista, dos de sus fundadoras respondieron al ser preguntadas por el anonimato de sus acciones que llevar una máscara “es lo que tiene que hacer una mujer en el mundo del arte para que la tomen en serio”. Poniendo el foco en sus reivindicaciones y revirtiendo los roles de género a través del uso de un icono de la cultura cinematográfica como era King Kong, las Guerrilla Girls se ataviaron con máscaras de gorilas ocultando sus identidades y haciéndose llamar por nombres de artistas ya fallecidas.
Se autodenominaron “la conciencia del mundo del arte” porque su propósito era precisamente forzarnos a girar la cabeza y enfrentarnosen el espejo a la realidad del sistema patriarcal. Como un guiño a sus antecesoras, las sufragistas, hicieron uso del cartel y de su heredero el póster, combinándolos con técnicas publicitarias y de diseño gráfico. Todo ello para denunciar ante la sociedad la desigualdad de las mujeres en el mundo del arte con datos estadísticos estremecedores y un punto de humor ácido que pretendía enganchar al público y tratar de hacerle cambiar de opinión.
¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Metropolitan Museum?
De repente, grupos de mujeres encapuchadas recorrían el SoHo durante la noche para empapelar muros, vallas y autobuses que despertasen al día siguiente las conciencias de los viandantes. Así, en 1989 lanzaron una de sus campañas más conocidas frente al Metropolitan Museum de Nueva York: “Do women have to be naked to geti nto de Met. Museum? Less than 5% of the artists in the Modern Art sections are women, but 85% of the nudes are female” (“¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum?Menos del 5% de las artistas en la sección de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos”). En este cartel, La gran Odalisca, de Dominique Ingres, uno de los desnudos más famosos de la Historia del Arte, aparece con el rostro cubierto con una máscara de gorila analizando al espectador. También idearon un cartel satírico donde hacían alusión a las “ventajas” de ser mujer artista, entre las cuales el colectivo destacaba: trabajar sin la presión del éxito, tener la certeza de que su arte siempre será etiquetado como femenino, poder elegir entre su carrera y la maternidad y no tener que lidiar nunca con el bochorno de ser llamada “genio”.
Pero su obra no solo se limitó a la cartelería, sino que sus acciones a lo largo de los años se han caracterizado por la transversalidad en sus medios y objetivos. Durante estas décadas las Guerrilla Girls han enviado cartas anónimas, realizado conferencias y workshops, visitado centros educativos, escrito varios libros e incluso creado premios ridículos para destapar la corrupción en el mundo del arte. De acuerdo con la visión macro que siempre las ha caracterizado, entendiendo que hay un sistema estructural que oprime a las mujeres en todas las esferas de la vida, las guerrilleras han hablado sobre cine, música, el derecho al aborto, las violaciones, cuestiones de raza, pobreza e incluso sobre la Guerra del Golfo.
Sus acciones pronto comenzaron a tener una gran repercusión en la prensa y a darse a conocer por todo el mundo: de repente había Guerrilla Girls en Francia, en Inglaterra y el fenómeno se hizo global. Ellas mismas dijeron en sus primeros años que querían poner el feminismo de moda, y aunque siempre se encontraron más cómodas en los ambientes underground y bajo la filosofía Do it yourself o “hazlo tú misma”, en todo momento han tenido claro que su mensaje debía llegar a cuanta más gente mejor. Por eso, cuando son preguntadas sobre cómo se sienten a día de hoy con respecto a que sus carteles sean considerados obras de arte y se expongan en los museos, como en la Bienal de Venecia en 2005, sonríen y dicen que ellas siempre van a disfrutar pudiendo criticar a una institución desde dentro de sus propios muros.
Consulta nuestro Itinerario humanístico para aprender más sobre aquellas mujeres que la historia ha olvidado: https://perifericas.es/pages/itinerario-humanstico